La aridez y el manzano

Del ente al existente.

Un camino de perdida, de extrañeza y de música arrancada a la desolación.

Y el resultado es una representación de voces ya difusas, ya inexactas, ya empañadas en el espejo de la naturaleza.

Esta arqueología sobre la aridez de lo real se anuncia como grito primitivo en Urgencias de encierro (Ediciones La yunta, Buenos Aires, 2020), la nueva obra de la poeta, ensayista y psicoanalista Cecilia Elsa Collazo.

La realidad tal y cual se la transita, no es más que un entramado de artilugios, en la cual se recibe el calor de un refugio diminuto. Hasta que aparece la cosa en sí, lo que acontece sin más, y traspasa las porosidades del lenguaje, y se revela oscuro fenómeno.

Aquélla apuesta noética por ocultar las falencias de la comunicación humana se desgrana ante la concreta presión de una realidad tormentosa, de un rayo impartido desde el fondo del desierto.

Así, la Pandemia aparece como la cosa que se come el cuerpo, sus invenciones, sus esperanzas, hasta la poesía.

Sin embargo, como persistencia de lo imposible, la fuerza exegética de Collazo trae frutos nuevos del árbol del habla, trae una donación inaudita de pliegues amorosos asentados en el fondo del Dasein.

Como peces de ciudad, los versos de Urgencias de encierro surcan ese oleaje obsesivo del nombrar y lo nombrado, ese pasaje fangoso del ente al existente, ese dolor cristalino de representar a la muerte y sus muertos.

La feminidad poética de Collazo se resiste al desasosiego, al abandono, a lo desértico de la cosa pandémica.

Acaso sea la condición de posibilidad de condenar el encierro a una irrealidad infinita, de horadar un futuro pasado.

Ecce comu.

Tras las huellas de la rabia, la piel que se habita aflorece de nuevo.

La estructura de la lluvia se presenta definitiva, pero sus columnas reverdecen.

Buenos Aires, 2021.

Ces Le Mhyte (César Cejas)