No hay música en el aire
Tras la reja labrada
al atardecer mira a la calle
con mirada vacía;
esa dulzura insomne
ese perfume rancio
que brota de las cosas.
Se percibe un polvillo
una escarcha quebradiza
que cubre la mesa de luz
y se filtra en sus cajones
donde viejas fotos familiares
huyen de la fatal penumbra..
El empapelado florido
de las paredes húmedas
descubre fisuras tenues.
Por la puerta entreabierta
se dispersa un aroma
de malvones
y algunas voces
reverberando:
holograma sonoro
de un tiempo en el que aún
existían los espejos.
*
Cuidado
no te muevas
están llegando.
Con su ropaje de tinieblas
su silencio pre-tormenta.
Pura pólvora.
Sólo sangre.
No abras las ventanas
las sombras se agitan
los árboles delatan.
No te muevas.
No tiembles.
Miedo –muerte.
Vasta vida.
*
Recuerdo
Cuando a esta tierra
llegaron pioneros.
Bravíos, lúgubre su gesto
seguidos por impasibles teutonas.
Ellas labraban
delicadas tramas:
macramé y estaño.
Aliñaban extrañas ensaladas
de frutos indianos
y someros pasteles alcanforados.
Ellos ordeñaban bóvidos variados.
Araban hasta que el sol carmesí
abandonaba el gran oriente.
Los niños lentamente silabeaban
balbuceantes palabras
de su lengua reciente.
Jugaban desnudos,
sin tocarse,
complicados juegos cisalpinos.
Y al caer la noche
bajo el implacable resplandor
de un satélite amarillento
rezaban (en torno a la mesa
atestada de legumbres, licores florales
y mariposas negras)
un perimido breviario anabaptista.
Luego la tarea más dura era del sueño
(también del mío).
Aunque el de ellos, justo es decirlo,
era mucho más pecaminoso.
*
Bajo el laurel del patio
en la tarde calurosa
mirando los últimos gorriones
que se posan en los cables, las abejas que inspeccionan el malvón
y el árbol de pomelo.
Mi perro, jadeante, echado a mis pies
agradecido por la leve brisa que permite respirar
cuando baja el sol. Con la pequeña selva enmarañada a mis
espaldas.
Olvidado del mundo y de la gente, estoy.
Tratando de aprender o recordar viejas lecciones.
Limpiando de polvo y telarañas oxidados circuitos.
Un gato se acicala
sobre una vieja estructura de metal herrumbrado.
Un rincón de silencio sólo para mí.
No puedo detenerme en lo poco o mucho que he perdido
ni conjeturar sobre futuros
ni rutinas ni bonanzas ni miserias.
Prefiero quedarme aquí mirando el extraño color que toman las
cosas
con la última luz de la tarde.
Recordarme
y no ser olvidado.
*
Es la hora en que los pájaros
buscan otro cielo, en las antípodas.
No hay música en al aire
domina la atmósfera un silencio tenue.
La carga eléctrica de las nubes
encuentra polos de atracción
aquí en la tierra.
Y vos mirás sin ver
sin ver
como de costumbre
hacia ese punto fijo
de la ventana abierta.
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Daniel Rafalovich
Nací en Santa Fe . Han aparecido poemas míos en diversas revistas, libros y periódicos “subterráneos” de Santa Fe y otras ciudades durante los años ’70 –’80. También en diarios locales, en la revista Crisis (segunda época) y fui seleccionado y editado en dos antologías poéticas que publicó la Universidad Nacional del Litoral. Escribí los textos de una obra músico-teatral representada por el grupo “Banda de Más Caras Sueltas” en el Centro Cultural Provincial. Conduje durante dos años ( ’87-’89) Ciudad Gótica en Radio Nacional Santa Fe y participé en el programa El juego de las palabras en Radio Cultura. Un puñado de textos míos circulan por la web en diversas páginas y blogs. Desde fines de 2014 llevo adelante la página de Facebook Meta Poesía.