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Antonio J. Quesada

Gibraltar pensada desde Roma

Gibraltar pensada desde Roma*



No sé cuándo empecé a interesarme por Gibraltar, ya ni lo recuerdo. Lo único de lo que estoy plenamente seguro es de que estoy obsesionado con el tema. Gibraltar como pasión. Gibraltar como obsesión. Gibraltar. Siempre Gibraltar. Ante todo, Gibraltar. Es pintoresco: un italiano interesado por la historia de Gibraltar. Cosas de la vida.

Pero cuando algo te obsesiona, esto funciona así. Leo todo lo que cae en mis manos sobre Gibraltar, busco todo lo que se escribe sobre Gibraltar, e incluso he estado una vez en Gibraltar (y espero volver).

No sé si esto, que me interese por Gibraltar, es bueno o malo. Sólo sé que es así.


- Gibraltar es un cruce de culturas. Los italianos tenéis, incluso, vuestra parte en este pastel, gracias a los genoveses.

- Sí, lo sé, pero tampoco es excesiva esa influencia.

- Bueno, pero el origen de la propia denominación de “llanitos” tiene cierto protagonismo italiano. Lo sabías, ¿verdad?

- Sí, ya lo sé, viene del Gran Sitio de finales del XVIII: el gibraltareño se llamaba a sí mismo “johnny”, para vincularse con los ingleses, pero el acento italiano convirtió la palabra en “giani”, que se deformó por los andaluces (que todo lo deforman…) y aquello acabó en “llanito”. Ya lo sé, pero mi interés excede con mucho de nuestra pobre intervención en la zona.

- Créeme: conozco bien Gibraltar, soy gaditano, aunque viva en Roma desde hace años, y te aseguro que aquello, esa situación tan compleja que allí existe, no cambiará nunca, porque no conviene a nadie.

- Es una situación muy extraña, ¿verdad?

- Lo será siempre.


Salíamos de Via Apuania y vimos venir, a lo lejos, l’autobus. El 61 es una línea que no hay que esperar, pues en tal caso no llegará nunca: estos autobuses hay que tomarlos al vuelo, cuando los veas.

Apretamos el paso y logramos subir. Perfecto: ya íbamos directamente para Piazza San Silvestro.

- Te presentaré a Paco, que es español. A ver si te aplaca un poco tus ansias sobre Gibraltar, que llevas unos días muy complicados, con el tema...

- ¿Y qué hace Paco aquí, en Roma?

- Estudia para ser sacerdote. ¿Qué otra cosa puede hacer un extranjero en Roma, mejor que eso? –comentó, burlón.

- También es verdad.

Mientras, ya nos acercábamos a Porta Pia, tras ir saliendo de la Nomentana. El tráfico estaba como siempre: desordenado pero correcto, regido por una serie de reglas desconocidas pero vigentes. El ordenado caos de costumbre.

Habíamos quedado con el tal Paco en una cafetería cercana a Via del Tritone y a las Galerías Sordi.


- Lo que no soy capaz de entender es cómo todavía existe una frontera de ese estilo dentro de países de Europa.

- En medio de Cádiz, figúrate. Yo soy de Cádiz y te aseguro que no se distingue a un llanito de un gaditano, cuando hablan español.

- Deben de ser una mezcla extraña. El otro día, en la librería de la Stazione Tiburtina, me compré una cosita sobre la economía del sur de España, y citaba a Gibraltar.

- El comercio y todo tipo de tráficos que Gibraltar atrae es algo que provoca que nunca se solucione el problema.

- ¿Eres pesimista con el tema?

- Sí. ¿Quién querrá matar la gallina de los huevos de oro? Mira, en Gibraltar hay una media de casi dos personas jurídicas por domicilio. ¿No te parece demasiado? Es decir, que en cada piso convive una familia con un par de sociedades anónimas. Rara convivencia, ¿no?

- Demasiado rara, Paco. Demasiado.


El mercadillo de Porta Portese es siempre un mundo sugerente. Se consiguen desde camisetas de fútbol a chaquetas o zapatos, pasando por presuntas joyas o antigüedades, música, bocadillos, relojes o… libros.

No está mal la compra de hoy: un par de camisetas para jugar fútbol, unas aceitunas, una novela de Sciascia y un libro sobre España. No fue mal el día, por tanto. Lo peor es volver a tomar el tram, que viene y va tan cargado cada domingo. Menos mal que en Largo Argentina ya me moveré como me dé la gana…


– Lo que es una auténtica delicia es ver Gibraltar desde el mar. ¡Qué sensación de libertad!

- Hay buena conexión con Marruecos, ¿verdad?

- Claro, piensa que hubo una época en la que se cerró la verja, y la mano de obra la tenían que traer de Marruecos.

- Eso hace más cosmopolita a Gibraltar.

- Gibraltar es una mezcla de demasiadas cosas. Es imposible resumirla en pocas palabras.

- ¿Dirías que es España?

- Como español, estoy casi obligado a decirlo –sonríe-. Pero cualquiera que haya pasado por allí se dará cuenta de que, sobre ese suelo robado a España, han montado algo que no huele a España, pero que tampoco está excesivamente lejos.

- ¿Dirías que es Inglaterra?

- Soy de Cádiz: no puedo evitar reírme cuando escucho a mis paisanos decir que son súbditos de Su Graciosa Majestad –sonrió-. No, no es tampoco eso. Ellos sí que son graciosos, no Su Majestad.

- ¿Qué es aquello, entonces?

- A lo mejor me pongo muy poético, pero yo diría que es como si hubiesen cogido con una grúa un pedazo de la Commonwealth y lo hubiesen dejado caer en Andalucía, que de por sí es como dos veces España (y para más inri, en Cádiz, que es como dos veces Andalucía). Y luego, con las influencias más leves de muchos que cayeron por allí: italianos, judíos, marroquíes, ¡qué sé yo, la mezcla! Giménez Caballero escribió que Gibraltar era “un pasillo culto, refinado, entre dos zonas descuidadas, entre estos pueblos muertos de Andalucía y esa tierra salvaje de África”. A lo mejor llevaba razón y todo.


Cada vez que tomo el autobús 61 o el número 62, camino de casa, paso por la Embajada Británica, en Porta Pia. La verdad, no sé si será la influencia de mi amigo, pero se me hace extraño imaginar esa bandera en el sur de España. ¿Sería normal ver una bandera británica en Calabria o en alguna playa de Sicilia?

Estos ingleses quieren estar en todos lados…


- ¡Cómo son los británicos! Sólo hay que ver cómo se quedaron con Gibraltar para saber cómo son.

- Van por el mundo quedándose con peñones e islas, no hay duda –contestaba Paco, medio en broma, medio en serio.

- Y se dan buena maña también con los aeropuertos, ¿no es verdad?

- También, también –sonreí. Qué razón llevaba…-. Y eso ya no lo decía el Tratado de Utrecht al que tanto aluden.

- ¿Desde cuándo es colonia, Gibraltar?

- Jurídicamente desde 1830, aunque aquello fue un mero cambio de nombre, no más. Aquello es lo que es desde el primer día. Por cierto, que así sigue y así seguirá.


Roma es la ciudad de los contrastes. Es una pena que una lengua tan bonita como el italiano haya incorporado tantas palabras inglesas en su vocabulario.

Y que me perdonen los gibraltareños, que no sé si han incorporado palabras inglesas a su español o palabras españolas a su inglés: no termino de saber ni lo que hablan, exactamente.


– Tampoco se puede negar que Gibraltar fue lugar de refugio para los liberales españoles que, durante el siglo XIX, huían de las diferentes tiranías que había en España.

- Lo menos que podían hacer por nosotros, ¿no te parece? Proteger a nuestros ciudadanos más civilizados.

- Posiblemente. Posiblemente, sí: también es verdad.

- Imagina que, de un tiempo a esta parte, pasó de ser un refugio para liberales a un refugio para contrabandistas.

- ¡No me digas!

- Piensa que era frecuente que las planeadoras lograran evitar a las patrulleras españolas entrando en presuntas aguas territoriales inglesas. Se acabó la persecución. Más tabaco o, ya al final, más droga para el mercado.

- Mamma mia.

- Eso digo yo: Mamma mia.


De los tiempos de la emigración ha quedado en Italia la pasión por llevarse bien con gli Stati Uniti. Italia es el gran amigo del Jefe del mundo. De Gran Bretaña también, pero menos. Todos tienen a algún familiar en América, y eso se nota.

L’América è un altra cosa. Certo.


– Y entonces se cerró la Verja.

- Entonces se cerró la Verja. Ahí, ya, logramos la cuadratura del círculo.

- ¿Estuvo cerrada durante mucho tiempo?

- Si no me equivoco, el cierre se mantuvo desde junio de 1969 hasta diciembre de 1982.

- Ya con los socialistas en el poder, ¿verdad?

- Sí, ya con los socialistas en el poder, en España. Las izquierdas suelen tener más sensibilidad para unir a la gente: tuvieron que venir los socialistas a abrir las puertas. Para que entrara el aire.

- Los efectos supongo que serían terribles.

- Se pretendió ahogar la economía de la colonia, ¡ilusos! Lo único que lograron fue que los trabajadores españoles fueran sustituidos por marroquíes y ahondar en el odio hacia España.

- Hombre, la sensación de agobio tuvo que ser importante.

- Qué duda cabe. Tener que salir del peñasco por mar, siempre, produce la sensación de que habitas una isla.

- En todos los sentidos.

- Posiblemente la geografía nos engaña, y Gibraltar no sea otra cosa que una isla.

- Puede ser, puede ser…


En Roma se olvidan los problemas. Todo se minimiza en Roma: ¿qué más dará mi enfado por una rabieta o mi preocupación porque tengo el colesterol alto cuando paseo por el Gianicolo?

Aquí traería yo a los nacionalistas de todo el mundo. Para que sanaran.


- Ningún gobierno gibraltareño quiere ni querrá jamás negociar con España, eso tenlo muy claro.

- ¿Por qué?

- Existe mucha desconfianza. Piensa que un leve acercamiento de Sir Joshua Hassan con España le costó el cargo en las urnas, por ejemplo. El gibraltareño medio tiene mucha desconfianza y resentimiento hacia España, y ningún político quiere perder jamás su sillón. En ninguna parte del mundo, y Gibraltar no iba a ser excepción.

- Gibraltar y España están condenados a entenderse, creo yo.

- Yo también. Pero los españoles no hemos sido inteligentes: Gibraltar es como una donna a la que hay que enamorar. No se la enamora obligándola por la fuerza a venir con nosotros, sino que hay que enamorarla.

- Poco enamoramiento se percibe, ¿verdad?

- Poco o nada, diría yo. Debemos intentar enamorarla y lo único que pretendemos es violarla…


“El contencioso sobre Gibraltar no se resolverá jamás”. Paco fue rotundo en nuestra última cita, antes de que volviera a España, ya como sacerdote.

A mí, sin embargo, me sigue interesando todo ello. Es un tema con tantas aristas que no se termina nunca de conocer del todo.

Es como Roma: que non finisce mai.



*Ho voluto che questo testo fosse scritto in spagnolo, per vicinanza con Gibraltar. Ma è pensato in italiano, perchè l’italiano è la mia lingua.


Serie Mar y Bote

Fotografía: Mónica Hasenberg



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Antonio Quesada (Málaga, España, 1974) Profesor de Derecho Civil en la Universidad de Málaga. Ha obtenido diversos premios literarios (“MálagaCrea”, I Concurso de Ensayos sobre Literatura Coreana, Combocarte, Concurso de Poesía Universidad de Málaga, entre otros) y ha sido finalista del Premio Andalucía de la Crítica en tres ocasiones (así como de otros premios). Ha publicado diversos libros de poesía (“Destellos de una existencia”, “Poesía a instancia de parte”, “Desde el otro lado del espejo” y “Cuaderno de Roma”) y de narrativa (“Un mensaje en el móvil” y “Se hace camino al andar”). Ha sido incluido en diversas antologías poéticas (con especial cariño recuerda “Frontera Sur”, de la Diputación de Málaga, coordinada por Francisco Ruiz Noguera), ha escrito prólogos a diversos libros, ha sido incluido en diversas obras colectivas (por ejemplo, los Cuadernos de Humo, número 11, junio de 2016, coordinados por Hilario Barrero) y recuerda muy especialmente la lectura de su poesía que hizo en El Pimpi, en las tertulias coordinadas por José Infante, el día 16 de marzo de 2015 (Tertulia número 102).

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