La excursus de Alejandro
Hambres.
Nervaduras secas.
Territorios cubiertos de la pus de los dilemas.
Más allá del vacío hay que subsistir.
Alguna zona de promesa debe revelarse.
Algún fruto tiene que surgir del vientre de la pena.
Arraigo y desarraigo, como se sabe, forman una pieza clave en la cosmovisión libertadora de la América profunda de Rodolfo Kusch. En el camino, nos encontramos con toda la crudeza de la opresión en sus diversos niveles. Lo oprimido y lo oprimible se hayan en cada punta de la tenaza cultural construida desde una mirada foránea y esencialista.
Todavía continúa la dura tarea de identificar los estragos, todavía sangra la herida trascendental.
En este punto, El bruto muro de la casa propia (Ediciones La yunta, Buenos Aires, 2018) de Alejandro Cesario rescata aquél espíritu indomable y que excede a cualquier mecanismo lógico-político. Hace de la denuncia, de la rabia, del abandono, otra forma de la excursus poética.
Desde la Patagonia argentina, pasando por el norte salteño y jujeño, hasta desembocar en el barrio porteño de Once, no se deja de horadar los falsos arraigos.
A pesar de que algunas mínimas líneas tienden a caer en la búsqueda explicativa, la riqueza del lenguaje, la potencia del decir y la originalidad de la trama poética hacen de la obra un hallazgo.
De la periferia al centro, una caravana de rostros ilustra una pintura impresionista de la cartografía olvidada de la otra Argentina: la de las lenguas difuntas y el arduo trabajo de persistir como sea en el puro oleaje de la luz.
De esta forma lo que es carne de sufrimiento adquiere justicia poética, deviene hacha y tiza sobre la sal de la tierra.-
Ces Le Mhyte
Buenos aires, 2019.