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Ana Maidana

La personalidad manifiesta y la personalidad nueva

En esta oportunidad, me gustaría que reflexionemos acerca de la personalidad que se manifiesta en lo escrito. Personalidad del escrito devenida de la personalidad del escritor y aquí, claro, comenzamos a poner en juego ciertos temas que pueden generar controversia. De forma inmediata pienso en que, al fin y al cabo, todos los temas generan algún tipo de controversia al ser palpados por distintas miradas. Entonces, prosigo de esta manera: cuando hablamos de personalidad, aparece un yo, aparece una forma bien definida, una fragmentación del ser, podríamos llamarlo ego. El ego como una construcción de historias y pensamientos que se sostiene a través del tiempo. El ego como una síntesis de la historia y el hacer de una persona que precisa diferenciarse, separarse del todo y expresarse. De esto se desprende que cuando leemos unas palabras, podemos deducir la historia, la emoción, el sentir de quien las escribe. La musicalidad, el sonido de las palabras que utilizamos no es accidental, más bien es la expresión directa de ese sentir particular. Es la corporalidad (la palabra, en este caso, como cuerpo simbólico) de lo que quiere ser dicho, ya filtrado por la razón y transmitido, de manera posterior, con esa forma. La personalidad es la que deja ver, como si fuera el foco de una linterna que ilumina un cuarto oscuro, una pequeña parte de quienes somos.

Es así como creo que las nubes de pensamiento son filtradas por nosotros, decodificadas por el lenguaje y, ese flujo de pensamiento está alimentando el yo que nombrábamos antes, el yo requiere de ese pensar para sobrevivir y para seguir pensando. Ese yo sería como una gran bolsa en la que cargamos historias, creencias, traducidas a “yo escribo así”, “yo siento así”, “a mí me gustan estas palabras”, “a mí no me gusta este género”, “yo disfruto con esto”, podríamos concluir con un determinante “yo soy así”. Vamos creando un mapa de cómo creemos que somos y lo sostenemos como si fuera algo rígido, estático. Seguimos escribiendo con filtros antiguos creados en experiencias del pasado.

Este yo construido suele ser un factor limitante en el desarrollo del escritor. “Yo no escribo poesía”, me dijo uno de los alumnos del taller literario que coordino. Me decía que él no podría imaginarse escribiendo poesía, pensaba que no le gustaba y que no era algo que le podría interesar. Se definía a sí mismo como cuentista. “Yo soy cuentista”. Cuando vivió la experiencia de la poesía en el momento presente, abatiendo sus prejuicios, se dio cuenta de la satisfacción que le generaba en contraste con su creencia. Empezó a deambular por los recovecos poéticos que se manifestaban ahora en su vida, comenzó a pasear entre metáforas y versos y una nueva personalidad se instaló: “Yo soy poeta”.

No estoy diciendo que a quienes no les gustaba algo antes, ahora les va a gustar, me refiero a la oportunidad de abrirse hacia nuevas personalidades y nuevas maneras de escribir, porque tal vez, estemos siguiendo patrones inútiles en este tiempo, digo inútiles porque corresponden a experiencias del pasado. Tal vez, nos estemos perdiendo la maravillosa oportunidad de movernos en nuevas maneras de ser que están pidiendo jugar.

La reflexión, en este punto, es sospechar qué hubiera pasado con las grandes personalidades si se hubieran permitido jugar en otras latitudes. Pienso en Bukowski, por ejemplo, cómo hubiera escrito si hubiera decidido correrse por un momento de esa pose de escritor maldito, de esa alta exhibición de vicios. En Borges, claro, tan correcto y mental siempre. Nunca escribió una novela. Borges decía, “Yo creo que hay dos razones específicas: una, mi incorregible holgazanería, y la otra, el hecho de que como no me tengo mucha confianza, me gusta vigilar lo que escribo y, desde luego, es más fácil vigilar un cuento, en razón de su brevedad, que vigilar una novela”. Las preguntas inmediatas: Si Borges no se tenía confianza, entonces, ¿Quién podría sentirse confiado con lo escrito? ¿Se requiere confianza para escribir una novela? Y si él era holgazán, con su extensa obra en poesía, cuentos, ensayos, libro de viaje, guiones de cine. Si él era holgazán, cuando escribía donde fuere y leía todos los días, ¿Qué nos queda a nosotros? El hecho es que no escribió una novela y él mismo se excusaba, me permito opinar, porque de haberla escrito hubiera sido una manera de tener razón con que era el mejor escritor de todos los tiempos. Esas menudas excusas poco fundadas aparecían ante la amenaza de la consagración evidente. ¿Hubiera significado salir de la “penumbra”? (“A los otros les queda el universo; / a mi penumbra, el hábito del verso”). Su humildad (y su creencia “yo soy humilde”) no lo podría admitir. Cuando le preguntaron qué era la humildad, respondió: “En mi caso, una forma de lucidez. Prefiero, como los japoneses y los chinos, que los otros tengan razón. Detesto las polémicas”.

¿Qué hubiera pasado si se encontraba con que era un excelente novelista? (y en mi opinión, no tengo dudas de que hubiera sido así). ¿Qué hubiera pasado con él si hubiera explorado la sexualidad en sus escritos? ¿Y si hubiera atravesado esa barrera pulcra y erudita? No lo sabemos, estamos jugando a imaginar y estas no son más que preguntas que sirven para pasar el tiempo, sin ninguna razón ni expectativa con encontrar la solución. En ese sentido, estos cuestionamientos nos sirven, si es que para algo sirven estas preguntas sin respuestas comprobables, es para darle la venida a nuevos pensamientos que hasta ahora no se habían atrevido.

La invitación de este artículo es, al fin, la propuesta para el escritor de probar distintas emociones, la des-personalización, abrirse a la emoción insólita, vencer la trinchera de la propia personalidad y divagar con esas palabras y formas que nos lleven hacia puertos ignorados. Aunque luego elijamos volver al inicio, aunque comprobemos que ese no era el camino, la experiencia está hecha y habremos expandido los muros intrínsecos del lenguaje y sus facetas, habremos creado una personalidad nueva.-




Ana Maidana

Coach Ontológico Profesional y escritora. También es miembro activo de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores). Publicó un libro de cuentos breves "Manzanas Maduras y otros relatos" (2009). Formó parte de la Comisión Directiva de la SADE de Escobar (2009-2016). Participó en una antología junto con 16 escritores de la SADE: "La Magia y los Poetas" (2012). Formó parte del jurado en el concurso literario "Ernesto Sábato" organizado por la SADE de Escobar (2012). Coordinó un taller de Expresión en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (2013). Participó del 9° Congreso Nacional de Escritores en la ciudad de Córdoba (2015). Este año (2017) se sumó a la Comisión Directiva de la SADE Central. Coordina el Taller Literario "El Pasaje" en Escobar, además coordina un programa virtual de Escritura Creativa "Escalón Rojo". Actualmente, coordina un taller para escritores en la SADE Central. Se dedica a asistir a escritores en el proceso de sus obras literarias con sesiones personalizadas. Tiene dos libros inéditos: un poemario dramático, "Carmelo", el otro es un poemario pronto a editarse, "Pausas de madera" .




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