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Ingrid Bergman, de Casablanca a Buenos Aires


Ingrid Bergman, de Casablanca a Buenos Aires

Alejandra Pultrone: En La furia del volcán, interpretás a la actriz sueca Ingrid Bergman en un período tumultuoso de su vida, cuando decide dejar Hollywood y su vida familiar para partir rumbo a Italia al encuentro del cineasta Roberto Rossellini. Ella puso el alma y el cuerpo a ese personaje inolvidable llamado Ilsa Lund, la protagonista de Casablanca, cuyo guión estaba a su vez basado en una obra de teatro. Quería preguntarte cómo fue para vos construir un personaje tan complejo, ya que al nombrar a Ingrid Bergman, no sólo recordamos a la actriz sino a sus personajes, a todos estos textos enlazados, es decir, su nombre está atravesado por muchas historias, reales y ficticias.


Marina Munilla: Para construir este personaje que es muy complejo -como bien vos decís- al estar enlazado con muchas historias, con muchos personajes que ella misma creó, me basé fundamentalmente en confiar en poder crear una mujer “normal”. Una mujer atemporal que sufre, que está condicionada por preconceptos y de la cual se esperan demasiadas cosas: que cumpla con su deber de madre, de profesional, de artista. En este caso, hay todo un pueblo exigiéndole todas estas premisas que por lo general, las mujeres llevamos a cuestas y con las que constantemente luchamos también para poder igualar nuestros derechos en relación con los hombres. Pensemos que la sociedad de los años '50 era sumamente machista. La dificultad de esta mujer en constituirse como tal y como individuo, era muy fuerte. La declaran persona no grata y eso la condiciona. Así comienza a replantearse muchas decisiones que había tomado anteriormente. Pero fundamentalmente me basé en construir una mujer con todos sus miedos, sus deseos y con su accionar como el de cualquier otra mujer que busca perseguir su deseo más profundo. Y ser un individuo, más allá de lo que dijeran de ella.



A.P.: Compartís con Gerardo Grillea la autoría de La furia del volcán. ¿Cómo surgió en ustedes el proyecto de escritura? ¿Cuál era tu lazo con Ingrid Bergman antes de la obra?


M.M.: Sí, la autoría es compartida con Gerardo. La idea surge a partir de un parecido físico que observó mi papá en las películas que él veía de los años 50. El me hace notar, un día, que yo tengo un parecido tanto físico como gestual con Ingrid Bergman. En ese momento se me ocurrió comprar su autobiografía a la que luego dejé de lado un tiempo. Después junto a Gerardo Grillea- quien se encargó de toda la investigación de esta vida que fue sumamente rica y tormentosa a la vez- empezamos a hacer un recorte de un período de tiempo de diez años que se inicia con la entrega de su primer premio Oscar, y culmina con la entrega del segundo que gana y que ella no va a recibir. Toda la puesta se basa en repensar cómo fueron esos años en la vida de esa mujer, detrás de todo lo que se iba diciendo, cómo iba ella viviendo, puertas adentro, lo que pasaba. La investigación fue muy ardua, trabajamos dos años en el texto para ser fieles a lo que había acontecido. Nos basamos en esa autobiografía, en muchas entrevistas, por eso la puesta también conlleva imágenes de la vida real, de la entrega de los premios a los que ella acudió, de películas en las que participó; entonces los espectadores van de algún modo combinando lo que se ve en su intimidad, y lo que se mostraba, en esa pantalla gigante, que se despliega durante el transcurso de La furia del volcán.



A.P.: A medida que avanzaba la función, como espectadora, percibí tu trabajo en un movimiento envolvente, progresivo. Hacia el final, Ingrid Bergman ya era un personaje creado por Marina Munilla, más allá de la actriz real evocada. Eso vuelve deslumbrante tu composición, una verdadera creación. ¿Cómo fue tu formación actoral, tu propio encuentro con el deseo de ser actriz?


M.M.: Gracias por tan bellas palabras. No creo mucho en la formación actoral de por sí. No creo que se pueda enseñar a actuar: sí se pueden adquirir algunas herramientas, algunas técnicas posibles, pero creo que es algo que está en todos nosotros. Lo único que hay que hacer es jugar, es creer que estamos transitando la vida de un otro al cual queremos vivenciar. Mi formación actoral siempre tuvo más que ver con el hacer, con la praxis. Trabajé diez años en un grupo de teatro independiente que se llamaba Oxo Teatro, que aún hoy continúa. Allí estaba vigente la idea de compañía teatral, todos hacíamos todo. Ahí aprendí a actuar, a hacer asistencias de dirección. Aprendí a adaptar textos. Entre todos sus integrantes debíamos llevar adelante el trabajo y de la mejor forma. Además era un teatro muy físico, muy corporal. Después incorporé otras herramientas que tienen que ver con el texto, con la dicción. Siempre me entrené en danza y canto. En ese sentido, creo que sí, el cuerpo del actor tiene que estar sumamente entrenado, casi como un bailarín. Y en lo que respecta a la voz, tenemos que tener un entrenamiento vocal muy intenso como un cantante. En cuanto a las herramientas actorales, sí obviamente las fui adquiriendo, pero creo en el actor que parte más de la intuición, de sus vivencias y no de técnicas impuestas desde afuera.


A.P.: Si recordamos a otras grandes heroínas del teatro universal que han recorrido un camino de transformación de la propia interioridad ¿Podría pensarse en Nora de Casa de muñecas de H. Ibsen como un personaje cercano a la Ingrid de La furia del volcán?


M.M.: Sí, totalmente. De hecho, está presente en toda la primera parte de La furia del volcán que hace referencia a la vida de Ingrid Bergman antes de partir hacia el encuentro de Roberto Rossellini, cuando ella queda obnubilada con esas películas representantes del neorrealismo. Ella decide que quiere formar parte de eso, entonces le manda la carta diciéndole “ti amo” y allí se inicia todo el movimiento que se produce en su vida. Anterior a ese suceso, en la obra se la muestra a Ingrid dentro de una casa de muñecas, realmente. Con su ama de llaves, Irene; con su marido Peter Lindström, con su hija Pía. Ella parece estar realizada, tiene éxito, acaba de ganar su primer Oscar, pero no es feliz. Se siente encerrada dentro de una casa de muñecas donde no se la deja opinar, no se la deja fumar, tiene que comportarse de determinada manera. Hay una idea paternalista que envuelve a la sociedad de esa época. Un lugar sin salida. Entonces sí, claramente de hecho hay una intertextualidad con Casa de muñecas en toda esa primera parte, donde se la trata a Ingrid como una muñeca sin voz ni voto en una sociedad absolutamente machista.



A.P.: Me gustaría que le contaras a los lectores de Refugios acerca de tus próximos proyectos teatrales ¿En qué estás trabajando actualmente, más allá de esta excelente puesta que estás llevando adelante?


M.M.: Estamos trabajando en otra obra basada en la vida de una mujer política. Ingrid Bergman luchó mucho por su individualidad, en pos de sus deseos más profundos. Ahora vamos a hablar de una mujer que luchó pero por todo un pueblo. Nos parece interesante de algún modo contar la historia de una mujer política, que no es argentina pero que creo va a llegar a los corazones como lo hizo Ingrid Bergman en La furia del volcán.-



Revelación femenina

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