Monte Jopia por Jopia
Negros
Sesenta millones de africanos negros secuestrados, llevados a las Américas entre el siglo XVI y 1888 (Año de abolición de la esclavitud en Brasil), es sin lugar a dudas una tragedia espantosa de la que deben avergonzarse los judas africanos, calvinistas holandeses, luteranos alemanes, anglicanos británicos, católicos portugueses, españoles, los marranos judíos y los criollos americanistas.
A María Calcaño (1906-1956)
En la pila bautismal, el agua bendita del hombre,
pusieron el nombre completo que la familia te dio
María José Francisca del Carmen Calcaño Ortega
Entregada a un hombre que no amabas a los 14 años,
desde el umbral de tu cárcelcasa de Maracaibo
asustaste a la opaca Venezuela con tus poemas Alas Fatales
donde tus amados y amadas sintieron la penetración
de la poesía de Eros, el temor a la modernidad,
a lo desconocido y lo pagano que sentía tu pluma y tu cuerpo.
Intentaron apagar tu estrella, pero el fuego del placer
eterno de dos cuerpos que se atraen fue más, más y más,
tus palabras se repiten en el cuerpo profanado
<<Otra vez ha ofrecido casarse.Me casaré contigo por todo.
A lo masón. A lo católico. A lo protestante. Por todas las religiones>>
Las Canciones que oyeron mis últimas muñecas
llevan el título de tu último poemario,
en el fin de tus días seguías penetrando
a la sociedad caraqueña que se sigue asustando
con tu poesía del salvajismo de amarse
sólo, simplemente poesía en donde los pacatos magistrados
leían escondidos en el baño para juzgarte y tildarte de inmoral.
***
Palermo
El barrio de un santo negro pero
que dicen que era el nombre de un español
que vivía en el sur de Italia, que compró
la parcela pegada al río argento.
Allí me gestaron en una primavera,
nací en el hospital Rivadavia
en el invierno porteño,
me bautizaron un verano
en Los Carmelos de la calle Charcas,
sus calles Austria, French, Ecuador
y el pasaje Bollini, tan cercanas y lejanas
con su avenida Santa Fe,
Pueyrredón, donde mi padre
tenía el taller de calzado frente
al hospital germánico y Las Heras
de trolebús y tranvías,
replican en mi memoria
junto al brillo de la plaza
de las calles Larreta y Pacheco De Melo,
con su calesita interminable
de costado a la casa gótica
después de la triste guardería.
Recuerdos de fotos borrosas
mezclados con la imaginación
de lo bueno y lo intangible
de un infante que junto
a sus padres recorre
el barrio que lo vio nacer
y partir en el 101 cartel blanco
para nunca más volver a vivir.
Parque Chacabuco
Eras el pulmón verde
del barrio de Flores,
el viejo tambo,
el polvorín que voló por los aires,
el parque de los años veinte
que funcionó hasta los sesenta,
el natatorio para todos,
la colonia de los años felices,
su gimnasio olímpico destruido,
la pista de atletismo y sus gradas,
la calesita de Tatín,
los sapitos y el puma.
Enrique Gaudino el autor del tango
San José de Flores vivía en tu esquina sur,
cantado por Morán, Maure y Floreal
que caminaron los senderos que se bifurcan,
eras de Flores y la dictadura del sesenta
te robó para ser un barrio que
soñaba con ser Caballito
de gente linda y de bien,
los grandes edificios taparon tus frentes,
otro dictador te cortó por la mitad
con su autopista ruidosa y molesta,
se perdieron las pequeñas aves coloridas
y las mariposas que embellecían tus primaveras,
te edificaron más escuelas, más construcciones,
el cemento avanzó sobre el verde,
tus árboles fueron cayendo de pie.
La democracia te volvió a ser parte de Flores
con la comuna siete pero ya no eras el mismo.
Sólo el recuerdo de la gloriosa Batalla de la
Cuesta de Chacabuco por el Santo de la Espada.
Leyland
Largo infinito
de color gris plomo
con la banda celeste
con piso de madera
tapizado verde inglés
distribución de sus asientos
para comodidad del pasajero
timbre tirado de cuerda
puerta en el medio automática
caja de cambio en forma de zigzag
numerada cambio por cambio
detalle de maderas ventanas a dos vidrios
detalle británico que recorría el camino
rompías las veredas, decían las viejas
de mi infancia y adolescencia.
De Constitución al Bajo Flores,
qué emoción verte
en la parada de emergencia
de Castañares y Bonorino,
ése era nuestro 83.
Fuiste uno de los desaparecidos
por la dictadura militar de los setenta.
En la larga espera de la larga madrugada
del invierno del setenta y ocho
en que el de las 7:15
NO apareció en la loma de Zacarello,
nadie supo qué pasó,
nadie preguntó ni respondió,
porque en esa época el silencio era salud.
Te volví a ver en Montevideo a todo color
y hoy te veo en color verde en los trolebuses
de Valparaíso, pero no te veo subiendo
la cuesta de Avelino Díaz.
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Estos poemas integran la obra de Eduardo Monte Jopia, Monte Jopia por Jopia, edición bilingüe, traducción de Aátar Abdellah, editorial Tres más uno, Buenos Aires, 2019.