El ex poeta
“- Yo no sé si es el Palacio de Rambouilket;
lo que sí sé es que he visto entrar en él a mucha gente y de muy mala traza.
- ¡Bah! –dijo Guitaut soltando una carcajada-. ¡Serán poetas!”
(Alejandro Dumas: “Veinte años después”, Capítulo II)
“... mi hijo no juega a nada. Se pasa la vida escribiendo versos.
Supongo que se curará.”
(Daphne du Maurier: “Rebecca”, Capítulo XXI)
“¡Qué! ¿Los hidalgos componen versos? –preguntó Raoul con ingenuidad-.
Tenía para mí que esto era rebajarse”
(Alejandro Dumas: “Veinte años después”, Capítulo XXIII)
- Entonces pónganos tres cafés con leche y un té con canela –se dirigió Paco a la camarera, una chica rubia muy atractiva. Todo un acierto venir a este sitio; lo que no sepa Paco...-. Esperamos a otro compañero, pero vendrá dentro de un rato.
- Muy bien –la chica tomó nota de todo, acercó un cenicero a nuestra mesa y se marchó.
Mientras, ya estábamos sentados, esperando que Paco nos comentara el tema que nos había traído aquí: el problema con el suplemento cultural.
- Oye, Paco, buena cueva, ésta, ¿eh? –comentaba el otro Paco de la reunión.
- ¿Esto? ¡Esto es fenómeno, tío! Mira la pantalla del fondo: imagina ver al Madrid ahí cuando juega la Champions. Esto es formidable...
- De puta madre...
Yo era el más callado del grupo. Para qué engañarnos: estaba algo fastidiado. Bueno, para ser riguroso con los términos, más bien estaba bastante fastidiado.
- Ernesto, no dices nada. Estás muy callado, ¿no?
- ¿Yo? –contesté, volviendo de mis ensoñaciones-. Ando algo fastidiado.
- Bueno, no será por lo del suplemento, ¿no? Ahora os describiré cómo ha sido el tema.
- No, no es eso. Es más profundo, ahora después os cuento.
En ese momento llegó la camarera y comenzó a repartir todo lo que traía en la bandeja.
- Bueno, vamos al lío –dijo Paco, mirándonos a todos, mientras tomaba de su taza-. Como os comenté en el e-mail, el Suplemento se va a tomar por culo. Así, sin más, para qué vamos a andarnos con eufemismos.
- ¿Pero te dieron alguna razón? –pregunté.
- Hombre, me llamó al móvil la secretaria de Miguel (ya sabéis quién es Miguel) y me dijo que su jefe quería hablar conmigo. “Paco, no tengo buenas noticias”, comienza diciendo. “Bueno, pues entonces suéltalas cuanto antes”, le contesto, y me responde “Pues nada, que este domingo ya no se publica el suplemento”. “¿Que no se publica?”, le pregunté, y me contesta “hombre, Paco, ya imaginarás, hemos tenido una auditoría y el suplemento no resulta rentable, y todo lo que no es rentable debe ser eliminado, ya sabes cómo funciona esto…” –hace especial énfasis, con sus gestos, en que estamos ante una burrada antológica.
- … Siguiendo esa regla de tres –interrumpo yo-, recomiendo a los auditores que cierren el periódico entero, porque además de nosotros no sé quién más compra esa cosa tan mal hecha.
- Ja, ja, ja, ja –risotada general.
- Eso es lo que tenía que haberle dicho, pero me pilló en un mal momento. Que te llamen un viernes a las tantas de la noche, al móvil, para decirte esto, tiene cojones. Con la de gente que nos manda sus trabajos desde todos los rincones del mundo, ahora explícales esto.
- ¿Qué podemos hacer, entonces? –planteó el segundo Paco.
- Para eso os he reunido, para que pensemos qué hacer y que lo que sea lo hagamos todos juntos. Si nos vamos del periódico, si seguimos con las columnas de opinión, si seguimos con el suplemento en internet… En fin, lo que sea. Pero todos a una.
- Antes de eso, Paco –interrumpí nuevamente-, yo os quiero comentar algo que me atañe solamente a mí, y que no está motivado por esta burrada que nos estás comentando hoy. Y quiero que lo sepáis antes de que decidáis lo que sea sobre todo esto.
- Dinos –comenta Vicente, mientras todos me miraban con expectación.
- Yo lo dejo todo. Dejo todo lo que tenga que ver con la literatura. Los libros de poemas, los relatos, las novelas, los artículos en prensa y bueno, también pensaba dejar el suplemento, pero se me han adelantado ellos y el suplemento me ha dejado a mí.
- ¿Qué dices, Ernesto? –Paco estaba muy sorprendido. Todos me miraban con extrañeza.
- Sí, Paco, estoy muy cansado ya de tanta guerra. Estoy cansado de pordiosear por aquí y por allá. Estoy harto de las editoriales, estoy harto de las capillas literarias, estoy harto del periódico, estoy harto de las puñaladas de unos y otros. Menos de vosotros, estoy harto de todo este circo al completo. Han conseguido quemarme entre todos, y creo que, ya, hasta aquí llegué.
- Pero Ernesto, si ahora vas a sacar tu tercer poemario y estás en alza... –media Vicente, intentando que replantease mi decisión.
- Lo sé, Vicente, pero ya estoy harto de lo de siempre: del silencio de los grandes diarios de la ciudad, del tratamiento sólo a instancia de parte del nuestro, de las críticas sangrantes de nuestros colegas, de los menosprecios de algunos que creen que metiendo mitos griegos o hindúes por todos lados se hace poesía… De todo eso yo, ya, estoy muy harto. No tengo necesidad de todo esto, de pelear aquí o allí por una lectura poética importante: puedo seguir ganándome la vida como administrativo en el banco, sin más problemas, y a tomar por culo –me iba creciendo-. Esto de la literatura no me trae más que problemas, y ya sé cómo ponerle fin. Yo me jubilo.
- Vaya, con esto no contábamos... –comentó Pablo, sorprendido, mirando a los demás.
- Manolo, no quiero que penséis que estoy harto de vosotros, ya que sois lo poco bueno que me he encontrado en este camino. Pero yo ya no tengo más ganas de tantos quebraderos de cabeza. Paso a ser un ex-escritor. O, mejor dicho, un ex-poeta. Paso a la reserva.
Se hizo el silencio. Nadie esperaba esto.
Seguimos la reunión hasta las tantas de la noche, maquinando una acción conjunta. Aunque para mí fue la última reunión como literato en activo.
A partir de entonces pasé a ser, a todos los efectos, un ex-poeta. También un trabajador más respetado en el banco.-
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