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No a la guerra










Numerosos poetas de diversas regiones del mundo, indluido Ces le Mhyte, director de Refugios, salieron en los diarios de Italia. Por causa del encuentro La soglia, organizado por el Piccolo Museo della Poesia, con sede en la Catedral de San Cristóforo (Piacenza, Italia), en contra de la guerra entre Rusia y Ucrania.

Gracias, muchas gracias a la Vida por esta posibilidad, que reafirma a la vez el compromiso y la responsabilidad de siempre con la palabra.










En el encuentro La soglia, organizado por el Piccolo Museo della Poesia, con sede en la Catedral de San Cristóforo (Piacenza, Italia). En contra de la guerra entre Rusia y Ucrania, en directo, vía on line, con retransmisión en pantalla grande en la entrada de dicha Catedral.

En representación de Argentina, Ces le Mhyte (César Cejas) recitó "La injusticia" del poeta español Dámaso Alonso. Junto a otros poetas de diversas partes del mundo, como por ejemplo las queridas Lucilla Trapazzo (Suiza-Italia), Dalila Hiaoui (Marruecos), y Allison Edge Coke (Estados Unidos) recibieron el afecto, la empatía y el.sostenido aplauso del público presente.


«LA INJUSTICIA ¿De qué sima te yergues, sombra negra? ¿Qué buscas? Los oteros, como lagartos verdes, se asoman a los valles que se hunden entre nieblas en la infancia del mundo. Y sestean, abiertos, los rebaños, mientras la luz palpita, siempre recién creada, mientras se comba el tiempo, rubio mastín que duerme a las puertas de Dios.

Pero tú vienes, mancha lóbrega, reina de las cavernas, galopante en el cierzo, tras tus corvas pupilas, proyectadas como dos meteoros crecientes de lo oscuro, cabalgando en las rojas melenas del ocaso, flagelando las cumbres con cabellos de sierpes, látigos de granizo.

Llegas, oquedad devorante de siglos y de mundos, como una inmensa tumba, empujada por furias que ahíncan sus testuces, duros chivos erectos, sin oídos, sin ojos, que la terneza ignoran.

Sí, del abismo llegas, hosco sol de negruras, llegas siempre, onda turbia, sin fin, sin fin manante, contraria del amor, cuando él nacida en el día primero.

Tú empañas con tu mano de húmeda noche los cristales tibios donde al azul se asoma la niñez transparente, cuando apenas era tierna la dicha, se estrenaba la luz, y pones en la nítida mirada la primer llama verde de los turbios pantanos.

Tú amontonas el odio en la charca inverniza del corazón del viejo, y azuzas el espanto de su triste jauría abandonada que ladra furibunda en el hondón del bosque.

Y van los hombres, desgajados pinos, del oquedal en llamas, por la barranca abajo, rebotando en las quiebras, como teas de sombra, ya lívidas, ya ocres, como blasfemias que al infierno caen.


...Hoy llegas hasta mí. He sentido la espina de tus podridos cardos, el vaho de ponzoña de tu lengua y el girón de tus alas que arremolina el aire. El alma era un aullido y mi carne mortal se helaba hasta los tuétanos.

Hiere, hiere, sembradora del odio: no ha de saltar el odio, como llama de azufre, de mi herida. Heme aquí: soy hombre, como un dios, soy hombre, dulce niebla, centro cálido, pasajero bullir de un metal misterioso que irradia la ternura.

Podrás herir la carne y aun retorcer el alma como un lienzo: no apagarás la brasa del gran amor que fulge dentro del corazón, bestia maldita.

Podrás herir la carne. No morderás mi corazón, madre del odio. Nunca en mi corazón, reina del mundo.» Dámaso Alonso
































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