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Alejandra Pultrone / Raquel Jaduzsliwer

Un bosque para ser atravesado


Diálogo crítico sobre el libro Las razones del tiempo

Raquel Jaduszliwer / Alejandra Pultrone

Alejandra Pultrone: Me gustaría comenzar nuestro diálogo deteniéndonos en la primera parte de tu libro recientemente editado, Las razones del tiempo.

El poemario se inicia con un breve texto anticipatorio, en letra cursiva, titulado Lo extraviado. Pensaba en lo extraviado no como efecto del irremediable paso del tiempo, sino en su vínculo con la razón, en esa acepción de cordura humana que también porta la palabra.

En la razón extraviada, en singular. Y el tiempo allí, haciendo lo suyo.


Raquel Jaduzsliwer: Podríamos abordar esto que planteás preguntándonos en primer lugar de qué se habla en Lo extraviado. El inicio arranca de manera hiperbólica, todo haría sospechar que se está exagerando acerca de lo que se dice:

Hubo un tiempo, se ha ido

se ha ido interminable con los grandes sucesos

se dice que ninguna cosa conservó su sombra

que ningún ser vivo conservó su razón

que mucho se ha extraviado

temporada de los grandes sucesos

arremetida de las divinidades.

Esa desmesura lo que logra es dejar pasar de contrabando, seguramente inadvertida, una substitución de términos para nada inocente: ¿Por qué Lo extraviado, y no Lo perdido, tratándose del paso del tiempo, de lo que hubo y se fue de manera irremediable? Siendo que lo perdido alude a lo irrecuperable y lo extraviado en cambio incluye la posibilidad de volver a hallar lo que no se encuentra, la decisión de elegir un término y no otro habla de una expresión de deseo puesta en acto (el acto de escribir) y da una pista acerca de cuál es el trasfondo en el que el libro se sustenta y encuentra su razón de ser. Que no es otra que la de hacerse cargo, dar razones, dar cuenta de la dificultadpara asumir la dimensión de la temporalidad y la finitud.Mediante estrategias varias, marchas y contramarchas, abordajes diversos ante lo inexorable, la palabra poética ofrece la oportunidad de recuperar lo perdido; lo convoca, lo invoca, lo hace presente, le da lugar.Más aún, apuesta a eternizarlo. Por eso es que no se trata de perder la cordura; se trata más bien de que la razón deja de ser la razón explicativa de la realidad para erigirse en razón como fundamento de una práctica,de una puesta en acto ante lo irreductible.


A.P.: Esa sutileza entre perder y extraviar es muy significativa en el ingreso al poemario. El primer poema de la primera parte aborda de un modo extraordinario la casi prohibición de imaginar la ausencia (tal es el título del poema). En ese plural en el que el yo lírico se une, el no nos está permitido de uno de sus versos adquiere otra resonancia al dejar expuesta la vulnerabilidad humana, no sólo frente a los efectos del tiempo, sino a nuestras posibilidades de acceso de aquello que se ausenta, aquello que el mismo tiempo sustrae.

En este poema se inician las preguntas; la interrogación se expande y recorre todo el libro. Sin embargo, aquí las preguntas en su fuga hacia adelante permiten que el tiempo ingrese no solo en su dimensión de lo extraviado:surge el futuro como dimensión del tiempo, también.

El poeta pregunta ¿Quién responde, Raquel?


R.J.: Muy interesante la observación, sí, la pregunta instala un tiempo futuro como horizonte en tanto lugar para la espera de respuesta. Respuesta que al no producirse, sostiene la pregunta en sus diferentes modulaciones: como interrogación, como demanda, invocación, convocatoria. La pregunta interroga, reclama, interpela. Y en lo inhallable de una respuesta satisfactoria reside la fuerza de su persistencia como motor de la escritura.


A.P.: Así como al vampiro no le es dado reflejarse en los espejos

tampoco nos está permitido imaginar la ausencia.

De este modo comienza el poema “Imaginar la ausencia”. ¿Podemos hablar sobre esta sugerente comparación con el vampiro? Es una comparación poderosa.



R.J.: Sí, así es. Apelo a la potencia del mito para abordar dos cuestiones; una atañe a la confrontación con la muerte como límite infranqueable de la vida y con la dimensión temporal en sus dos vertientes de finitud y de eternidad. Pero hay una segunda problemática en juego, que tiene que ver con los obstáculos para acceder en forma directa por vía de la imagen a lo que es del orden de lo abstracto (para poder imaginar la ausencia)…. en última instancia, ambas cuestiones tienen que ver con la imposibilidad y con lo irremediablemente perdido. Y en ese sentido, el drama existencial del personaje del vampiro que conocemos por la literatura y el cine y por su trasfondo de elaboración colectiva a través del mito, brinda un pivote formidable para su abordaje. Y cuando digo esto pienso especialmente en el Nosferatu interpretado por Klaus Kinski de la película Nosferatu, fantasma de la noche (Werner Herzog, 1979), reelaboración del Nosferatu, una sinfonía del horror de Murnau (1922). El vampiro de Herzog es un vampiro definidamente melancólico, condenado en su condición de excepcionalidad a una soledad absoluta e intransferible, y que así lo expresa:


“Yo ya no le doy importancia a la luz del sol ni a las fuentes brillantes que tanto ama la juventud. Me gusta la oscuridad y las sombras donde puedo estar solo con mis pensamientos. Soy el descendiente de una antigua familia… El tiempo es un abismo. Profundo como mil noches”.


El mito que nace ante la certeza de la muerte y su rechazo, porta en su seno mismo la imposibilidad de una solución al dilema así planteado y el dolor que eso conlleva. Y el tiempo como abismo es su mar de fondo.



A.P.: En el texto introductorio de la segunda parte, Mala época, un pacto se ha quebrado, un viejo orden se pierde. Parece surgir un nuevo escenario, un nuevo personaje va a sobrevolar otros poemas: el ángel. Rilke desplegando sus alas ¿Cuáles son los textos poéticos en diálogo con Las razones del tiempo?


R.J.: No sé si en diálogo, si como un oleaje subterráneo: desde un costado del mundo Trakl, Celan; desde el otro, Vallejo. Quien sabe algunos otros, pero tan en el sustrato que ni siquiera podría distinguir sus voces. Y en ese rumor de fondo también la música, desde los Lieder de Schubert hasta las canciones de Leonard Cohen. Y las Pasiones de Bach, Mateo y Juan, ambas. Tanta, tanta música. . . y todo lo que les escuché cantar a mis padres de infancia, también.


A.P.: En ese oleaje subterráneo,¿También se encuentran los textos de la tradición religiosa?

Éxodo, peregrinos, diluvio, panes multiplicados, son algunas de las palabras de esa tradición que se deslizan en Las razones del tiempo.



R.J.: Sí, la huella del Viejo Testamento. No tanto poniendo el foco en el personaje de dios, sino en el protagonismo de su pueblo “elegido”; problematizar la carga de responsabilidad que ello implica creo que debe haber dejado una fuerte marca en mi vida y en mi escritura.



A.P.: Sin poner el foco sobre el personaje de dios - pensaba que esta idea de dios como un personaje, que acabás de mencionar, resulta muy interesante para abordar también- si lo ponemos en el personaje del padre... ¿Qué podrías decir de la voz del padre y el tiempo de su presencia / ausencia en el libro? Sin embargo, el padre sigue en pie, escribiste.



R.J.: Sí, el poemario está atravesado por la voz del Padre, traspasado diría. Hay una sección del libro –Memorial- que está dedicada a la memoria de mi padre. Pero más allá del padre de mi recuerdo, está esa voz a la que te referís, que incluso a él lo traspasa, lo antecede y secunda, y en todo caso hace de él su portavoz.


Así hablaba mi padre

quedó escrito:

todos los sobrevivientes somos huérfanos

todo el tiempo del mundo sigo viendo las casas incendiadas


Por otra parte, en ese “quedar escrito” que reafirmo en el poema, hay una decisión tomada: hacer de esa voz mi propia escritura. Creo que es la manera más radical de hacer presencia con su ausencia, y también de ser consecuente con algo que no podría precisar bien en qué consiste, pero que me hace sentir en orden conmigo misma.


A.P.: Entonces esa voz del Padre que antecede desde un tiempo inmemorial, parece separar las aguas, marcar al menos dos territorios en el poemario. Y ahí también, el tiempo y sus razones: un antes y un después de ese traspaso, casi como una posta, donde lo escrito se vuelve decidido.

Recordé el título del libro de Juana Bignozzi: Mujer de cierto orden. ¿Cómo ingresa lo femenino en Las razones del tiempo, Raquel?



R.J.: Te agradezco por traerla a Juana Bignozzi. Encuentro en su escritura una ironía que, además de caracterizarla, apunta a algo que a mi entender también es inherente a la noción de lo femenino, casi una ironía en sí misma, al menos en la cultura de la que venimos. Yo diría que la condición femenina bascula entre la gracia y la desgracia; desgracia de cargar con la culpa por la expulsión del Paraíso, gracia por asumir esa culpa como responsabilidad pero en ese mismo gesto cuestionarla, ponerla en cuestión (¿habría acaso otra manera posible de asumir tamaña desmesura?). Identifico lo femenino con ese sesgo, esa diagonal irónica que desacomoda, descompleta y cuestiona lo dado.Y sé que algo de eso se filtra en mis poemas, casi siempre de manera oblicua, como línea de fuga.



A.P.: Lo femenino como un saber que desacomoda y cuestiona, la diagonal oblicua.

Me resulta muy interesante este modo de pensarlo.

Siempre digo (y me digo) que cuando finalmente publicamos un libro, empezamos a despedirnos de él: comienza su recorrido en el afuera de nosotros mismos ¿Qué nuevas experiencias te está deparando el encuentro con los lectores de Las razones del tiempo, Raquel?



R.J.: Me despido del libro con un nuevo libro, cuya idea cristalizó cuando vi materializada la tapa de Las razones del tiempo con un bosque de Klimt, Birch trees, cubriendo la exacerbada verticalidad de sus dimensiones, muy por fuera del formato habitual de lo que se edita. Me conmovió entonces darme cuenta de que ésa era la tapa que necesitaba ser; ésa y no otra. Tenía que ser un bosque; y tenía que ser un bosque para ser atravesado. Leer Las razones del tiempo requiere entrar atravesando un bosque. De ese darme cuenta nació un nuevo poemario,En el bosque, que saldrá publicado para la primavera. La despedida del libro transcurre así, con una cosa que lleva a la otra… por otra parte, mucho de lo que voy escuchando en comentarios de quienes lo han leído me ayudan a darle riqueza al día después, a los días después, al hoy. Puedo pensar cosas que antes no había anticipado. En ese sentido, te agradezco, Alejandra, la escucha y la orientación del diálogo, que también me dio mucho a pensar.-



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