Halcón
Colección: Narrativas
Género: Novela
ISBN: 978-987-4159-35-9
Páginas: 160
Reseña crítica de César Cejas (Ces Le Mhyte)
para la revista cultural Refugios
Halcón, la nueva obra de Lukas Barfuss, es una construcción teatral sobre una estructura novelística, no exenta de ritmo, humor y crudeza.
La direccionalidad de los objetos y las palabras, las emociones internas, la amplitud sonora, gustativa y olfativa, la graduación de la luz, sus falsificaciones o simulaciones, conforman el cuerpo escénico.
Un ejercicio dramatúrgico de disposición teatral frente a la posibilidad de arrancar la pasividad que suele ejercer el lector/a, para que se convierta en actante.
Principio y fin, fin y principio.
La novela comienza con un fin, y éste no es más que iniciación, origen de otra cosa, puro fuego sin medida. La fuerza lúdica y azarosa arroja la historia a su propio arbitrio.
Una tarde todo estalla.
Del centro a la periferia, del interior de Zúrich a Philip, un agente inmobiliario como cualquier otro, de cuarenta y tantos años, que luego de tener un desencuentro con un cliente, se siente atraído por una mujer que se distingue del resto que circula por las calles y entre la gente, que posee pies de bailarina, y comienza a seguirla. La aventura da a luz. y la obsesión reclamará su lugar en la trama. Durante treinta y seis horas el crear y lo creado se confunden, se rechazan y se abrazan. En un mundo en el que el futuro parece una isla incognoscible, en el que se ha perdido la confianza en la propia libertad y las personas se desviven por sus teléfonos inteligentes, Philip sin quererlo mueve las piezas del tablero y nada resiste al peso de lo no dicho.
Testigo de un ensayo, donde la animalidad deconstruye lo humano, es el público-lector, invitado de improviso, y que, por ello mismo, compone, entreteje, enreda y desenreda la trama más allá de su propia voluntad.
Creatio ex nihilo.
Aún en el imperio de la realidad virtual, sobrevive este sentimiento.
Y de manera más desesperada, más instintiva, que el apetito por la libertad y la ruptura con la soledad absoluta.
De nada serviría explayarse sobre la extensa historia del nihilismo y de los esfuerzos historiográficos por anclar con exactitud los alcances de la conciencia histórica y biográfica, ya que responden a las necesidades, usos y abusos del mundo de la técnica, y no de éste en sí mismo.
La tecnocracia, ayudada por el rayo láser de la filosofía de la mente, esto es, la pretensión de hallar una inteligencia artificial capaz de suplantar las falencias cognitivas de lo humano, mató la relevancia de una realidad de carne y hueso.
La tecnodependencia no es un accidente, sino la causa primera de tal crimen.
Este proceso nos llegó de golpe, es cierto, pero la ciencia y la tecnología aplicadas al poder político se encargaron de perseguir las zonas de resistencia intersubjetivas.
Sin embargo, ¿Qué sucedería si la virtualidad cayera en desgracia? ¿Qué sucedería si lo humano, por un momento, perdiera conexión con ese mundo?
Lo cierto, es que el problema de la representación no deja de cubrir las necesidades básicas de la piel que se habita.-