El coraje de vivir
El Tao en el primer cuarto del siglo XXI
Por Luz Marus
En estos tiempos de extremo exhibicionismo, me puse a leer el “Tao Te Ching”. Ese libro fascinante que escribió Lao Tsé allá por el año 700 a.c.
Siempre supimos que el poder de la seducción reside más en lo que no se muestra y en lo que no se dice. Pero hoy pareceríamos haber olvidado esta máxima.
Lao Tse, en el capítulo uno, nos intenta explicar el Tao y nos dice:
“Su identidad es el misterio y en este misterio, se halla la puerta de toda maravilla.”
En los primeros años del siglo XXI fuimos perdiendo la capacidad de seducción y de cortejo. Tomarnos un año o dos para seducir y ser seducidos, hoy a cualquiera le parecería una locura. Sin embargo, en ese tiempo, de espera, de pequeños actos tímidos, de renuncia y arrojo, parecería existir la verdadera magia; el arte de percibir a un otro particular más que exponernos a un otro en general.
Es en esa danza, en ese ir y venir, entre palabras, imágenes y silencios, donde nos vamos descubriendo las almas.
Lao Tse nos pone el ejemplo de lo blando y flexible contra lo duro e inflexible.
El humilde poder del agua, que con su persistencia, paciencia y suavidad va derritiendo a la roca.
Nos dice el Tao que el verdadero poder es el que se ejerce sin que se note.
Dice Lao Tse:
“De los buenos líderes, no se nota su existencia.
A los no tan buenos, la gente los honrará y alabará.
A los mediocres, les temerán.
Y a los peores, les odiarán.”
Cuando se haya completado el trabajo de los mejores líderes,
La gente dirá: lo hemos hecho nosotros.”
El Yin es el silencio, la pasividad, la receptividad, la suavidad y flexibilidad,
en palabras actuales: el perfil bajo.
El Yan son elementos más activos, la velocidad, la inquietud, la productividad, la agresividad, la dureza, la rigidez. Ser más rápido y mejor. La competencia.
Lo ideal sería mezclar ambos, aunque, en la cultura occidental, se prioriza el Yan por sobre el Yin.
El agua se adapta, es flexible, es suave y ahí radica su poder.
Un ejemplo podría ser, la diferencia entre remar y navegar. Remar es hacer fuerza irreflexiva, a veces contra la corriente. De ahí tantas comparaciones con la frase tan argentina: “Cómo me hiciste remarla”.
En cambio, navegar, es ir de acuerdo con el viento y las fuerzas de la naturaleza, percibiendo el afuera, los deseos del otro, los miedos, las fobias, la timidez, la tristeza, la inhibición y la pasión que toda inhibición esconde siempre.
El truco de navegar sólo es posible si realizamos el primer esfuerzo de desplegar la vela. Hay veces en las que sí hay que tomar acción y otras en las que no.
La sabiduría consiste en poder ver cuándo es el momento preciso para hacer y para no hacer. Rendirnos al flujo de la vida mientras nos movemos suavemente. A veces, contenerse es la respuesta más adecuada, hasta lograr percibir el momento indicado. Para esto, es preciso estar muy conectados con nuestra intuición y con el ritmo de la Naturaleza.
El tao le da un valor supremo a la Naturaleza. En el capítulo veinte nos dice:
“La gente sólo se distrae. Sólo el sabio piensa. Sólo yo doy cabida a la duda, no copiando lo que otros hacen, como un recién nacido que aún no sabe sonreír;
Sólo yo soy un ermitaño intratable y aburrido.
Sólo yo soy diferente a todos los demás, porque aprecio a la madre naturaleza, que me nutre.”
El Tao también nos habla de la Impermanencia:
“Lo único permanente es el cambio.” Algo que también afirma Heráclito con su “No te bañaras dos veces en el mismo río” o Parménides con su:“Nada es. Todo está siendo.”
Decirnos: “Esto también pasará” cuando no estamos pasando un buen momento, nos tranquiliza. Ahora, ¿qué pasa cuándo estamos siendo muy felices y no queremos que ese momento termine nunca? En ese caso, sólo podemos aferrarnos con alegría al momento presente.
Por eso, atesoramos esos momentos. Algunos, incluso, los escribimos y tratamos de convertir nuestra vida entera en una obra de arte.
Y para terminar, la frase más conocida de Lao Tsé:
“Un hombre con coraje exterior se atreve a morir; un hombre con coraje interior, se atreve a vivir.”
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