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  • Lukas Barfuss

“El teatro va a sobrevivir a la novela”

Entrevista a Lukas Bärfuss

Por Fabián Soberón

Lukas Barfuss nace el 30 de diciembre de 1971 en Thun cerca de Berna/Suiza, donde vivió su niñez. Después del colegio, trabajó en diferentes oficios. Entre otros, como comerciante de libros. Desde 1997 trabaja como dramaturgo independiente y autor de prosa y como autor de teatro en Zurich. Junto con Samuel Schwarz ha fundado en esta ciudad el grupo teatral 400asa. Hoy día es una de las voces más aclamadas de la nueva literatura alemana.


Entre sus premios y reconocimientos, se encuentran: Beca de la Fundación Lydia Eymann, Langenthal (1993), Premio de Fomento ZKB (Zurich, 2000) por "Medeää". 214 Bildbeschreibungen"(Medeää. 214 descripciones de imágenes), Premio Cultural de la ciudad de Thun (2001), Galardón Cultural de la ciudad de Zurich (2002), Galardón Literario de la ciudad de Berna (2002), Premio al Mejor Libro del Cantón Berna (2003), Invitación de la Productora de Basilea de "Die sexuellen Neurosen unserer Eltern" (Las neurosis sexuales de nuestos padres) a las Jornadas de Teatro de Mülheim (2003), Dramaturgo Nuevas Generaciones en la encuesta de críticos de la revista "Theater Heute" (2003).


Koala y Cien días, son novelas editadas en nuestro país gracias al sello Adriana Hidalgo editora.



Fabián Soberón: El suicidio es un asunto que ha sido trabajado por la literatura desde los inicios. ¿Por qué te interesó a vos trabajar esta cuestión en la novela Koala?


Lukas Barfuss: Hay un trasfondo biográfico importante, que fue el suicidio de mi hermano. Esto me tocó y me llegó en un momento en que me estaba cuestionando muchas cosas en mi vida y también estaba cuestionando muchas cosas en la literatura. De todos modos, creo que si hubiera sido algo meramente biográfico, no hubiera escrito sobre el tema. Pero coincidieron en ese momento algunas cuestiones históricas, literarias y las biográficas. Es cierto que la historia del suicidio es muy larga, tanto en la literatura como en el debate filosófico, pero de todos modos cuando le toca a uno en lo personal, uno tiene la sensación de que es la primera persona en la vida que experimenta algo así. Y esa contradicción que existe entre la experiencia personal y el legado cultural, es algo que de todos modos siempre me interesó. Y también es cierto que, en realidad, toda la literatura que existe a uno no le sirve de nada, no es una ayuda. Y es cierto que uno si se maneja en un plano teórico o filosófico, puede llegar a comprender e incluso a aceptar, de alguna manera, el suicidio como la última posibilidad de un hombre libre. Pero cuando a uno le toca en términos personales, tiene la sensación de que todo eso es solo algo de lo que habla pero que está vacío de contenidos.


FS: Me gusta el lugar que tiene en la novela el ensayo como género. Creo que podemos leer una extraña forma de tratado biológico sobre las relaciones entre el hombre y el animal (koala).


LB: Yo no tenía en realidad tanta conciencia de que podía ser algo tan poco frecuente. Porque para mí la novela siempre fue algo muy abierto. Es posible que ahí yo tenga un concepto equivocado de lo que es la novela. Walter Benjamin, en su ensayo sobre Leskov, el narrador, dice que la novela es la máxima etapa de extrañamiento del narrador. Yo creo que esta forma de extrañamiento en mi obra, en realidad, no tiene mucha relevancia. Yo siempre traté de escribir en base a mi experiencia. Y eso parece ser una contradicción, ya que el ensayo no siempre recurre a la experiencia personal. Lo que intenté es poner en el centro de este libro, mi pregunta personal y también mi dificultad para comprender (de índole muy personal). Eso tiene como corolario que todo no sucede en un plano novelesco o ficcional. En realidad, también, en mi biografía literaria, mis lecturas, me topé con libros en los que el ensayo ocupaba un lugar importante. Por ejemplo en el caso de Moby Dick de Melville, en donde la mitad del libro es un tratado sobre la caza y captura de las ballenas. O por ejemplo en Stendhal o Tolstoi, hay una serie de ensayos muy amplia. Y me parece que la reducción de la novela contemporánea a una forma, así como del aula cotidiana, es una suerte de regresión. Y después hubo una larga época en la historia de las ideas occidentales, en la que los filósofos no estaban separados de los escritores. Pienso en los presocráticos, en particular en Parménides, que es un filósofo que me interesa mucho, en donde estaba vinculada la literatura y la filosofía. Quizás volvamos, en algún momento, a una etapa en donde la literatura, la poesía y la filosofía no estén separadas.


FS: Quiero volver a la pregunta en donde señalaba la idea del tratado biológico entre el hombre y el animal.


LB: Creo que eso es algo que se encuentra en mi obra en general. Y creo que el estado de una sociedad también se puede evaluar según la relación que establezcamos con los animales. Y creo que las contradicciones que existen en las sociedades occidentales, se reflejan en las relaciones que tenemos con los animales. Además, creo que las futuras generaciones tendrán un juicio muy duro en la relación con los animales. Pero es solo una parte. La otra parte, que es la que me interesa más, es la muestra de que vivimos en un planeta que tiene una esfera que no podemos penetrar. La esfera de los animales es algo que está ahí, impenetrable, pero a la vez siento que eso constituye una provocación para nosotros. Y esa provocación, tiene que ver con el hecho de que ellos simplemente están en casa, no separados de su entorno, y creo que la experiencia humana consiste en percibir la separación de ese entorno. Y creo que esa separación es, a la vez, un requisito para que sea posible el pensamiento, nuestra conciencia. Esto aparece en muchos mitos del surgimiento humano, por ejemplo en la religión cristiana, en donde comer de una fruta del conocimiento, implica también ser desterrado de la propia casa, de esa fusión y de esa conexión. Y una de las hipótesis de Koala, es justamente que ese miedo que los animales no conocen, conduce a una agresión sobre ellos, porque los animales pueden vivir sin ese miedo. En alemán existe un verbo muy particular, que significa dos cosas a la vez: por un lado significa ocuparse o acercarse a algo, pero si uno lo lee literalmente parece contradictorio porque lo que quiere decir es separar. En algún sentido es parecido a la idea del análisis, que es de ocuparse y de separar en partes a la vez. Esta compulsión que tenemos, a no poder ver las cosas de manera integral y de tender a separarlas, es característico en nosotros, y eso genera extrañeza. Por ejemplo, en la mesa, siempre vemos la taza, el plato, la cuchara, los objetos aislados, y de alguna manera eso hace que nos veamos a nosotros de manera aislada.


FS: Como una mosca que hurga en el estiércol, el narrador se mueve en la podredumbre de la existencia. Dice: "apenas uno se amigaba con la nada, la muerte perdía su poder".


LB: También la palabra “podredumbre” en alemán, es un concepto muy interesante, y no sé si el español tiene también esa ambigüedad, porque por un lado la palabra se usa en el sentido de ser perezoso, no solo como podrido, sino como inactivo, como perder el contorno externo. Por ejemplo, si una manzana se pudre, es como si comenzara a pasar a su entorno. En el libro es como que la persona pierde ese contorno, que no está bajo la presión que solemos padecer. En la sociedad hay muchos aspectos que podemos relacionarlos con esta “podredumbre”, con ese ocio productivo. Hace mucho tiempo, en Alemania se utilizaba esa palabra con una connotación positiva, que para poder llegar a pensamientos ricos no había que hacer nada. Eso es algo que va desapareciendo. Quiero contar una anécdota. Ayer estábamos en una milonga, con un muy buen ambiente y bella música, y en la mesa de al lado había un señor con dos damas, pero él estaba desentendido, chequeando sus mails. Cuando veo ese tipo de situaciones, parece que el hombre moderno no puede hacerse uno con su entorno, que se siente amenazado. Que siempre estamos impulsados por una neurosis de estar haciendo algo. Quizás para resumirlo, creo que esto tiene que ver con una adoración al trabajo que hay en la actualidad. En otra época, trabajar era un castigo. La idea de ir más allá del mundo, estaba vinculado con ausencia de trabajo. Ahora no nos podemos imaginar que vamos a ir a golpear la puerta a San Pedro para pedirle trabajo, y que vayamos a cumplir nuestra jornada laboral de 8 a 17. ¡De ninguna manera! En nuestra sociedad occidental, no existe nada a través de lo cual podamos darle legitimidad que no sea el fruto de nuestro trabajo. Creo que hay una consecuencia en la sociedad burguesa de los últimos 300 años que lleva a pensar que para que todo siga funcionando tenemos que trabajar. Sin embargo, pienso por ejemplo en nuestros hijos en la actualidad, en donde los trabajos que realizarán no les garantizarán una buena vida, sino que no habrá suficiente trabajo para todos. Es bastante probable que la automatización aniquile gran parte del trabajo. Entonces tendremos que pensar cómo hacer para redistribuir esa productividad, preguntarnos qué vamos a hacer con las personas que ya no trabajan, qué va a ser de sus vidas. Hace poco, tuve una experiencia en las montañas de Suiza, viendo un ómnibus que iba desde la base hasta la cima de la montaña, donde la calle es igual todos los días y el chofer hace los mismos movimientos a diario, y pensé: ¡qué castigo para esa persona! ¡qué desperdicio de la creatividad del ser humano! Quizás si la sociedad automatiza todo eso, entremos a otra dimensión de la creatividad. Otro ejemplo es el de los ascensoristas que hay en el teatro San Martín, que se pasan haciendo lo mismo todo el día. Yo entré el otro día en ese ascensor, y sentí la necesidad de hablar que tenía la persona que aprieta el botón. Siento que a esas personas hay que liberarlas de ese tipo de trabajos. Pero quizás simplemente lo que esté haciendo en este momento es proyectar la neurosis de un europeo y su cultura del trabajo a todo el universo.




FS: La novela desactiva los lugares comunes y presenta una indagación sobre la presión del trabajo en la sociedad poscapitalista. En este sentido, la novela es filosófica.


LB: La otra cuestión sería la que tiene que ver con la ambición personal. Creo que ahí hice un recorrido en mi propia conciencia, en donde la mayor parte del tiempo consideré a mi actividad artística como un trabajo, donde volcando mis fuerzas y energías en eso, movía algo hacia adelante. Cuanto más fuerza invertía más lejos llegaba en ese movimiento, producto de esa relación causal. Aunque creo que en el arte las cosas pasan de otra manera. En alemán existe un dicho: “sin esfuerzo no hay premio” que sería algo así como “al que madruga Dios lo ayuda”. No sé si en español esta ambigüedad en la palabra premio existe, por un lado el premio que se obtiene y por otro el precio, que es la valoración que se paga por una mercancía. Ahora me llama la atención y tomo conciencia que esa frase, “que sin esmero no hay premio”, si no se pone esmero tampoco se llega a constituirse un precio. La vida humana en realidad no tiene un valor, que pueda ser aplicado o utilizado, sino que va por fuera de esta cuestión. Ahora también se me ocurre, vinculado con esto, una relación con el arte. No por poner mucha energía se logra llegar a una experiencia artística. En realidad sucede todo lo contrario. En Chile, la ambición es la muerte del arte, y la humildad es darle un espacio a lo divino, retraerse y dejar un espacio libre. Uno en realidad debe alejarse, dejar que las cosas sucedan.


FS: ¿La novela como género (hoy, para vos) tiene una función reflexiva? En este marco, ¿tiene sentido seguir hablando de novela?


LB: Siempre tuve la sensación de que uno toma ciertos géneros y después los redefine. En este caso, creo que la novela se encuentra en una profunda crisis. Y creo, y voy a dar un ejemplo, que si estoy en Suiza o Alemania en una librería y tomo un libro y comienzo a hojearlo, estoy muy seguro de que voy a encontrar un libro escrito en estilo indirecto libre. No sé cómo es la situación en América Latina, pero en las novelas alemanas, estadounidenses e inglesas, existe una hegemonía del estilo indirecto libre y eso me parece algo fatal. Hay que tomar conciencia en qué momento surgió este estilo indirecto libre, que fue en una época donde todavía existía una conciencia autónoma muda, y a ésta se le adosaba el autor que llevaba al habla pensamientos que no podía expresar. Esa conciencia autónoma ya no existe hoy. En esa tecnología de la información, comienzan a fusionarse diferentes conciencias. Tengo la sensación de que constantemente surgen distintos elementos de diferentes conciencias que se van uniendo en una entidad superior. Por eso, el estilo indirecto libre es una reliquia de una época pasada. Si nosotros no logramos crear formas literarias, estamos utilizando una forma muerta. Por eso Koala es un intento de mostrar, por un lado, una dispersión, y por otro lado de volver a reunir esos elementos dispersos. Es una suerte de narración por trozos, y, por otro lado, el estilo indirecto libre es consistente y se diferencia claramente de lo demás.


FS: La última, y muy relacionada con la anterior. ¿Cómo ves la relación entre la novela y el teatro?


LB: El teatro va a sobrevivir a la novela. Porque la novela está atada a la cultura burguesa, que va a desaparecer, y el teatro está atado a lo humano, y recién desaparecerá cuando lo haga el género humano. Me cuesta decir qué es lo que yo valoro más, aquello que es efímero o lo que existe por mucho tiempo. ¡Creo que ambas cosas son muy bellas!


Fotografía: Claudia Herzog








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