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Luz Marus

Todo por un balcón

A los pocos minutos de vernos, sentados frente a frente en el box de The Oldest, sentí el impulso de agarrarle las manos y elogiarle los anillos. Así empezamos la charla. Le pregunté qué significaba cada uno. Se sorprendió de que supiera que cada anillo significaba una historia. El más llamativo y aristocrático, me llevó a la historia de su padre. Era un anillo que su padre le había legado, junto con todo lo demás. El segundo, nos llevaba a la época en que lo habían mandado a la casi guerra contra Chile con dieciocho años y había estado tres veces cerca de la muerte. El tercero, era de la mujer que había sido más importante para él hasta ese momento. “Esa chica con la que te conté que llegué a un pico, a una meseta, espiritual…” Le hice un gesto para que se callara. Sabía que el pico al que se refería tenía que ver con los orgasmos y el tantra y todo eso de lo cual me había hablado. Se dio cuenta de que no daba contarme nada más. Mi cara encerraba la frase: “¿Y todavía lo usás? ¿Sigue siendo tan importante para vos? ¿Te sentís unido para siempre a esa mujer?” Sólo dijo: “Fue hace muchos años.” Y cambió de tema.

Era un anillo de plata, grabado con la frase en inglés: “Desde el fondo de mi alma”, en su dedo meñique.

Seguimos hablando durante horas. Él decía que yo era todo lo que había soñado. Que cada cosa que decía era lo que justamente querría escuchar de una mujer. En un momento hizo el ingenioso chiste: “A vos te mandaron Los Simuladores. ¿Dónde está Lampone?”

Le estaba contando algo que no recuerdo y noté que sus gestos iban cambiando hacia lo que parecía un éxtasis. Hice un silencio. Hizo un suspiro, y en vez de decir algo, me agarró la mano y me puso el anillo en mi dedo anular de la mano izquierda. El anillo grabado en plata que había sido tan importante para él. Lo miré en mi mano. Quedaba hermoso. En ese momento pensé que era un gesto muy inteligente, muy acorde y muy hábil como para decirme: “Mirá cómo no sólo me desprendo de este anillo que te dio celos, sino además te lo regalo a vos, que sos mi nueva mujer importante.”

Pensé que lo correcto, desde la moral, sería decirle: “Jaja gracias, me queda muy lindo, pero es tuyo y de esa mujer importante. No me pertenece, gracias.” Pero yo también soy hábil así que dije para mis adentros: “Ya está, no me lo pienso sacar, salvo que me lo pidas y no te vas a atrever a pedírmelo así que es mío.”

La charla siguió por horas, con cuatro Bellinis de durazno acordes a su apellido italiano.

La despedida fue dulce. Me dijo todo lo que yo hubiese querido escuchar de un hombre.


Esta noche, en el balcón, mientras miraba la copa del árbol y agradecía, jugaba con el anillo. En un momento pensé: “Ay, no debería estar jugando con el anillo justo en la baranda del balcón, mirá si se me cae, este anillo que es tan importante para él y que tuvo el hermoso gesto de regalármelo o prestármelo en un impulso de audaz caballerosidad.”

Ese fue el último recuerdo que tengo del anillo. Horas más tarde, cuando salí a comprar unos chocolates, me miré las manos y no lo tenía. Me asusté, me angustié, me preocupé, pero jamás recordé qué había hecho con el anillo. Pensé que en un gesto automático lo habría dejado en el lavabo del baño, o en mi habitación, o al lado de la computadora.

Seguí caminando hacia el kiosco, tranquilizándome, pensando que seguro tendría que estar en mi casa. Que apenas llegaría lo buscaría y lo encontraría. Me culpé por perderlo por unos minutos. Lo necesitaba otra vez en mi mano. Caminé a paso de bicicleta desde el kiosco hasta mi casa. Subí las escaleras corriendo.

Apenas entré me puse a buscarlo por toda la casa. Recorrí cada rincón en el que había estado. No aparecía. Traté de hacer memoria. No había recuerdos, ni imágenes, de haberme sacado el anillo para nada.

El último recuerdo del anillo, fue mientras jugaba con él en la baranda del balcón.

Entonces increpé a mi Inconsciente: “¿¿Le tiraste el anillo de su antiguo amor por el balcón?? ¡¡¡Sos capaz!!!”


Jamás recordé qué había hecho con el anillo de manera consciente. Pero algo me dijo que mi ser más profundo, oculto, tenaz, celoso sin reparos, tiró el anillo de la otra a la mierda desde un tercer piso.


Este hecho dio lugar a mi intento de justificación. Antes de volver a verlo tenía que inventarle algo creíble sobre el anillo para cuando no lo viera en mi mano. Algo que no lo hiciera enojar. Algo que no me haga quedar como una celosa irracional a la cual domina su inconsciente.

Entonces le escribí: “Guardé el anillo en una cajita, para no perderlo. Te lo voy a devolver en su momento, cuando tenga mi verdadero anillo: Un anillo dedicado y grabado desde vos especialmente para mí.” Otra treta de mi intrépido inconsciente: Algo que en principio iba a ser sólo una excusa para ocultar que había perdido su objeto preciado sin que me rete, terminó en una declaración de matrimonio.


Soy presa de un animal salvaje dentro de mí, me rindo ante esa bestia hermosa, mucho más inteligente que yo.-



Fotografía: Sergio Levin


Luz Marus

Escritora, periodista, conductora de tv y radio. Fundadora y Directora de las revistas Una más y La Porteña. Fue conductora del programa de tv ¿En qué bar?, por canal (á) y fue una de las conductoras del programa radial Políticamente incorrectas, que se emitió por Radio de Salón. Es autora de las novelas La amante de Stalin, Tu última lolita y Terrorismo emocional.

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