La felicidad de los cuerpos
LA FELICIDAD DE LOS CUERPOS
Novela
María Barrientos
Buco ediciones, Buenos Aires, 2017
La lectura de la felicidad de los cuerpos es una experiencia gozosa. Esa es la propuesta que parte de lo postulado desde el vamos en su título y que irá desplegándose de manera originalísima a lo largo de la novela: hay cuerpos, hay felicidad de los cuerpos, hay la felicidad. La postulación de estos existentes son una manera –entre otras cosas-de hacer también referencia al goce en la experiencia misma de su lectura.
En general, estaremos de acuerdo en que las referencias teóricas y las citas de autor suelen ser farragosas, pero en este caso, abordar La felicidad de los cuerpos vuelve pertinente acudir a Lacan y a su manera de reformular el Pienso luego existo cartesiano. La fórmula lacaniana plantea: Pienso dónde no soy, soy dónde no pienso, estableciendo la peculiar relación excluyente entre por un lado el pensamiento o saber inconsciente (la cadena de los significantes y los efectos de sentido que se articulan en dicho encadenamiento) y el goce (la vida, la existencia en su pura vibración). En la felicidad de los cuerpos, no hay narrador omnisciente, tampoco un narrador de baja intensidad. No hay narrador, así, sin más. No hay una instancia de un saber exterior a lo que acontece, ni rastros de que algo haya sido previamente pensado en algún lugar destinado al saber acerca de lo que allí transcurrirá. Nadie hay que sepa ni mucho ni poco acerca de los personajes, ni de la trama, ni de los porqué ni de los por cuánto. Los personajes no son guiados, están librados a sí mismos, a ir haciendo su propia vida mientras la van contando, y a hacerse cargo de su propia existencia; no hay instancia ni lugar para un comentario siquiera al margen o al pie de página. Los personajes están ahí, arrojados a su propia existencia y eso hará que el lector se sienta muy cerca de ellos, un poco voyeur, un poco perplejo, un poco incómodo pero sobre todas las cosas fascinado, enterándose de primera mano, quizá de lo que no debiera.
Hecha esta caracterización, sólo queda agregar que su lectura constituye una experiencia gozosa por toda la inteligencia que se despliega en ella, por el exquisito sentido del humor que tanto abunda, por tratarse además de la narrativa de una poeta y por sobre todas las cosas por el conocimiento piadoso del alma humana, o para ser más precisos, de las almas humanas tal como suelen deambular en nuestros días y por nuestros alrededores.-
Raquel Jaduszliwer