La barca fondea en la bahía
MITOLOGÍAS
Los gatos me asustaron muchos años
como la rueda gigante y las montañas rusas de los parques.
La niñez con mascotas y juegos
fue una casa cercada con hierros.
Forja de Vulcano. Palacio de Minos.
¿Cómo se habita un volcán en erupción permanente?
¿Cómo se desafía a Teseo?
¿Cómo se desalienta a Ariadna?
Tal vez rodeando con historias la indefensión.
¿Cómo sobrevivir Minotauro?
¿Cómo rescatar, hoy, el ronroneo y el vértigo?
*****
Ícaro volando
A Alejandro Michel
¡Qué peso el de la ingravidez! Sucede que, por un momento -no importa cómo lo midamos-, quedamos suspendidos. Lo que sorprende, un poco después -no importa cuándo suceda, ¡pero sucede!- es que la altura quema. Caemos.
Arriba la presión corrompe las coordenadas -las que no fueron previstas, las que enfocan la mirada: huellas en desorden - que permite el resplandor fugaz..
Los ojos van cayendo. El cuerpo se relaja y deja que las pupilas se contraigan y dilaten la revelación:
Que los párpados amortigüen la pendiente. Que las pestañas filtren el tránsito.
Que el rostro se haga cargo.
Una sonrisa se precipita: la desobediencia.
Se derrite la cera. La sombra del padre se aleja. Ícaro ya no es Ícaro.
Se liberan tus alas. ¡Ícaro! ¡Vuelas!
Hay ruidos profundos. Crujen los cartílagos. Los músculos duelen. Hay extensiones de arterias que se abren. Y se desangran.
En el centro un abismo se prolonga. Y salta. Y juega. Y nos destruye. Se abren los sentidos. Un soplo. Un respiro.
Llegamos. (Llegamos).
*****
Casandra habla.
Deambula su voz fantasma
sobre las calles amuralladas.
Troya, su ciudad,
la ignora.
Hay ecos sin resonancia.
Galopes nocturnos de madera, letal.
El sol se pone extramuros.
La luna no puede detener la emboscada.
Yo, Casandra, corro
descalza, desnuda.
Yo, Casandra, dejo mi boca
entre estas piedras.
*****
El agua abre círculos
bajo el rostro de Narciso.
El reflejo sostiene su mirada
y la recorre.
Muestra un cementerio,
un orden de lo ancestral.
Rostro y reflejo se funden
como el hierro en la fragua.
Narciso no se reconoce
en esa alquimia.
Una geografía de espasmos
describe su lucha.
El recuerdo de pútridos naranjos
y retorcidas herrumbres
desarma su belleza.
En sus ojos, la muerte.
Negadora.
Familiar.
*****
BIBLIOMANCIA
Paolo y Francesca leen.
¿Qué texto los incluye y los pierde?
Saben que están en el infierno.
Allí los gestos del amor,
la escritura de la desobediencia,
sus voces que anulan cualquier traición.
*****
El catalogador enamorado
(En 2017 en la Sala del Tesoro de la Biblioteca Mariano Moreno Juan Carlos Sánchez Sottosanto descubre el fragmento de un poema amoroso)
Es de mañana en la Sala del Tesoro de mi Biblioteca.
Es también un juego de esta historia que se niega al anonimato.
O es quizás la botella al mar que interrumpe mi naufragio.
Un fragmento escrito en el siglo XV tensa el rigor de mis inventarios.
Siento en mis manos el espesor de las nervaduras de estas cinco hojas de palma.
Si pudiera entrar al Reino de Kotte. Pero Ceilán ya no es Ceilán.
No fui el escriba. No fui su amada. Nada sé de su lengua.
Sin embargo me escriben. Y yo enmudezco.
Nunca sabré cómo el pasado nos espera y llega.
Hoy soy el albacea de una pasión todavía intraducible.
*****
¿Alguien sabe lo que esconde esa hebra
tomada en la ladera más lejana
del país de la seda?
¿El sopor de las tazas
precipita en Oriente
ceremonias que se vengan
del sabor del tiempo?
Tampoco eso será revelado.
Cuando una gota toque la lengua
y la garganta abra paso a lo desconocido
otro ritual escandirá las borras,
otra taza compartirá el desconcierto,
otra lengua probará los vestigios:
la restauración de lo inacabado,
las palabras en suspensión permanente.
*****
MINIATURAS
Piso la línea
divisoria
y acerco, con mi pie,
ese vacío
que aparece infranqueable.
…
Me acerco al arroyo
y dibujo,
en su orilla,
la opacidad
de la sed.
...
Desato entre los dedos
una imagen que recorre
esa historia
siempre postergada.
…
Inscribo en los bordes
mi voz pausada.
Recorro,
en el abismo,
la palabra
que me nombra.
…
El trazo de mi escritura
tambalea.
Mi mano arrastra
la letra
que se quiebra.
…
Una pluma se posa
y mis dedos toman
una piedra.
Vuelo sobre una palabra
que se cae.
…
Escribo
en el desierto,
con precisión de calígrafa,
el grano de arena
que precipita
la tempestad.
…
El lugar del rescate:
el punto equidistante
que corta el hilván
donde alguna vez
bordaron mi nombre.
…
La barca fondea en la bahía.
Suelto los remos.
Veo cómo se mece la tierra.
Cómo el cuerpo aquieta las aguas.
…
Me veo cosechera,
recolectora golondrina
de palabras
sueltas.
…
El estornino
interceptó
mi mirada.
Juntos supimos
que una tormenta,
rápida y liviana,
filtraba
el aire.
…
Tomé de tu espalda
el roce de mis manos.
En tu piel,
brújula vikinga,
imanté mis naufragios.
…
Roen estos días
las miradas
de un mundo
que se abandona
al silencio.
…
Mis caderas se dislocan.
Algo anuncian estos huesos que,
al romperse,
enturbian el equilibrio
de las mareas.
…
Cómo decir que miro
el horizonte y
que es mi cuerpo,
frágil e indomable,
el que regresa.
…
Las mañanas se precipitan
sabor de mate amargo,
notas a pie del mundo.
Carpe Diem. Memento Mori.
Lengua de gatos que se frotan
sorbiendo la intimidad del paisaje.
…
Las puertas se entornaron
y con ellas el paso silencioso
del instante aquél.
Después el golpe,
intrascendente,
de las elucubraciones.
…
Se sucede la llanura
inmutable
y en su mirada
nuestro viaje
es infinito.
…
Las noches tienden al sueño
o al exilio.
Tropiezan en los pies
imágenes inenarrables.
…
Sé que he estado
esperando esa señal.
Un gesto que ilumine
las huellas.
…
Hay un nudo
que interrumpe
la palabra
que puede cambiar
todas las coordenadas.
Esa venda en la herida
que impide
la cicatriz.
…
Acaricio la memoria
y encuentro en ese roce
la rugosidad, el pliegue.
Una lengua que saliva
el envés de la mirada.
…
Salto,
lebrel herida,
la trampa
de las certezas.
…
Un cuerpo se rebela.
Yo tomo de él,
con manos ciegas,
una ofrenda
que me niega.
…
Guardo en ese cajón
una carta olvidada,
unas manos rotas.
Un trazo
inconcluso
en la memoria.
…
Dos gestos buscan
Perpetuar el mundo:
una brazada, una huella,
las pendientes de un cuerpo
que vacila.
…
La flor del hibiscus
Regresa a nuestras vidas.
Penetra en lo abierto,
cálida y roja,
su anhelo inexorable.
…
Volcanes extintos nunca.
Rumor de mar, olas peregrinas.
Aves migratorias que traen,
con sus alas,
la sal, la sed, el fuego.
…
La baraja en mis manos
es solo un arcano desorientado.
Una proyección
de la fe perdida.
…
Cercar con palabras
la ausencia.
Sintonizar el cuerpo cálido
de la espera
con el hiato de la voz.
…
Unto mis yemas,
acaricio el lienzo.
Lo que allí sucede
enciende los cuerpos.
…
Encendí con un fósforo
el tronco nudoso de un árbol caído.
Olvidé que adentro me esperaba,
encendida, una estufa.
La intemperie y el cobijo y el fuego
de la soledad.
…
La línea se rompe
y en los fragmentos
se tensa, entera,
esa pausa.
El hoy.
…
¿Dónde pegar la rabia?
¿Dónde descargar el golpe?
¿Dónde olvidar que nada pasa?
¿Adónde volver si ya somos los idos?
…
La gata mira, desde su atalaya,
cómo todo sucumbe.
Su cuerpo toma las formas
del presente.
Y acomoda, en los escombros,
la huella de la reconstrucción.
…
Unto mermeladas en la tarde.
Siento cómo los pasos
se dulcifican.
Cómo una voz que sacia
unta mi lengua.
…
Toco espacios que duelen.
Son escoriaciones del paisaje.
Arterias de una geografía
en descontrol.
…
En el interior de esta fábula
los monstruos sucumben.
Montan en espejismos su eficacia.
Azuzan, en el desierto, un oasis
que denuncia su emboscada.
…
La piel es un bordado de latidos:
ovillo punzante en el ojo
del mandala.
Un centro que muerde la vida,
un borde que ladra a la muerte.
…
Migraron los graznidos agoreros.
El día se estrena en esta mansedumbre.
El pronóstico anuncia cielo despejado.
Volaremos bajo.
El aterrizaje está enunciado.
…
Configuro, cual rabdomante,
una fuga a las noches del desierto:
al arpón del escriba,
al mito de la adormidera,
al dulzor untuoso del dátil,
al raspón de la primera huella.
…
Pistas falsas
La necesidad de creer
Me dejan lamiendo
Un espejismo.
El rostro que dibujé
En el aire.
…
En altamar los barcos zozobran
sin amarras.
Esa noche supimos
que elegir el naufragio
era llegar a la orilla.
Marcar con la última brazada
otro horizonte del adiós.
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Selección de poemas de la poeta, escritora y docente Alejandra Boero
Alejandra Boero
(Rafaela, Santa Fe, Argentina,1968).
Es poeta, escritora y profesora de Lengua y Literatura. Colaboradora en los Ciclos de Poesía, en las ediciones de los años 2018/2019, de E.R.A. (Escritores Rafaelinos Agrupados) y en la organización del Festival de Literatura de Rafaela, también en la edición 201/8/2019, y en las revistas Cine y Literatura (Chile) y eXtramuros (Uruguay) con reseñas sobre libros y películas. En 2019 asistió al taller de Javier Galarza. Actualmente, es coeditora, junto a Alejandro Michel, del exquisito blog de poesía Gilgamesh.
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