Lo santo entre suturas
Como el caballo blanco que atraviesa la noche, hundido en el espanto, así el color del deseo perdura entre los vitrales del abandono.
Exilio presuroso, fe ciega, pan de muerto.
Antigua luz de amores perdidos que se agiganta plano tras plano.
Historias únicas, trilogía lorqueana que comprende La casa de Bernarda Alba, Yerma y Bodas de sangre, dirigida por Jonatan Guillermo, pero también pequeñas y extraordinarias.
Heridas que reverdecen en el campo de lo santo.
La muerte como ofrenda a su nombre.
Las formas de la luz, miradas íntimas en el ojo de la tormenta.
El parecer incluso a la verdad doblega, indica un famoso poeta griego. Aquí lo que doblega es el acero del silencio.
Destello impuro, sucio, manchado de sangre.
Fieles a lo que calla, abiertos a la deriva, suplicantes de un cielo inhóspito.
Iconos de una ley impropia, extraña, que se rompen frente al espejo de la naturaleza.
Fuerza de ley.
Rabia incontenible que doblega el hierro de la palabra sometida y rompe las tablas del mandato.
En La casa de Bernarda Alba las escenas giran en torno a la figura de Adela. Sin embargo, Bernarda y Martirio diseñarán una predicción exacta de los acontecimientos venideros, para elevar in extremus la sacralidad de la opresión, de la ceniza enraizada en los paisajes campestres.
Adela truena en el campo de batalla; es quien pone de rodillas a su hermana mayor y la acorrala, es quien le arrebata el bastón a su madre y la obliga a suplicarle por su vida, es el aguijón que pica en el seno de la creación.
Disparos que, al mismo tiempo, en vez de matar a lo santo, hieren y alimentan a su arsenal del extravío. Ejercicio aporético en el que unas y otras responden al trágico juego de hambres, abandonos, muertes.
Deseo, luego expío.
Condición esencial de la estructura del amor oprimido, reprimido, censurado. Así, el placer y el dolor son esculpidos con rara intensidad en los antiguos claroscuros del alma humana.
Pero Yerma es desafío y enigma, es flor y fruto, que nace entre las ruinas del falso templo y expone lo que todavía resiste a las ataduras de la lengua, del discurso, de los relatos de la historia.
Lo de Paloma Santos en el rol protagónico es más que representación; es obra de arte en movimiento que irrumpe y nos trae otro aspecto de la mujer lorqueana.
La proyección de su voz, cual si fuera el eco de una sentencia divina, la delicada certeza de su andar entre penumbras, la mirada ebria de pasión y la direccionalidad del gesto, son los elementos naturales que nutren la aparición de la palabra poética.
A la vez niña y esposa, hija y amante, sueño y vigilia que canta, gime y remienda las alas del deseo. Rostro de lo múltiple, que no mide las consecuencias de la noche del oráculo.
Puentes.
Conductos de una misma pena.
Desgarros de una misma fisura.
Así, Juan y Víctor, interpretados de manera impecable por Leandro Urueña y Lucas Flores respectivamente, no son más que los extremos de un andamiaje ya roto, no son más que ascenso y caída de la estructura yoica del santo engaño.
Con resabios de heroína sofoclea, pero en la España de Franco y el franquismo, Yerma, entonces, da pelea y transita por medio del karman humano.
Augurios insatisfechos.
Manifestaciones en aguas equivocadas.
Despertar de luciérnagas en la aridez del abandono.
Quizás por ello la Vieja, en una sorprendente caracterización de Ximena Di Toro, no puede abandonar la persistencia sombría de una profeta extraviada incluso de sí misma.
Camino y demora.
Pie de plomo, corazón de arena, memoria de elefante, en la dura tarea de sujetar por la herida.
Abrir un futuro al pasado no basta para detener ese proceso interior sediento de culpa y castigo. Quemar el tiempo aparece entonces con toda la fuerza de un deseo irremediable.
En Bodas de sangre todo el peso de las cosas recae sobre los hombros de una madre que parece reinventar las formas del abismo.
Lo sagrado del luto y lo oscuro de su verdad, se presentan como proceso normativo de lo que ya no tiene nombre.
Ejecutado con maestría por Silvina Mallea, esta figura materna y a la vez profética hace añicos toda otra forma de concebir el duelo y sus intersticios.
La novia de su hijo, luego de ser testigo de una sentencia sublime, es quien recibe la pena de un exilio perpetuo.
En una deslumbrante composición de Brenda Raso (que logra moldear una mirada tenaz, un elegante movimiento de hombros, cuello y cadera para direccionar con mayor precisión el gesto escénico, una soltura espontánea, que logra marcar el ritmo de las pasiones encontradas de una forma sensual y encendida gracias a la proyección de su voz, y que gracias al delicado manejo de las emociones internas de su personaje logra dar credibilidad a cada acción dramática), novia fugitiva que cede a los molinos de viento que parece representar su amante, su irreverente primo. Lo genuino de lo falso es aún más fuerte que la concreta realidad pasiva de su novio.
Lo que reluce tras el choque de los cuchillos que se disputan un amor inconcebible, lo que sangra, lo que se desvanece entre las furias masculinas, es la agonía del idilio.
Desiertos repletos de luz rota, será extirpada entonces la muerte en otro sueño, será la aurora en otras tierras.
Rapsodias que se hilvanan con las finas cuerdas de una guitarra prendida a los dedos de Marcelo Ferraris. Voces, las de Laura Gacia y Max Acuña, que nacen bajo el hechizo de una cantera de aire y fonema. Romancero gitano que despierta la urgencia de intervenir el futuro pasado.
Ces Le Mhyte
Teatro El vitral, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2019.
FICHA TÉCNICA
Historias únicas
Lorca, pasión y muerte.
Elenco
La casa de Bernarda Alba
Bernarda Stella Giarrusso
Poncia María del Carmen Toro
Adela Fiamma Di Giglio
Martirio Agustina Barrasa
Yerma
Yerma Paloma Santos
Juan Leandro Urueña
Víctor Lucas Flores
Vieja Ximena Di Toro
Bodas de sangre
Madre Silvina Mallea
Novio Ernesto Vigetti
Novia Brenda Raso
Leonardo Matías López
Romancero gitano
Laura Gacia y Max Acuña
Músico Marcelo Ferraris
Dirección
Jonatan Guillermo
Música original y en vivo: Marcelo Ferraris
Produce: Maximiliano Pezzoni, De Cunto Producciones y Fabian De Cunto a la distancia, laburando desde Madrid
Asistente de producción: Edgardo Vazquez
Vestuario: Albert Lynch
Fotografía: Santiago Domínguez
Diseño: Waycreations