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Daniel Rafalovich

No hay música en el aire

Tras la reja labrada

al atardecer mira a la calle

con mirada vacía;

esa dulzura insomne

ese perfume rancio

que brota de las cosas.

Se percibe un polvillo

una escarcha quebradiza

que cubre la mesa de luz

y se filtra en sus cajones

donde viejas fotos familiares

huyen de la fatal penumbra..

El empapelado florido

de las paredes húmedas

descubre fisuras tenues.

Por la puerta entreabierta

se dispersa un aroma

de malvones

y algunas voces

reverberando:

holograma sonoro

de un tiempo en el que aún

existían los espejos.

*

Cuidado

no te muevas

están llegando.

Con su ropaje de tinieblas

su silencio pre-tormenta.

Pura pólvora.

Sólo sangre.

No abras las ventanas

las sombras se agitan

los árboles delatan.

No te muevas.

No tiembles.

Miedo –muerte.

Vasta vida.

*

Recuerdo

Cuando a esta tierra

llegaron pioneros.

Bravíos, lúgubre su gesto

seguidos por impasibles teutonas.

Ellas labraban

delicadas tramas:

macramé y estaño.

Aliñaban extrañas ensaladas

de frutos indianos

y someros pasteles alcanforados.

Ellos ordeñaban bóvidos variados.

Araban hasta que el sol carmesí

abandonaba el gran oriente.

Los niños lentamente silabeaban

balbuceantes palabras

de su lengua reciente.

Jugaban desnudos,

sin tocarse,

complicados juegos cisalpinos.

Y al caer la noche

bajo el implacable resplandor

de un satélite amarillento

rezaban (en torno a la mesa

atestada de legumbres, licores florales

y mariposas negras)

un perimido breviario anabaptista.

Luego la tarea más dura era del sueño

(también del mío).

Aunque el de ellos, justo es decirlo,

era mucho más pecaminoso.

*

Bajo el laurel del patio

en la tarde calurosa

mirando los últimos gorriones

que se posan en los cables, las abejas que inspeccionan el malvón

y el árbol de pomelo.

Mi perro, jadeante, echado a mis pies

agradecido por la leve brisa que permite respirar

cuando baja el sol. Con la pequeña selva enmarañada a mis

espaldas.

Olvidado del mundo y de la gente, estoy.

Tratando de aprender o recordar viejas lecciones.

Limpiando de polvo y telarañas oxidados circuitos.

Un gato se acicala

sobre una vieja estructura de metal herrumbrado.

Un rincón de silencio sólo para mí.

No puedo detenerme en lo poco o mucho que he perdido

ni conjeturar sobre futuros

ni rutinas ni bonanzas ni miserias.

Prefiero quedarme aquí mirando el extraño color que toman las

cosas

con la última luz de la tarde.

Recordarme

y no ser olvidado.

*

Es la hora en que los pájaros

buscan otro cielo, en las antípodas.

No hay música en al aire

domina la atmósfera un silencio tenue.

La carga eléctrica de las nubes

encuentra polos de atracción

aquí en la tierra.

Y vos mirás sin ver

sin ver

como de costumbre

hacia ese punto fijo

de la ventana abierta.

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Daniel Rafalovich

Nací en Santa Fe . Han aparecido poemas míos en diversas revistas, libros y periódicos “subterráneos” de Santa Fe y otras ciudades durante los años ’70 –’80. También en diarios locales, en la revista Crisis (segunda época) y fui seleccionado y editado en dos antologías poéticas que publicó la Universidad Nacional del Litoral. Escribí los textos de una obra músico-teatral representada por el grupo “Banda de Más Caras Sueltas” en el Centro Cultural Provincial. Conduje durante dos años ( ’87-’89) Ciudad Gótica en Radio Nacional Santa Fe y participé en el programa El juego de las palabras en Radio Cultura. Un puñado de textos míos circulan por la web en diversas páginas y blogs. Desde fines de 2014 llevo adelante la página de Facebook Meta Poesía.

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