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  • Luz Marus

La cuestión amorosa



Roland Barthes en su libro Fragmentos de un discurso amoroso nos habla del tema de los celos desde diferentes autores y sus personajes.

El primero de ellos es Goethe y su libro Las penas del joven Werther. El celoso de la novela, nos dice Barthes, no es Werther, sino el Sr Schmidt. Sin embargo los celos de Werther llegan “a través de las imágenes (Ver a Alberto rodear con el brazo el talle de Carlotta). Como si en algunos hombres sólo el hecho de “ver”, y más específicamente “mirar” a su mujer en los brazos de "otro”, hiciera estallar los celos. No antes, no en la imaginación, como a mí entender surge en la mayoría de las mujeres. No nos hace falta “ver” nada para sentir celos, con lo que imaginamos tenemos de sobra.


En Swann, el protagonista de En busca del tiempo perdido, gran obra de Marcel Proust, Barthes no ve a un enamorado sino solamente a un celoso. Premisa que me hizo reflexionar durante horas con la frase “Pero… ¿No es lo mismo? ¿Por qué estaría celoso si no estuviese enamorado?”. Según Barthes en él no hay nada de “lunar”, salvo cuando ama a la madre (abuela).



No hay una respuesta para dicha pregunta. Me cuestiono a mí misma y a mis celos. En el siguiente párrafo, viene Freud como siempre casi a salvarme con sus teorías:

“Cuando amo, soy muy exclusivo. Ser celoso es algo propio. (Rechazar los celos, ser perfecto) es pues transgredir una ley.”

Freud en general se toma como arquetipo de la normalidad, o de la “normalidad neurótica” de todos. Entonces me siento comprendida, sólo por él.


Sin embargo Barthes termina su capítulo confesando:

“Como celoso sufro cuatro veces: porque estoy celoso, porque me reprocho el estarlo, porque temo que mis celos hieran al otro, porque me dejo someter a una nadería: sufro por ser excluido, por ser agresivo, por ser loco y por ser ordinario.”


Y en este punto es en donde me detengo, cierro el libro, pienso. Freud por un lado me hace sentir “normal” al sentir celos. Barthes, por su lado, me hace sentir miserable.

Tal vez los adjetivos “normal” y “miserable” no sean antónimos, sino sinónimos. No hay ninguna lógica que me indique que alguien “normal” no puede ser “miserable” a la vez.

Me recuerda a Annie Hall de Woddy Allen, donde él le dice a ella en una librería, en una de sus primeras charlas algo así como: Están los desgraciados, los ciegos, los enfermos mortales, los lisiados, los que realmente les ha tocado una tragedia en la vida, y estamos nosotros: el grupo de los miserables. Agradezcamos pues estar dentro de ese grupo. Dije algo así como porque no lo recuerdo literal y a veces eso es lo bueno de no citar literalmente a alguien, poner nuestra subjetividad.

Recuerdo una vez, paseando por la avenida Coronel Díaz, en una librería especializada en psicoanálisis, leer párrafos de un libro enorme, donde supuestamente Freud decía las frases que yo, ahora, con los años y mi experiencia subjetiva, transcribo así:


El hombre no busca la felicidad. El hombre busca desear. No importa qué, cualquier cosa, pero desear constantemente. Cuando deja de desear, está muerto.


Y en este punto sí me hago cargo de que relleno con mis propios pensamientos su teoría: Ser feliz es trazar una línea paralela entre la fantasía y la realidad, lo que deseábamos ser y lo que somos, lo que queríamos tener y lo que tenemos. Pero jamás, nunca, y esto es muy importante, la línea paralela de la realidad debe superar ni un milímetro a la línea de lo que soñábamos ser, o sea, de la fantasía. Porque en cuanto esto suceda, no lo soportamos, enloquecemos, nos aislamos o nos autodestruimos, ya sea por fuera o por dentro, como Maradona o Evita, como Marilyn Monroe o Greta Garbo. Como tantos pocos que tuvieron esa suerte, o esa desgracia.

Mientras tanto, un martes de junio a las tres y media de la mañana, me conformo con estar entre los normales y miserables, escribiendo celosa en mi computadora sin sonido.-

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Luz Marus

Escritora, periodista, conductora de tv y radio.

Directora de la revista Una más.

Fue conductora del programa de tv ¿En qué bar?, por canal (á).

Fue una de las conductoras del programa radial Políticamente incorrectas, que se emitió por Radio de Salón.

Es autora de La amante de Stalin y Tu última lolita.

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