Karman
Giorgio Agamben
KARMAN. BREVE TRATADO SOBRE LA ACCIÓN, LA CULPA Y EL GESTO
Colección: Fuera de serie
Género: Ensayo
Adriana Hidalgo Editora
ISBN: 978-987-4159-33-5
Páginas: 176
Reseña crítica por César Cejas (Ces Le Mhyte)
Para la revista cultural Refugios
Sin orígenes. Sólo huellas difusas. Y bajo falsificaciones, los principios metafísicos de Occidente no dejan de tatuarse en el ánima.
Karman es un análisis filológico, filosófico y cultural sobre las nociones de culpa, acción y gesto. Para llegar a ello, comienza por indagar acerca de la naturaleza de causa y su posterior uso jurídico y político.
Más precisamente, el carácter de lo humano es puesto en tela de juicio. Ese rasgo divino, sagrado, casi santo de ciertas acepciones sin procedencia que forman la acción de la ley o mandato y que, sin embargo, serán procedencia y causa de un oscuro proceso por el cual se reconoce el ser a sí mismo.
No sólo el edificio del derecho es recorrido de manera exhaustiva, lo cual implica un exquisito conocimiento de las fuentes latinas, griegas y hebreas, sino también la fidelidad de su estructura.
(La traducción de Mercedes Ruvituso al español tanto de este breve ensayo como de los diversos pasajes del corpus clásico del que se vale el autor es bastante cuidada y trata de hacer accesible el texto a un mayor número de público, a pesar del pequeño exceso de querer traducir lo intraducible)
Agamben pone en tensión lo divino con lo divinizable, el lenguaje contra sus propios escombros, y éste con lo que queda entre las ruinas.
Desafía vis á vis otro aspecto de lo que se denomina Dios: la lengua. Más aún, la lengua materna. Su naturaleza, pareciera, íntimamente ligada a la del Poder.
Disputa, conflicto, pelea, confrontación, como pre-originario del carácter del ser. Lo que da a lugar a un rostro de lo divino que se presenta como carencia.
La causa implica la culpa, toda culpa implica una sanción, toda sanción implica una pena.
Una pena en su doble acepción: como condena y como sufrimiento.
Triple implicación en el umbral del derecho jurídico, umbral funesto en el que se inscribe la condición humana.
Permanecer en él, hace del derecho a la libertad una mera herramienta para la producción de la muerte. Salirse de allí, entonces, es la tarea.
(Agamben ofrece como ejemplo El proceso, de Franz Kafka)
Causa, culpa, pena y sanción componen una esfera de retroalimentación. Su fuerza jurídica, paradójicamente, la obtiene gracias a esta funcionalidad.
Un eterno y funesto retorno, que legitima la naturalización del extravío.
La muerte es, y su trascendentalidad la consigue por medio de la inmanencia de las acciones.
Fuerza de ley
“(…) la ley no se manifiesta sencillamente como la sanción de un acto transgresor, sino como la repetición del mismo acto sin sanción alguna, es decir, como un acto lícito. Y este no representa tanto el castigo del primer acto violento, sino su inclusión en el orden jurídico, primero como un acto sancionado y segundo como uno lícito.” (P. 44-45)
La necesariedad de la ley es a causa de la transgresión al mandato.
A pesar de arrogarse un atributo de santidad, ella misma no está exenta de crueldad. Lo santo, entonces, queda ensombrecido por la propia acción de la norma o ley.
Esta situación es la que corrobora lo oscuro de la rueda jurídica que hace girar las acciones humanas. Agamben nos muestra que la ley, la norma, se define como una articulación entre violencia y justicia.
En este paso de la santidad a la oscuridad de la ley, Agamben sitúa “la proximidad entre la sanción y la venganza”. Esta peligrosa proximidad, este extraño encuentro, que da fuerza de ley, trae consigo el nacimiento de otro par binario, casi indisoluble: autoridad y autoritarismo.
Pareciera que todo este proceso, es el testimonio en carne viva de un crimen mayor:
¿Existe otro proceso por fuera de la causa?
Es el propio universo del lenguaje, de la palabra, del habla, que rapta esta posibilidad, comete el crimen e implica la pena.
Agamben hace temblar la noción de causa, logra rasgarla, abrirla, descarnarla.
La pérdida de la inocencia no constituye mera trivialidad o nostalgia poética sino que responde al sentido originario de la ley, su fundamento primero y último, causa de la acción en sí misma.
“Sin embargo, no basta con decir que el derecho produce el crimen a través de la sanción; es necesario añadir que la sanción no sólo crea el delito sino que, al determinar la propia condición, también se afirma y se produce a sí misma como aquello que debe ser.
(…) el derecho convierte esencialmente la producción de una violencia lícita, es decir, en una justificación de la violencia.” (P.48)
Enigmas.
El desafío de hallar respuestas que nos salven de este umbral nefasto. El desafío de hallar algo por fuera de la verdad que se recorre empujando la pesada rueda del derecho, una y otra vez. Algo que nos libre de la proximidad del crimen.
Según Agamben, “El crimen, entonces, es la forma que la acción humana asume cuando se procesa y se pone en cuestión en el orden de la responsabilidad y el derecho.” (P. 53)
Esta es la tensión.
Las acciones y las consecuencias, unidas, representan la obra, el Karman. Tarde o temprano, todo conduce a su infinito poder.
El obrar humano, por lo tanto, recibe de aquél su don de sí.
Don que abisma, que multiplica los panes de cenizas.
Cenizas.
Gestos de una batalla anunciada, sellos de la conciencia auto destructiva.
Sin embargo, no todo gesto de las acciones responde o conduce a la representación del crimen y, paradójicamente, esto mismo lo aprendemos del Karman.
Y esta voluntad de poder, de reconocerse bajo otra forma de acción, se manifiesta de manera más concreta en las disciplinas artísticas.
Este es el más claro ejemplo del pasaje del poder a la potencia.
El gesto posee la peculiar facultad de neutralizar el medio y el fin de la obra humana.
Agamben señala que “Por lo tanto, el gesto es una actividad o potencia que consiste en desactivar y volver inoperosas las obras humanas y, de este modo, las abre a un nuevo y posible uso.
Esto vale tanto para las operaciones del cuerpo como para las de la mente: el gesto expone y contempla la sensación en la sensación, el pensamiento en el pensamiento, el arte en el arte, la palabra en la palabra, la acción en la acción.” (P.160)
Potencia y poder son dos conceptos claves tanto en filosofía como en teología. Por ello no es extraño que Giorgio Agamben realice una breve exégesis interpretativa de estas nociones y el uso que se le da en Aristóteles, San Agustín e Immanuel Kant, entre otros.
Tampoco lo es el hecho de que trate de poner en tensión la recepción cristiana de estas nociones a través de estos pensadores, más que de las propias Sagradas Escrituras, ya que Agamben también es deudor de la tradición metafísica cristiana.
Esta múltiple recepción en ningún momento abandona la preocupación mística por el trágico juego del tiempo.
Ahora bien, el gesto de las acciones también puede abrir la obra humana a nuevas falsificaciones, a nuevos engaños en la responsabilidad ética y política. He aquí, la importancia del tiempo, la premura en hallar un movimiento que nos desprenda del anillo de terracota.-