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  • Refugios revista cultural

“Para verme en escena”. Rapiña y los fragmentos del robo

Rapiña es una potente obra teatral escrita por Leandro Airaldo y Mariana Topet desplegada en cuatro piezas; cada historia sitúa un breve y preciso intervalo en la vida de dos personajes unidos por un lazo mortífero.

Ver Rapiña es, además, asistir a las emociones de un espectador que se expresa sin inhibiciones como algunos de sus personajes; el público suspira, solloza, siente alivio frente a las sensaciones que la obra suscita.

El estrago materno y la locura. La tortura verbal y la vulnerabilidad. El crimen desaprensivo.Todo cabe en la vida de estos seres sometidos a un robo subjetivo, despojados de lo más íntimo de sí. Atravesados por la excentricidad que los reúne- unidos allí donde la palabra que se ejerce no hace puente con los otros sino que por el contrario, expresa su función demoledora- exhiben la representación de un encierro de a dos, donde no hay salida posible.

Sur, la primera de las piezas, se destaca por la excelente composición de Sandra Franzen y el portentoso trabajo en contrapunto de Nora Rita Filmus. Ambas dan vida a esas mujeres que recuerdan a las criadas de la obra de Jean Genet: una tarea en común - la limpieza- tarea ininterrumpida durante todo el tiempo de la representación, realizada por Nélida, interpretada por Filmus.

Una geografía ya conocida, su evocación y una acción inesperada que libera la posibilidad de matar. Finalmente, el asesinato narrado como un hecho consumado, cercano a una acción trivial. Como las famosas hermanas Papin que mataron a las señoras de la casa en la cual servían por un reclamo intrascendente al cortarse la luz, en esta historia el crimen se expone sin consistencia, casi líquido, al modo de Zigmunt Bauman. Alcanza con lavarse las manos y curarse la leve herida de un dedo, para olvidarlo. Lo siniestro irrumpe no a partir del relato del asesinato, sino de la escucha del personaje de Nélida, ella es quien devela la verdadera locura del lazo, el desasimiento y la desafectación frente la acción criminal de un otro encarnado por Livia.

Sandra Franzen construye a Livia desde una interioridad desmesurada, con recursos expresivos inquietantes y refinados.

Nora Rita Filmus aporta a Nélida la fortaleza incorruptible que la convierte en esa partenaire necesaria para que el crimen quede despojado de su acción irreversible, sin castigo social.

Ambas actrices comparten el desafío de tener que abrir la escena fragmentada de Rapiña y lo resuelven de un modo impecable.


Bañera, la segunda de las piezas, recorre el asfixiante universo de una madre y su hijo quien acaba de regresar de un colegio religioso donde estuvo pupilo. La acción se desarrolla en el micro espacio de una bañera -construida en madera- material que provoca en el espectador la inmediata asociación con la caja mortuoria, el ataúd.

Ese espacio que aloja al hijo durante todo el tiempo de la representación, aloja también, los secretos inexpugnables de un vínculo atrapado en el deseo letal de la madre. La pieza expone la memoria del abuso realizado por quien debía velar por la integridad del joven, el sacerdote: memoria que también es sepultada en la bañera/ cajón, donde la infancia parece atrapada y recreada a través del impulso de la madre, en ese intento de actualización de la niñez del hijo perpetuado en el baño obsceno - es decir, sin pudor- como si fuera un ritual de reminiscencias bautismales.

Niñez irremediablemente perdida, no sólo por el paso del tiempo, sino por el abuso silenciado y posteriormente, no escuchado por la madre.

El personaje del rapiñero, interpretado con precisión por Marcelo Zegalo, hace aquí su intervención al modo de un coro en singular (es el único personaje de la obra cuyos desplazamientos y movimientos son flexibles, agazapados, es quien provoca también el movimiento de los objetos escénicos) recitando a modo de canon con la madre, fragmentos de cuentos clásicos infantiles y versos de Olga Orozco. Introduce el elemento exterior al encierro que propicia esta pieza, exterior que no se constituye salvo como elemento fantasmático.

Santiago Luna encarna con muy buen desempeño actoral y extrema sensibilidad al hijo, con un manejo adecuado de su gestualidad contenida siempre al borde de un estallido que no alcanza a producirse. Mónica Kerner, como la madre, resuelve con convicción y excelencia su rol, dotando al personaje de una extraña ternura, uno de sus logros en la composición del personaje.

Fotos es la tercera de las piezas que componen la totalidad de Rapiña.

El eje dominante de este fragmento, es la locura materna desplegada en un monólogo pertubador a cargo de Mariel Rueda quien da cuerpo con intensidad y compromiso actoral a una madre enajenada por la imagen infantil perdida de su hija, detenida en esas fotos que se esparcen en el piso. Fotos caídas de una escena mayor, a los que como espectadores sólo podemos imaginar, en este recorte dramático propuesto.

Irene Bazzano compone a la hija inmóvil, sentada frente al espectador exhibiendo sin palabras - únicamente apelando al registro escópico- ese cuerpo que contiene vida (el personaje muestra la evidencia de un embarazo avanzado) que mira y es mirado por el público en la búsqueda de una reacción que nunca llega frente la invasión y la castración materna (soberbia es la escena del corte de pelo, donde Bazzano se mantiene inmutable frente a la agresión mirando hacia la oscuridad de la sala).

El estrago materno, concepto acuñado desde el discurso psicoanalítico, atraviesa toda la pieza, Mariel Rueda compone a esa madre torturada y torturadora, en el límite indefinido entre el amor y el odio hacia su descendencia, expresada en la hija que sólo se asume padeciente en esa suspensión de la acción ejercida por el personaje frente a la locura que la rodea. Irene Bazzano se destaca en una composición arriesgada donde su cuerpo ofrece una resistencia fallida, explorado desde el recurso de la inmovilidad. Extraordinaria su mirada, los matices que desde ella propone, sostiene la obra desde una presencia ineludible, absolutamente convincente en una estupenda construcción.

Mariel Rueda debe luchar todo el tiempo con un personaje de difícil factura: tensar la cuerda de la desmesura a lo largo de toda la pieza, no es tarea sencilla; es excelente su actuación a partir de la precisión necesaria con la que opera para no transformarlo en un estereotipo.


Rapiña: Victoria Bilbao en Como las tarántulas

Como las Tarántulas, es la cuarta y última pieza de esta obra.

El estrago en la relación madre e hija, cierra Rapiña con un clímax impactante donde la victima de un modo casi clásico, se transforma en victimario, detentando un poder sobre el cuerpo ya devastado de la madre y conduciéndolo a la muerte mientras el espectador asiste a ese momento previo al crimen.

Con una estructura que regula la emoción y la empatía por el rol de la hija interpretado con virtuosismo por Victoria Bilbao, esa joven frágil, aniñada, con dificultades cognitivas visibles, el error en la palabra se desliza en este personaje construido por Bilbao. El espectador sin darse cuenta va identificándose con su vulnerabilidad hasta ese momento del final donde ejecuta su venganza.

Esta pieza es quizás la que logra la mayor crueldad vertiginosa, desde lo ajustado de su timing.

Doris Resen asume el papel de esa madre postrada pero feroz hasta el fin, logrando una estupenda composición en donde el cuerpo como desecho se erige en su debilidad ante los otros.

Con una puesta potente y certera, la dirección de Mariana Topet realza la belleza despiadada de esta obra.

Rapiña es la puesta en escena de un arrebato fragmentado, exposición a cuentagotas de un robo, drama interior del cual el mundo, seguramente, prefiere no saber.

El recuerdo de las palabras de Genet, se agolparon en mi memoria como el público a la salida del Teatro El Belisario:


Incapaz de decir lo que es el teatro, sé muy bien lo que yo le niego que sea: la descripción de los gestos cotidianos vistos desde el exterior. Yo voy al teatro para verme en escena, [...] tal y como yo no sabría —o no osaría— verme o soñarme y, sin embargo, tal y como sé que soy.



Teatro Belisario, 2018.

Alejandra Pultrone para Revista Cultural Refugios.

FICHA TÉCNICA

Rapiña

Escrita por Leandro Airaldo y Mariana Topet

Sur

Autor: Leandro Airaldo

Sandra Franzen

Nora Rita Filmus

Bañera

Autora: Mariana Topet

Mónica Kerner

Santiago Luna

Fotos

Autor: Leandro o Airaldo

Mariel Rueda

Irene Bazzano

Como las tarántulas

Autor: Leandro Airaldo

Doris Resen

Victoria Bilbao

Rapiñero: Marcelo Zegalo

Diseño de luces: Alejandro Vázquez

Escenografía: Valeria Pontoriero

Audio locución/musicalización: Natalia Sosa yAlejandro Marani

Fotos y diseño gráfico: Marcela Russarabian

Asistente de dirección: Marcelo Accame

Idea original y dirección: Mariana Topet

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