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Ces Le Mhyte

El próximo verano


Nada resiste el peso de la noche.

Tiembla el silencio en la piel que se habita.

Todas las estrellas en nombre de Felicitas.


La muerte de la inocencia en el principio.

Creación oscura no exenta de hermosura.

Estalla la risa que anuda los dilemas en la punta de la lengua.


Sin embargo no hay algo que aplaste la carga de saberse alcanzado por la lenta sombra de la culpa. Acto que inicia el proceso de la pena: falta de libertad y represión del deseo.


¿Se puede hablar de Justicia?

¿Qué determina lo interpelado?

¿En qué radica la felicidad?

¿Qué es eso de conservar los viejos ojos de niña?


Muertes.

Hambres que engendran hambres.

El vacío se aboga el protagonismo de la acción.


En clave de comedia negra, El próximo verano, escrita y dirigida por Darío Bonheur, expone la absurda crueldad y el ridículo miedo normativo en que suele incurrir el alma humana incluso ante la extrañeza que produce lo inesperado.


Al encenderse las luces de la sala, el público ya es testigo de un asesinato. El living de una casa, ambientada en los años '60, se presenta como refugio de las miserias y banalidades en que suele caer una familia convencional. Un hombre de clase media, irrumpe en escena y arrastra una pala ancha con evidentes signos de reciente uso. Este padre de familia se muestra sucio, oloroso, exhausto.


Pero esto no será más que una teatralización de la teatralización:

Jorge García Marino compone de manera formidable un personaje de vocación manipuladora, obsesionado en mantener viva la llama de su propio goce, la propia voluntad de sentirse juez y, al tiempo, fiscal incuestionable.


Los enredos que produce la trama de mentiras, la vorágine de la vida diaria y la apariencia de lo real hacen superfluo el hecho del crimen que, como si fuese una paradoja metafísica, da lugar a otro crimen: del recuerdo de la instancia primera, originaria del modo de habitar el mundo circundante.


Aquí y ahora, el olvido.

La persistencia del barro de la historia.

El soplo incierto sobre las aguas del nombrar y lo nombrado.


Quizás por ello su esposa, en una deliciosa actuación de María Nydia Ursi-Ducó, repleta de gracia y picardía, anuncie una y otra vez la necesariedad de lavar las ropas, quitar la suciedad que se respira en el living, la necesariedad de pulcritud en los hábitos y costumbres que regulan cierto marco de confianza y complicidad en un grupo humano.


Ursi-Ducó hace que su personaje logre un giro en la dramaturgia de la acción al poner el acento en la interioridad de la conciencia como umbral oscuro del goce.


Mancha lóbrega que obsesiona la mente del policía cercano a la familia en cuestión , vecino de todo un pueblo.


El comisario, en una destacadísima interpretación de Jorge Noya, adquiere ribetes caricaturescos que lo elevan al rango de personaje entrañable.

Poner el dedo en la llaga no es su tarea, abrirse a nuevos desafíos tampoco. Por lo tanto, sólo busca que alguien o algo pague el precio de esa mancha, de esa especie de moscardón que revolotea todo el tiempo en la frágil quietud del espíritu, amordazado ya por su propia pereza social, comunitaria.


Pero toda la fuerza de las acciones, todo el peso de la lenta sombra del tiempo que acecha la historia oficial del ser, recae en el lenguaje del silencio.

Felicitas, la hija del matrimonio, es la figura clave de esta pieza teatral. Paloma Santos, en una magistral actuación, logra que Felicitas encarne la belleza griega de saberse lo no dicho y el enigma argentino del lugar que ocupa el deseo reprimido no tanto en el ámbito público sino en el ámbito privado.


Por si fuera poco, la direccionalidad del gesto, la seductora naturalidad del movimiento corporal, el delicado control del espacio escénico, las elegantes entradas y salidas escénicas, el nivel superlativo en la forma de dar a luz las emociones internas del personaje, hacen de Paloma Santos su don de sí.


Cuando el sonido más bello, el silencio,

a cada instante se abre paso

no hay estética en la que quede preso;

cuando las luces hilan el tiempo,

de ceguera eidética,

las sombras riegan los espacios.

(La huella del erizo, Buenos Aires, 2015)

Paloma Santos, en nombre de Felicitas, no necesita emitir palabra alguna.

Felicitas, en el cuerpo de Paloma, luce un vestido primaveral, cómodo, bien corto. Por un momento se sienta en las faldas de su padre, en otra escena le toca el culo a su novio mientras bailan, luego, en el duelo por su madre asesinada, se lo toca al comisario.

Pero en ninguna circunstancia no hay alguien que se la juegue por ella.


Felicitas, cual si fue Polonio, espía sin escrúpulos.

Lo hace detrás de las paredes, desde la escalera que da a su habitación, entre los que bailan de manera improvisada en el living, incluso frente al ataúd maternal.

Pero nada ni nadie la juzga ni la juzgará jamás.


Felicitas desde el silencio que impone la musicalidad de la ruina, da a luz lo que calla y éste, en la escena final, explota en un llanto inconmensurable.


Pura creación teatral, pura imagen - movimiento en el cuerpo del deseo y la excedencia, pura obra de la lucha por la libertad.


He aquí la importancia de llamarse Enrique.

Estudiante de filosofía, hippie, anticomunista, anarquista, alegre, pícaro, el novio de Felicitas, caracterizado en muy buena forma por Martín Caminos, con sumo carisma y oficio, representa la figura testimonial involuntaria en este sistema de premios y castigos, en este proceso de crímenes imperceptibles.


Enrique, por su propia condición, pagará la suma total de los errores estratégicos , propios y ajenos, con la exclusión y el desprecio concreto y generalizado.


El conocimiento como amenaza.

La pregunta como puñal a la bestia del engaño.

La risa como acto de resistencia.

El temblor de las ramas de los árboles

con el despegue de las aves de paso.


El próximo verano, de nivel superlativo, acaece en los párpados del sueño y la vigilia.-



Abasto Social Club, Buenos Aires, 2019.




FICHA TÉCNICA


El próximo verano


Elenco


Martín Caminos

Jorge García Marino

Jorge Noya

Paloma Santos

María Nydia Ursi-Ducó


Diseño de escenografía y vestuario

Alejandro Mateo


Diseño de iluminación

Lucas Orchessi


Fotografía y diseño gráfico

Adrián Arellano


Video y realización

Javier Mollo


Asistente de dirección y producción

Lautaro Noriega


Producción ejecutiva y prensa

Alejandra García


Dramaturgia y dirección

Darío Bonheur


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