Pensar la totalidad social: un debate entre Althusser y Laclau.
Pensar la totalidad social: un debate entre Althusser y Laclau.
Hacia una recuperación de los aportes althusserianos a la teoría social.
Introducción
En este ensayo abordaré la problemática que gira en torno al eje articulatorio entre lenguaje y filosofía política, más precisamente en referencia a la constitución de las identidades sociales y políticas. Con el denominado “giro lingüístico” que se produjo sobre todo a partir de la relectura de la obra de Saussure, tanto en el estructuralismo como en las diversas disciplinas sociales, las identidades comenzaron a ser pensadas bajo la óptica del lenguaje en sus efectos performativos, como así también en su dimensión relacional y no esencialista. Así mismo, en esta pregunta por la identidad y la producción de subjetividades, puede hallarse la pregunta profundamente sociológica acerca de la constitución de lo social, es decir ¿cómo se piensa a la sociedad?
En este sentido, me interesa indagar acerca de cuál es la concepción de totalidad social que se pone en discusión en la obra de Louis Althusser y en la de Ernesto Laclau, para luego poder contrastar las posturas de ambos autores en función de las consecuencias políticas que surgen en sus respectivos argumentos, tanto en sus limitaciones como en sus potenciales teóricos.
En este punto propongo revisar la noción de estructura propuesta por Althusser en su crítica a Hegel y al marxismo (más que nada a lo que éste último tiene de historicismo y de empirismo), en los textos “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”, y luego en “Contradicción y sobredeterminación”. Para ello, considero que es clave partir desde una lectura de Saussure y reflexionar sobre la noción de estructura que emerge de la definición de lengua entendida como un sistema de signos, puesto que tanto Althusser como Laclau retomaron esta definición en sus análisis, aunque también esbozaron su crítica. Finalmente me centraré en la concepción de totalidad social en Laclau desde los textos “Misticismo, retórica y política”, “Emancipación y diferencia”, y “Hegemonía y estrategia socialista”, a los fines de introducirlo en debate con la apuesta teórico- política que realizó Althusser.
A partir de allí me parece relevante poder problematizar qué efectos políticos se derivan de ambas posturas teóricas ya sea si hacen énfasis en lo social, o en lo político como aquello que posibilita diferentes modos de hacer política y de constituir si se quiere “nuevas” formas de identidad.
Antes de poner en debate las propuestas de Althusser y Laclau, es imprescindible pasar por Saussure y revisar brevemente su definición de estructura a partir de la fundación de una nueva ciencia como lo fue la lingüística, cuyo objeto de estudio es para el autor, el sistema de la lengua. ¿Qué es lo que resulta novedoso en esta definición de sistema? En primer lugar, para Saussure la lengua es una institución social que posee todas las características del hecho social en Durkheim, es obligatoria, se padece y es colectiva, por lo tanto es una totalidad dada en la que el sujeto siempre ya está inscripto. En segundo lugar, no es una nomenclatura, es decir, una sumatoria de nombres que se corresponden a las cosas, más bien es un sistema que no comprende objetos sino, signos que se hallan en una relación diferencial con otros signos. En este sentido, no hay representación, el signo viene a ser una unidad irreductiblemente dual que une de forma arbitraria (o sea, impuesta) una imagen acústica y un concepto, o de igual forma un significante y un significado.
En consecuencia, el valor del signo implica que su definición no depende de ninguna propiedad intrínseca del mismo, porque la particularidad del sistema de la lengua es que no hay elementos positivos, sino relaciones diferenciales entre los signos, un signo se define simplemente por su oposición a otros signos. Por ende, la idea principal que se desprende es que la lengua es una totalidad en donde sus elementos se hallan en relación, y donde las identidades son siempre un efecto de esas relaciones que componen la totalidad.
Este esquema de totalidad relacional o estructura diferencial va a ser recuperado por parte de otras disciplinas sociales y principalmente por el estructuralismo a mediados del siglo XX, por aquello que fue mencionado anteriormente como el “giro lingüístico”. Y esto nos conduce a Althusser, quien en cierta medida retoma en su propio estilo, este esquema estructural en el interior del mismo marxismo realizando una fuerte crítica a las posiciones empiristas que basaron sus análisis en “evidencias”, es decir, en aquello que pareciera como natural, no problemático, y que produce identificación y reconocimiento. Es por ello que para Althusser fue imprescindible volver a problematizar qué es una sociedad.
En “Ideología y aparatos ideológicos del Estado” sostuvo que es necesario partir desde el punto de vista de la reproducción de las relaciones de producción para poder conceptualizar la estructura social, ya que partir del paradigma de la producción propio del marxismo clásico no sirve para dar cuenta de su complejidad. Si bien afirma que en los propios textos de Marx, ya existe un concepto más complejo de totalidad social distinto de la “totalidad hegeliana”; la hora de pensar el modo de producción es preciso abandonar la metáfora tópica del edificio cuya base o estructura (fuerzas productivas, relaciones sociales de producción) determina a las demás instancias superestructurales ( jurídico- política, ideológica etc.), puesto que no deja de permanecer en un plano meramente descriptivo, y por tanto no puede dar una respuesta acerca de los diferentes “índices de eficacia” que poseen las demás instancias en una sociedad. En este sentido, Althusser plantea que el problema de tomar muy en serio esta metáfora es la imposibilidad de pensar el nivel superestructural como aquello dotado de una materialidad, es decir, como una realidad que produce efectos concretos. De allí que el marxismo bajo este “lenguaje tópico” no pueda explicar cómo se produce la reproducción de lo social. La teoría de la ideología por un lado, viene a dar una respuesta a ese vacío teórico que dejó gran parte del marxismo, y por otro lado a producir una nueva noción de estructura más compleja.
Es sabido que el Estado es ubicado en la tópica marxista dentro de la superestructura, es decir como un reflejo de algo que sucede en otro lado, y al mismo tiempo (bajo la ideología empirista), sólo es concebido desde sus formas meramente represivas.
Lo que sugiere la teoría de la ideología es que hay algo que se ve mucho menos, ciertos efectos que son menos inmediatamente accesibles, formas no represivas del Estado, que sin embargo hacen a la reproducción del sistema. Existen formas más bien productivas para hacer que los “hombres marchen solos”, esta idea se puede sintetizar en la frase: la ideología produce sujetos. En primer lugar porque posee una existencia material, es decir sólo existe en los aparatos ideológicos del estado (AIE), en palabras del propio Althusser: “ Se ve así que el sujeto actúa en la medida en que es actuado por el siguiente sistema (enunciado en su orden de determinación real): ideología existente en un aparato ideológico material que prescribe prácticas materiales reguladas por un ritual material, prácticas éstas que existen en los actos materiales de un sujeto que actúa con toda conciencia según su creencia.”[1] En este sentido, no habría algo así como una “esencia” de lo ideológico, pues ello sólo puede ser conocido por sus efectos, concretamente en prácticas sociales que se desarrollan en las instituciones (tanto públicas como privadas).
En segundo lugar, porque la ideología es una estructura que posee su propio modo de funcionamiento, y como tal es “eterna”, no en un sentido trascendental (puesto que solo puede haber ideologías históricas), sino más bien como aclara el autor, transhistórico, ya que no hay nada por fuera, ni antes ni después de la ideología, los sujetos para ser sujetos siempre ya están en la ideología. Esto nos sugiere que la instancia ideológica también forma parte de una estructura que ahora aparece más compleja y que tiene su propio modo de “determinación” o eficacia.
Tal idea puede ilustrarse mejor con la noción muy sugerente de “sobredeterminación”. Althusser en su libro “La revolución teórica de Marx” critica fuertemente el principio de simplicidad subyacente en el proceder filosófico hegeliano; que tiene que ver con reducir la totalidad y la diversidad infinita de una sociedad históricamente dada, a un principio interno simple, o sea, a una forma abstracta de la conciencia (el Espíritu absoluto). Esto es, el esquema hegeliano de fenómeno- esencia o "verdad de..." que suele replicarse en el marxismo más “vulgar” bajo la contradicción simple de capital- trabajo. En oposición a esta lógica de pensamiento, Althusser sostiene que ya en los análisis políticos del propio Marx "hay una nueva relación entre nuevos términos" puesto que por un lado existe una determinación en última instancia por la estructura económica, pero también una autonomía relativa de las instancias de la superestructura con una cierta eficacia propia. Desde el momento en que se reconoce esto, ya se puede pensar en que hay una sobredeterminación que es irreductible a un fenómeno puro. En este sentido, Althusser sostiene siguiendo a Engels, que existe una "acumulación de situaciones (surgidas de las superestructuras y de circunstancias particulares nacionales e internacionales) sobre la determinación en última instancia por la economía." [2]
El punto fundamental del planteo de Althusser es el de rechazar cualquier enfoque simplista que parta de un centro, lo cual sugiere la idea de una totalidad sobredeterminada siempre ya dada de un sinnúmero de circunstancias y contradicciones, es decir, determinaciones concretas con orígenes y sentidos heterogéneos que se afectan unos con otros, claro que con diversos niveles de eficacia, donde la preponderancia de alguno de los niveles depende más bien de la contingencia histórica y las condiciones estructurales de las cuales emergen. Ninguna de estas determinaciones es exterior a las otras, ya que todas juntas constituyen una totalidad compleja e inmanente.
No obstante, en “Hegemonía y estrategia socialista” Laclau siguiendo a Althusser también formula la pregunta por la totalidad y retoma fielmente la definición de lengua enunciada por Saussure, como sistema relacional de diferencias. Sin embargo lo que no pudo pensar Saussure fueron los límites del sistema, es este punto el que le interesa problematizar a Laclau.
En el libro anteriormente mencionado, Laclau retoma el concepto de sobredeterminación propuesto por Althusser, del cual destaca la posibilidad de entender lo social como un orden simbólico, es decir como una realidad estructurada y sobredeterminada muy diferente de las lecturas basadas en la lógica de las esencias y las apariencias. Sin embargo, rápidamente realiza una crítica sobre este concepto. El problema que encuentra Laclau en esta concepción es su incompatibilidad con la noción de “determinación en última instancia por la economía”. Al respecto señala lo siguiente: “el problema es que si “la economía” es determinante en última instancia para todo tipo de sociedad, debe también definirse con independencia de todo tipo particular de sociedad; y las condiciones de existencia de la economía deben también definirse al margen de toda relación social concreta. Pero si las condiciones de existencia se definen haciendo abstracción de toda relación social, su única realidad es la de asegurar la existencia y el papel determinante de la economía, es decir, que son un momento interno de la economía como tal. O sea, que la diferencia no es constitutiva.” [3] y agrega más adelante: “Si la economía es un objeto que puede determinar en última instancia a todo tipo de sociedad, esto significa que, al menos en lo que se refiere a esa instancia, nos enfrentamos con una determinación simple y no con una sobredeterminación.” [4]
En referencia a estos párrafos, si bien no está explicitado en el planteo de Althusser que el concepto de “determinación en última instancia” por la base económica haya sido concebido a nivel universal, lo que sí queda claro, es que el autor está pensando en la formación social capitalista, y así mismo, el haber mantenido esta expresión supone que claramente existen eficacias distintas de estas instancias en una sociedad. Por lo tanto, esto no significa que aquello que determina en última instancia no esté sobredeterminado también, no hay una contradicción allí, porque la idea de sobredeterminación implica tal como aclara Althusser, que todos los niveles se afectan entre sí, sólo que es necesario, políticamente hablando, no perder de vista que no todos tienen la misma capacidad de determinación o el mismo nivel de eficacia. En otros términos, no todos valen lo mismo; por eso sería al menos injusto juzgar este planteo como esencialista o racionalista.
No obstante, a partir de la relectura del marxismo que realiza Althusser a través de la categoría de sobredeterminación, Laclau en su interpretación de la misma, termina colocando al pensamiento de Althusser dentro de un marxismo esencialista que tan enfáticamente se dedicó a criticar. Lo que Laclau mayormente rechaza de esa relectura es que esta idea de totalidad social termina cayendo en una aporía estructuralista donde lo social tiende a tener demasiado peso sobre lo político. Para salir de esta clausura de la totalidad de nuevo, en su propia lectura, Laclau, opta por diferenciarse de Althusser y seguir otro camino a través de la formulación del concepto de articulación.
Pero antes de pasar al concepto de articulación, es importante mencionar que éste surge a partir del interrogante sobre los límites del sistema. Laclau comparte con el paradigma estructuralista la concepción de sociedad como orden simbólico. El problema que encontró en esta corriente fue el de haber sustancializado la estructura del discurso y otorgado una primacía al signo (la clausura estructural). Por eso su pregunta por la totalidad social es relevante en la medida en que se produce al mismo tiempo, la pregunta fundamental por el límite de esa totalidad, poder formular aquello que Saussure dio por sentado, esto es, ¿cómo se construye la sistematicidad de la lengua? o de otra forma, ¿cómo se produce el interior de un sistema?
En primer lugar, puede responderse esta pregunta volviendo al concepto de articulación, el cual implica una sobredeterminación de unas identidades por otras, no hay elementos positivos o “puros”, sino que existe una “presencia de unos sobre otros” que impide fijar su identidad de antemano ya que su carácter es siempre relacional.
A diferencia del concepto althusseriano, aquí no habría una determinación en última instancia por la economía, de lo que se trata más bien, es de una totalidad discursiva articulada que incluye siempre ya un elemento heterogéneo que le impide cerrarse. Esto se debe a que la articulación en una cadena discursiva de elementos que vienen a ser significantes, se produce sobre una infinitud de “significantes flotantes” que exceden la capacidad de significación discursiva justamente porque existe una proliferación de significados. Laclau plantea siguiendo a Lacan, que el significado está perdido, y por tanto lo que hay es una cadena infinita de significantes.
Ahora bien, si no es posible fijar el significado de una identidad, ¿qué es lo que sostiene la significación? la respuesta es: el significante, o dicho más exactamente, es el efecto retroactivo del significante el que crea el significado dada la imposibilidad de una representación adecuada de la totalidad como totalidad plena.
Esta idea puede ilustrarse mejor en su obra “Misticismo, retórica y política”. En este libro el interés de Laclau está puesto principalmente en la deconstrucción de la retórica que realiza Paul de Man en su obra, y que tiene que ver con la extensión de la retoricidad a todo el lenguaje como un aspecto constitutivo del mismo, a partir de lo cual se rompe con la noción de referencialidad siendo que no existe algo así como una literalidad última de las palabras. En relación a esta idea, Laclau agrega que en realidad este movimiento retórico se hace extensible a todo el campo social, en la medida en que el lenguaje es indisociable de toda experiencia social. La hipótesis de este libro es que se trata de un proceso de retorización generalizada propio del “movimiento político- tropológico” de la hegemonía.
Laclau expresa esto último con una cita de De Man en la cual hace referencia al orden del número: “No puede haber uno sin cero, pero el cero siempre aparece bajo la forma de un uno, de un algo [(some) thing]. El nombre es el tropo del cero. El cero es siempre denominado un uno, pese a que el cero es, en realidad, sin nombre, “innombrable”.” ”[5] Es decir, la función del cero como elemento radicalmente heterogéneo respecto de los demás números, es la de retotalizar al sistema del número y como lugar vacío (“innominable”) pasa a ser el lugar de la plenitud, se halla en una tensión entre el adentro y el afuera del sistema (entre la equivalencia y la diferencia), puesto que se constituye como la condición de posibilidad y de imposibilidad a la vez del mismo, es “imposible pero al mismo tiempo necesario”. El movimiento tropológico de la retórica tiene que ver precisamente con este proceder retotalizador, a partir del cual, Laclau siguiendo a De Man, señala que existe un desdibujamiento entre las figuras retóricas que se manifiesta en el pasaje de la metáfora (sustitución) a la metonimia (desplazamiento o continuidad), de ésta última a la catacresis y así sucesivamente. En consecuencia, se rompe con la clásica oposición entre metáfora y metonimia, dado que la metáfora no es pura, sino que siempre está sobre un fondo de metonimia. La hegemonía con su efecto retotalizante, oscila entre la metonimia y la metáfora.
Ahora bien, ¿cómo se traduce esta lógica en la estructura social? Laclau lo expresa de este modo: “Para empezar, la condición de toda sutura hegemónica es el no- cierre constitutivo de todo sistema de significación política. La sistematicidad del sistema, su cierre- que es la condición de significación en un sistema, como el de Saussure, cuyas identidades son meramente diferenciales- coincide con la determinación de sus límites. Estos límites sin embargo, sólo pueden ser dictados por algo que está más allá de ellos. Pero como el sistema es un sistema de diferencias, de toda diferencia posible, este “más allá”- que debe ser heterogéneo con el sistema a los efectos de cumplir verdaderamente su función de cerrarlo- carece de la condición de una verdadera heterogeneidad si consiste en una diferencia más. Esta última estaría, en cierto modo, suspendida entre su pertenencia o no- pertenencia al sistema.”[6] Y un poco más adelante agrega: “Es sólo si el “más allá” del límite tiene el carácter de una exclusión que su rol como límite es restaurado y con ello la posibilidad de emergencia de un sistema completo de diferencias”.[7]
Es decir, políticamente hablando, en primer lugar existe en este planteo la necesidad de que hubiera una exclusión, de fundar un “exterior constitutivo” que defina la identidad del sistema entre la lógica de la equivalencia y la diferencia, entre lo mismo y lo otro. El problema sería en este caso, que la existencia de un exterior (aunque sea constitutivo) entra en contradicción con una estructura inmanente (no esencialista), en el sentido de que si bien, es un elemento interno del sistema, desde el momento en que tiene que volverse un antagonismo para construir la identidad del mismo, pasa por lo tanto a ser exterior, es decir, ya no es inmanente. En segundo lugar, Laclau resalta el carácter contingente de la identidad de la totalidad social, ya que es un producto de la lucha política. Sin embargo esto es lo que precisamente la vuelve inestable, sobre todo cuando se coloca a lo político en un plano ontológico de lo social, en palabras de Laclau: “(...) en el caso de la lógica hegemónica cualquier elemento interior al sistema puede encarnar una función hegemónica.” [8]
En este sentido considero necesario volver a retomar a Althusser con el objetivo de comparar los efectos políticos que se pueden derivar de ambas propuestas. Es factible pensar que el hecho de haber sostenido el concepto de “determinación en última instancia” por la economía no esté en contradicción con el de sobredeterminación ni tampoco se constituyó como un límite para éste, quizás la mirada de Althusser esté puesta ante todo en la estructura porque es necesario no dejar de preguntarse por las condiciones concretas y estructurales que habilitan ciertos espacios y momentos para la política (y otros no), ya que de lo contrario, no se estaría hablando de una contingencia histórica sino más bien de una arbitrariedad. Y esto es lo que termina sucediendo en el esquema formal de Laclau, al restarle importancia a los contenidos (históricos e ideológicos), se corre el riesgo de no poder diferenciar políticamente entre esos contenidos (por ejemplo, entre una articulación hegemónica de derecha y una de izquierda).
Al respecto, es preciso decir que no cualquier significante puede ocupar el lugar del significante vacío, es decir, puesto que no hay jerarquías estructurales, no todas las diferencias se encuentran en el mismo nivel. Este problema fue considerado posteriormente en la obra de Laclau “Emancipación y diferencia”, en donde menciona que en ciertos momentos históricos particulares lo que hace que una particularidad (una lucha política particular), cumpla con el papel de representar a la totalidad imposible es “el carácter desnivelado de lo social”, por eso señala: “No toda posición en la sociedad, no toda lucha es igualmente capaz de transformar sus contenidos en un punto nodal que pueda tornarse un significante vacío.”[9] No obstante, no desarrolla mucho más esta idea en su análisis, tal vez porque complica un poco su argumento dado el estatuto ontológico que le otorga a la política, es decir, por su carácter inherente a la vida social.
Por ello mismo puede resultar muy útil volver a retomar la propuesta teórica de Althusser, quien sostuvo que: "[...] la "contradicción" es inseparable de la estructura del cuerpo social todo entero, en el que ella actúa, inseparable de las condiciones formales de su existencia y de las instancias mismas que gobierna; que ella es ella misma afectada, en lo más profundo de su ser, por dichas instancias, determinante pero también determinada en un solo y mismo movimiento, y determinada por los diversos niveles y las diversas instancias de la formación social que ella anima; podríamos decir: sobredeterminada en su principio."[10]
Se puede pensar a partir de una relectura de Althusser, que su teoría social y política siendo interpretada sobre fenómenos particulares, situados histórica y coyunturalmente, posee ciertos elementos que pueden captar la complejidad de lo social, y a la vez permite advertir que existen diferencias en los modos de hacer política. En comparación, en el planteo de Laclau en el movimiento de retorización generalizada, este aspecto no está especificado, si bien, es posible advertir ciertas diferencias en los modos de hacer política ya sea si se trata de un movimiento metafórico o metonímico, más bien la política aparece como algo que siempre está garantizado, a la vez que vuelve frágil la sistematicidad del sistema, porque no tiene demasiado en cuenta que aquellas luchas particulares que encarnan o pretenden encarnar el universal son también producto de una estructuración social y por eso mismo no todo particularismo es igual, y mucho menos lo son los diferentes modos de hacer política.
BIBLIOGRAFÍA:
Althusser, L. “Contradicción y sobredeterminación” en La revolución teórica de Marx, México, Siglo XXI, 1987.
Althusser, L. (1979): Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988.
Catanzaro, G.; Ipar, E. Las aventuras del marxismo: dialéctica e inmanencia en la crítica de la modernidad, Gorla, Buenos Aires, 2003.
Laclau, E. (1985): “Más allá de la positividad de lo social: antagonismo y hegemonía” en Hegemonía y estrategia socialista, FCE, Argentina, 2004.
Laclau, E. “Política de la retórica” en Misticismo, retórica y política, Buenos Aires, FCE, 2000.
Laclau, E. “¿Por qué los significantes vacíos son importantes para la política?” en Emancipación y diferencia, Buenos Aires, Ariel 1996.
Saussure, F. Curso de lingüística general. Selección de fragmentos. Varias ediciones.
[1]Althusser, L. (1979): Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988.
[2]Althusser, L.: “Contradicción y sobredeterminación” en La revolución teórica de Marx, México, Siglo XXI, 1987, p. 92.
[3]Laclau, E. (1985): “Más allá de la positividad de lo social: antagonismo y hegemonía” en Hegemonía y estrategia socialista, FCE, Argentina, 2004, p. 135.
[4]ibídem, p. 136.
[5]Laclau, E. “Política de la retórica” en Misticismo, retórica y política, Buenos Aires, FCE, 2000, p. 65.
[6] Ibíd., p. 67.
[7] Ibíd., p. 68.
[8] Ibíd., p. 69.
[9]Laclau, E. “¿Por qué los significantes vacíos son importantes para la política?” en Emancipación y diferencia, Buenos Aires, Ariel 1996, p. 81.
[10]Althusser, L.: “Contradicción y sobredeterminación” en La revolución teórica de Marx, México, Siglo XXI, 1987, p. 81.
Mariela Ramos Corvalan
Estudiante de Sociología por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Sus indagaciones suelen atravesar la relación entre las ciencias sociales, la filosofía y la política. Campos de interés generales: estructuras sociales y lingüísticas, ideologías, feminismo, identidades políticas, modos de subjetivación.