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Mentiras blancas

Luz Marus

Electricidad era el título de este relato. Se le había ocurrido a él. Esperaba que mi editor esta vez no me lo cambiase. Me mandó un audio y se escuchaban sus risas: “Me encantó, Luz, es lo mejor que escribiste. Me reí mucho. Tiene mucha vida. Hay cosas que uno se puede imaginar que fueron verdad y otras, tu frondosa imaginación. Pero te voy a cambiar el título, lo siento. “


Me dijo cuál sería el nuevo título. Sentí un golpe en el pecho que no esperaba, otra vez.


Reconozco que no era el mejor título del mundo. Pero tenía su encanto. Electricidad fue lo que sintió cuando sin querer le rocé la mano para sacarle un arroz de sushi que le había quedado en el buzo. El pensó que había tenido el impulso de tocarlo, por primera vez, así de la nada. Tal vez sea cierto y el arroz fue sólo una excusa. Si hubiese tenido enfrente a un tipo que no me gustase, hubiese ignorado ese arroz. Los rasgos obsesivos no son lo mío y no me hubiese molestado para nada que un tipo cualquiera siguiese hablando con un arroz de sushi en su ropa. Jamás me hubiese arriesgado a la confusión.


¿Cómo le pondrías de título al relato de nuestra primera cita? Me preguntó. Le di mi respuesta. Me dio la suya. Recordé a mi amiga la noche anterior contándome cuando conoció a su novio: "Sentí un rayo cuando nos tocamos sin querer. Un rayo, amiga. Un rayo." Después, ella se refería a "el rayo" ya sin explicar qué era. Estaba hablando de cualquier otra cosa y decía: "Pero yo sé que el rayo no vuelve en la vida" Y después mientras contaba de sus deudas y otros asuntos: "Pero el rayo, viste, el rayo." Me la imaginaba haciendo un trámite en Banco Galicia y deslizando esa frase entre sus quejas: "No puede ser! Yo hice el depósito y no está, el rayo, ustedes me tienen que dar una explicación!" Y el tipo pensando: "¿Qué rayo?". El rayo eléctrico que te atraviesa pocas veces en la vida.


La charla con mi amiga había sido un sábado a la noche, en mi balcón, mientras me insistía para que la acompañase a romperle el auto a su novio-marido porque él estaba con amigos en Brasil pasando su cumpleaños pese a que ella le había advertido: "Si te vas, es el fin."


Ella iba por el cuarto trago y el segundo atado de cigarrillos. Yo le preguntaba: ¿No tenés ganas de empezar a ser más racional, más tranquila, en este momento de la vida? Ya no tenemos catorce años. Ya no nos encontramos los fines de semana en la casa de nuestras abuelas para salir de fiesta. Ya no tenemos toda la vida por delante. ¿No tenés ganas?

Ella me interrumpía: "Mirá las fotos que subió el pelotudo en Instagram!" Yo agarraba un cigarrillo y lo prendía de manera tranquila. No soy fumadora, pero la nueva yo lo necesitaba para poder decir esos textos de aparente parsimonia.


Aristóteles elogia las pasiones. Pero dice que la Razón, siempre tiene que ser la jefa. No dice "la jefa" pero sabía que ese término a mi amiga le gustaría. ¿No querés que La razón sea tu jefa?


Ese sábado en mi balcón, entre mis suspiros de tranquilidad, pensaba en vos. En nuestro próximo encuentro de la noche siguiente. Sabía que ese sábado estarías con otra. Habías tenido la pésima idea de la sinceridad conmigo a pesar de que yo te había aclarado que eso era descortés.


Te había largado nuestra frase tan argentina: "Si la vas a hacer, hacela bien."

Lo intentaste y me gustó porque te salió verosímil. Mandaste algunos mensajitos desde la supuesta premiere en la que estabas con unos socios de justamente, Brasil: "¿Qué tal? ¿Cómo la estás pasando con tu amiga?" Te quise por eso. El hombre quiere a la que más le miente, pensé.


El rayo. Electricidad. Trato de explicarle a mi amiga que esas locas que rompen autos están muy bien para las series, pero que la vida real necesita otras cosas.


Una vez en una clase de teatro teníamos que interpretar a una loca de Tenesse Williams. Podíamos armar ese personaje como quisiéramos: de la manera que cada una se imaginase a una loca desesperada.


El profesor en su devolución nos dijo: "Bueno, vimos distintos tipos de personajes de locas acá. Natalia por ejemplo, hizo la loca con los pelos revueltos que grita y rompe cosas. L, en cambio, hizo a la loca que canta bajito en un rincón una canción infantil. A mí me daría más miedo la segunda.”


Una semana después de ese sábado aconsejando a mi amiga que no sea la loca de las series que rompe autos, me di cuenta de que yo era la loca 2 que canta en un rincón llorando una canción infantil. Esa daba más miedo. La segunda. El tema es que a mí no me gusta ser la "segunda."


El domingo siguiente me quise hacer la canchera: "Bueno, sí, las parejas abiertas pueden estar bien: Simone de Beauvoir y Sartre...podría ser, no estaría tan mal. Además, como me dijo mi otra amiga: yo también podría hacerlo...con ese que me gusta de ojitos verdes y pestañas largas." Me interrumpiste con un: "Mejor te llevo a tu casa."


Pero no. Soy más Sofía Loren y Carlo Ponti tomando cafecitos en París pensando en su nueva obra. Fellini y Guilietta Massina, que sólo actuó para él y por él. Me acuerdo de Fellini ganando un Oscar. Sus primeras palabras: “Non piangere, Guiletta, per favore, non piangere." Y la cámara tomaba a Guillieta llorando. El mejor momento de los Oscars, el único más real que la piña de Will Smith.


Electricidad. El rayo. En el primer título pienso en ese colega y su novela casi del mismo nombre. En el segundo pienso en Deborah del Corral.


Volvíamos de cenar y te pedí si me dejabas manejar el volante de tu auto automático. Así aprendí a manejar a mis cinco años en el auto de mi padre, de madrugada, siempre de madrugada.

Enamorarse es reconocer y recordar, olor a infancia, te había dicho. No lo decía yo, sino los creadores del psicoanálisis. Nunca me había pasado. ¿Miento? Nunca lo sabrás. Si vas a mentir, mentí bien. Que sea creíble y por el bien de todos. Mentiras blancas.

Mientras manejaba el volante y vos tenías miedo de que chocase autos estacionados pero aún así confiabas en mí, sonó un tema en la radio. Lo confundimos con otro. Lo raro es que lo confundimos con el mismo los dos. Empezaba con tres acordes que deben ser los tres acordes básicos de casi todas las canciones. Podría haber sido cualquier otro tema. Los dos pensamos en el mismo. No te pareció tan rara la confusión. A mí me pareció rarísima.


El rayo eléctrico. Ese título le podríamos poner al relato sobre nuestro primer encuentro.

Me viene la frase de Cortázar: el personaje de Oliveira en Rayuela: "Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio."


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Fotografía: Sergio Levin


Luz Marus


Escritora, periodista, conductora de tv y radio. Fundadora y Directora de las revistas Una más y La Porteña. Fue conductora del programa de tv ¿En qué bar?, por canal (á) y fue una de las conductoras del programa radial Políticamente incorrectas, que se emitió por Radio de Salón. Es autora de las novelas La amante de Stalin, Tu última lolita y Terrorismo emocional.


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