Arte y poder
- Ces Le Mhyte
- 19 nov 2018
- 8 Min. de lectura

Entrevista crítica a Luis de Bairos Moura
Por Ces Le Mhyte
Fotografía: Mónica Hasenberg
Luis de Bairos Moura, (o Luis Debairos moura, como ha firmado muchas de sus obras) nació en 1943, en San Miguel de Tucumán, República Argentina. En 1963 realiza estudios de dibujo y pintura con Timoteo Eduardo Navarro; en 1964 con Alberto Ballietti, en la Universidad Nacional de Tucumán. Trabaja bajo la supervisión de Joaquín Ezequiel Linares hasta 1967. En 1967 y 1968 realiza estudios de Estética e Historia del Arte.
Reside en Buenos Aires desde 1970. En 1973 integra las “Brigadas Muralistas Castagnino”, y asume por elección el Secretariado de la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos hasta 1975; asume su Vicepresidencia desde 1989 hasta 1990.
Fue Jurado en distintos concursos y salones del país. Realizó innumerables diseños de arte aplicados a la industria discográfica, editorial y textil. Fue Editor Asociado de la Revista "Ballet, ideario de la danza". Creó las editoriales El Ojo del Arte y ArtePar.
Poseen obras suyas importantes colecciones privadas y museos del país y el exterior.
Ganó 38 premios (entre ellos el 1er. Premio y el 3ro. de dibujo del Salón Nacional, y el 1er Premio de dibujo del Salón Manuel Belgrano), 17 en pintura, 20 en dibujo y 1 en fotografía digital, y ha realizado 46 exposiciones individuales y más de 250 muestras grupales.
Fue declarado en 2006 “Visitante Ilustre” por la Universidad Nacional de Tucumán.
Sus obras principales pueden verse en:
Y en https://www.facebook.com/debairosmoura.luis/
Y video en http://youtu.be/pPF8gZEg9cQ
Agradezco enormemente a Luis el diálogo que mantuvimos y la honradez de brindarse sin tapujos, de forma exclusiva para la revista cultural Refugios.
CLM: Nuestra época parece estar signada por la escisión de la obra respecto de su autor. En este punto, la fugacidad de las imágenes lleva a una desintegración del conocimiento del proceso creativo en pos de la sobrevaloración de la postura marketinera que adopta la creadora o creador. Al margen de la carga ética que se pueda señalar, lo más notorio es que la figura del autor está cobrando más relevancia que la obra en sí misma. ¿Coincidís o te parece que exagero?
LBM: La modernidad ha impuesto en sus formas y contenidos grandes ataduras. Una de ellas es la construcción de un ideal icónico en algunos referentes, un molde, sobre el que montan la apariencia de una verdad. Surgen en esas mixturas los grandes articuladores del arte –no otra cosa que representantes del Poder- como “curadores”, o “filósofos del arte”, forzando esta condición de fracaso del arte para definirse a sí mismo, proponiendo lo vacuo, la imitación y el vacío como arte. Un arte explicado, que no puede constituirse en la cosa construida como obra, y que necesita la palabra para insinuar lo que carece.
La urgencia de la época, la fugacidad, es parte de la ausencia de hondura que requiere una obra. No hablo de tiempos, más bien de la interpretación ciega de lo percibido. El modelo fracasa no en el sentido de la carencia, sino del lleno. Una obra es un propósito abierto donde se resuelve el vacío y la carencia transitoriamente.
Y por supuesto, hay en el eco del entorno donde uno se resuelve para expresarse, un compromiso, donde la propia naturaleza de los argumentos te lleva a abrazar pedazos de realidad, hasta suceder en la cosa del arte el hálito vital.
Se da este fenómeno de mayor importancia de curadores y autores que de la obra, porque la obra, en ciertas proposiciones contemporáneas, niega la historia y lo heredado. Pisan contradicciones grandes, ya que sin obra no existe la obra, aunque esa ausencia la definan como tal.
C: Puede entenderse, entonces, que la función del curador o crítico de arte, al servicio del poder, es la de simular los efectos de la disrupción creadora- Esto es, incidir en la fragmentación del tiempo. ¿Esta falsa obra, habla también del falso poder?
L: No. El poder nunca es falso. Hay una representación del mismo como sistema de valores que abarca también al arte. No importa lo que se haga en ese marco, siempre está condicionado. Tal vez, algunos pueden resolver con más libertad esa atadura, pero el marco es abarcador de todo lo social, y uno en la expresión disruptiva, está sujeto a la contradicción inevitable de combatir ese Poder con las leyes que el mismo impone.
C: Del don a la donación, una verdad se muda.
¿Hay alguna verdad que done la pintura?
L: El arte tiene destinatarios, no es el artista articulando sentidos para sí mismo. La donación, entonces, es parte de una condición sujeta a modificaciones según como el medio social trate la cosa arte y confiera valor al individuo y a lo que produce como bien cultural que lo expresa.
El don pareciera ser sujeto en la premura contemporánea a armar una particularidad excluyente, haciendo un eco de sí que solo puede él puede escuchar o ver. Como una trampa, la sociedad de consumo arroja señuelos y los artistas entran a veces en un sitio resultante de alianzas con el poder y el vacío.
C: Picasso decía que “El arte es la mentira que dice la verdad”.
Ese rasgo de sacralidad, de revelación, que persiste en el pulso creador suele ser resistido por el poder político y, lógicamente, por el orden jurídico. ¿Creés en esa especie de misticismo revolucionario? ¿Creés que exista algo así? Y, en todo caso, ¿qué mirada tenés sobre el poder político?
L: Creo que todo cambia, no como negación de la historia, sino como sucesión infinita. El poder jerarquiza lo aparente, un flujo que presume ser contestatario y solo es novedoso, y como tal “contemporáneo”, una vidriera donde se sabe un discurso impuesto condicionando lo que el artista quiere expresar. El arte en sí no puede ser sin contradicciones y nace con jerarquías impuras asociadas a ese poder. Puede, sin embargo, formar parte de procesos que actúen como cuñas simbólicas para documentar y generar cambios en las sociedades. Lo contrario, es no entender que los modelos que imponen las grandes corporaciones, nunca de forma definitiva, generaran también rupturas producto de las propias contradicciones en los idearios revolucionarios.
C: Cómo viviste el último proceso militar en nuestro país, en relación justamente con esas impurezas de la creación. Qué fuerte esa expresión, recién me doy cuenta: impurezas de la creación.
L: La última dictadura nos marcó para siempre. Humanidad y crimen confrontando un escenario oscuro donde las utopías fueron silenciadas y las vidas violadas en su más íntima integridad. Veníamos de años ya difíciles, con las AAA y un gobierno sacudido por sus contradicciones implosionando con brutalidad. Estuve amenazado de muerte, y fuimos muchos señalados por los bárbaros entregados a combatir toda disidencia y la defensa de derechos y de los vulnerables. Fue el anticipo terrible de la tragedia genocida de una dictadura que marcaba una época de gobiernos golpistas y totalitarios.
En esa etapa, que pasé en el país, hice esencialmente dos series: “Paisajes Nacionales” (de fines de 1974 hasta 1977) y “Apuntes Argentinos” (desde 1976 hasta 1982). En la primera serie trataba el paisaje como un pedazo de la realidad, retratando como en postales antiguas, aquellas muertes que todos los días nos despertaban en las tapas de los medios. En la segunda, el desamparo y la impotencia, en obras de menor tamaño.
No expuse en esos años. No me fue fácil trabajar mi obra, porque no era fácil vivir.
C: ¿Hubo un genuino vanguardismo que renegara de la oscuridad del Poder político?
La palabra genuino remite a algo comprobado en su eficacia como movimiento de vanguardia. El país estaba en sombras, trabajando en ellas muchos en una tarea de resistencia, pero no muy visible. Hubo expresiones desde fines de los 60 que expresaban una inquietud revolucionaria, como “Tucumán Arde”, las “Brigadas Muralistas Cartagnino”, y otras manifestaciones tal vez más relegadas, o no conformadas como grupo, que siendo expresiones desde el arte, proponían una demanda fuerte en defensa de los derechos humanos. Esto se disipó entrada la dictadura genocida hasta el albor de la Democracia que fue como un reverdecer de la vida en todo el país.
C: Suelo pensar que el arte en épocas del menemismo prolongó ese sentimiento de vacuidad…
L: Ciertamente las políticas neoliberales siempre generaron en la cultura profundas grietas con los contextos y en los contenidos. En el menemismo se entró en un ciclo de show y miseria ofrecidos desde el poder como una conquista social.

C: Creencias.
Sabemos que en los estudios antropológicos, semióticos y hasta en filosofía del lenguaje, se suele decir que signo, símbolo y significado las constituyen. A partir de aquí, la comprensión permite captar sentidos. Pero en el arte esos patrones pueden adquirir un giro metafísico. ¿Esos patrones tienen alguna importancia para vos? ¿Qué lugar tienen en tu obra?
L: No guardo demasiado rigor cuando intento una obra. Es como una provocación dar sentido al vacío, llenar el hueco, sin una idea rigurosa. No siempre por supuesto, a veces abrazo una intencionalidad clara que luego expreso como reflejo. Me suceden las ideas más desde la imagen misma que de la palabra. La palabra viene generalmente después a explicarme que dije.
Cuando hay demasiada atadura a una idea previa, o a un procedimiento, el riesgo es quedarse en el efectismo, sin alas que permitan seguir el deseo.
Inicio una obra, o serie, desde la incertidumbre, con ciertos estímulos breves y devoluciones al ir trabajando. Una línea o mancha insinuada apenas inicia su recorrido, va a modificarme, abrirme y cerrarme “puertas”, con significaciones inesperadas, donde debo evaluar si me interesan. Como paisajes simultáneos con destellos de otros paisajes. El poder asirse a uno de ellos, o combinar, es una decisión difícil, que no debe ser muy pensada, ya que se va y se diluye a veces para siempre lo que fue.
C: Siempre observo que los grandes de la poesía, Virgilio, Dante, Nicanor Parra, Pizarnik, Olga Orozco, Kavafis, Enzensberger, Hölderlin, Homero Aridjis, Juan Gelman, Diana Bellessi, entre otros/as, tratan de conservar los viejos ojos de niño. Percibo en tu pintura esa misma búsqueda, es decir, percibo un sesgo de inocencia como punto de lanzamiento hacia lo no dicho, lo que calla. Lo que quiero decirte es que tanto la extrañeza como el asombro dan movimiento a la obra. Un ejercicio poético que se manifiesta bajo las formas arteriales de tu pintura. ¿Coincidís?
L: Si, entiendo que es interesante la mirada despejada de prejuicios para ir a un lugar donde la incertidumbre se vuelve descubrimiento, y se hace vital. Como juntar al niño y al adulto en un mismo fervor. Pero la carga del adulto es inevitable. Llegar a la pintura del niño es no poder profundizar. Nos ayuda cierta gestualidad o espontaneísmo para hacer más sensual una superficie, pero luego de la pasión hay que hacer lugar a la reflexión.
Muchas corrientes, muchos artistas, han puesto énfasis en estas formas de abordar sus obras, y lo han hecho con éxito y aprobación. Pero no es mi manera de trabajar. Entiendo que el arte debe ser también reflexivo, contestatario, intencionado, esmerado, y menos argumentado…

C: Cuerpos. Unos contienen a otros.
El rostro de una mujer embarazada se refugia en el rostro de la pintura. ¿Quién engendra a quién? ¿Hay algo que nos salve de la barbarie?
L: “Otros cuerpos” intenta mostrar a la mujer dividida pariendo al otro, a los otros, en su inmensa estatura. Trata de la mujer “naciéndose” a sí misma. Generando otros cuerpos que la constituyen en sí.
C: ¿Acaso somos portadores de una máscara de lo sagrado?
¿Dónde reside lo sagrado de la realidad?
L: No creo en la sacralidad. Si en las máscaras, en lo que se oculta, en ese espacio donde somos distintos. Esa condición umbría e imprecisa de nosotros y de los otros, sin embargo, nos permite enriquecer nuestro imaginario, y a veces da lugar a grandes derrotas de nuestras utopías. La mentira de la verdad?

C: Miradas.
Un esfuerzo por perseverar en la imagen.
Y todo se consume bajo la promesa del mañana.
Lo que queda es abrir un futuro al pasado para rehabilitar el presente…
L: “Lockaut” (153 x 130 cm.) es una obra de 2008, cuando el paro campestre asolaba Argentina con condicionamientos y bravuras mafiosas en cada ruta. Es una cosechadora a la que le quité por cuestiones puramente estéticas, la parte superior, devorando seres humanos, algunos complacientes, entre sus ejes. Hacia la izquierda arriba, en el borde de la máquina, como una marca en el orillo, le puse “Procesam19762008”, intentando dar una pista de coincidencias entre los idearios de la dictadura sanguinaria y estos golpes de la ruralidad del Poder.
Volviendo hacia lo que me planteás, el futuro se construye mientras nos constituimos como sujetos entendiendo al otro como parte nuestra. El mañana es una promesa sin respuesta. Y el pasado es parte de lo que expresamos para hacer soportable el presente sin claudicar.-