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Alejandro Cesario

El bruto muro de la casa propia

Desarraigo

Estrías amputadas.

Tatuado de esperanza.

Mirada huérfana,

mueca cadavérica

enraizada en la tierra colorada.

Paleto en la gran urbe

anda el Misionero,

arrasado de changa en changa,

sudado en la pelambre

del yugo cicatero,

anudado en la orfandad

bajo el zumbido del machete.

Primer trabajo

a Claudio Garay

Sudor,

guadaña, estaca y martillo.

Lo que me encrespa

es el gruñido, la jactancia del que manda,

tan liado,

dislocado de tono.

Calle

Segundo cordón,

anillo que te prensa, te estruja.

Su mujer y sus cinco hijos,

su petate con la ropa, su virgencita

y sus bártulos.

Arrastra los pies, pisa la tiza del duelo.

El barro la espera, los ladridos

y las lluvias penetrando el techo.

Rabia.

Destierro.

Jornal halado.

Dos hijos enterrados.

Sin queja

Está sola,

marido ausente en changas lejanas.

Nueve hijos jugando al fondo de la acequía.

Está sola

y no suelta el humo de su pena.

Se sostiene sentada en una piedra

masticando el pan casero,

sin queja,

con el perol entre sus piernas.

Orilla

Los veo,

juegan cerquita lo más cerquita

(cala abajo, en la orilla).

Vigía

que los controla.

Invierno

que los lancina.

Vainas de choclo

sobre la sábila pajiza.

El sol que se aleja.

Guiso afásico.

Estampita sobre la mesa,

pote, escudilla y un par de velas.

Canturreo

con chillidos de cimitarra.

Noche que se fue sin desagüe,

sin agua corriente.

Anónimo

Es pura hornacina.

A mitad de camino,

él y yo.

Parva de lotes revolotean cielo

en un rincón de la inmensa estepa,

un pedacito de río serpentea con su álveo de piedras,

más allá un cerro.

Encontré clavada una pequeña cruz sobre la tierra,

adornada con orlas rojas y una pequeña estrellita azul,

una leyenda pringosa dice:

-hombre agradecido, ferroviario-.

Entre Esquel y El Maitén.

Paria

al pueblo de Helvecia

El río corre

mira flotar sus cosas

la foto de su madre y padre

que se ahogan

quedan los despojos.

Patagonia

Cruzo el arroyo

miro el confín verde

céfiros

agua que brota

desolados latifundios

alambre y horizonte

cielo escarlata

fe descuajada.

Así de simple

a Manuel, mi bisabuelo

Vino desprovisto,

trajo la espera entre sus manos.

Rescoldo que lo desgarra.

Pulgar amputado.

No lee.

Alma cuarteada.

Boca empastada.

conato descienden sus fornidos brazos

con los últimos rayos del poniente,

sus gruñidos, su voz acémila,

su cuerpo cernícalo,

hollado en la morriña.

Pañuelo de cendal sostiene su estampa.

Pico y pala... pico y pala...

nunca pudo terminar

el bruto muro de la casa propia.

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(Selección) El bruto muro de la casa propia, ediciones La yunta, Buenos Aires, 2018.

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