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Eduardo Monte Jopia

Monte Jopia por Jopia

Negros

Sesenta millones de africanos negros secuestrados, llevados a las Américas entre el siglo XVI y 1888 (Año de abolición de la esclavitud en Brasil), es sin lugar a dudas una tragedia espantosa de la que deben avergonzarse los judas africanos, calvinistas holandeses, luteranos alemanes, anglicanos británicos, católicos portugueses, españoles, los marranos judíos y los criollos americanistas.

A María Calcaño (1906-1956)

En la pila bautismal, el agua bendita del hombre,

pusieron el nombre completo que la familia te dio

María José Francisca del Carmen Calcaño Ortega

Entregada a un hombre que no amabas a los 14 años,

desde el umbral de tu cárcelcasa de Maracaibo

asustaste a la opaca Venezuela con tus poemas Alas Fatales

donde tus amados y amadas sintieron la penetración

de la poesía de Eros, el temor a la modernidad,

a lo desconocido y lo pagano que sentía tu pluma y tu cuerpo.

Intentaron apagar tu estrella, pero el fuego del placer

eterno de dos cuerpos que se atraen fue más, más y más,

tus palabras se repiten en el cuerpo profanado

<<Otra vez ha ofrecido casarse.Me casaré contigo por todo.

A lo masón. A lo católico. A lo protestante. Por todas las religiones>>

Las Canciones que oyeron mis últimas muñecas

llevan el título de tu último poemario,

en el fin de tus días seguías penetrando

a la sociedad caraqueña que se sigue asustando

con tu poesía del salvajismo de amarse

sólo, simplemente poesía en donde los pacatos magistrados

leían escondidos en el baño para juzgarte y tildarte de inmoral.

***

Palermo

El barrio de un santo negro pero

que dicen que era el nombre de un español

que vivía en el sur de Italia, que compró

la parcela pegada al río argento.

Allí me gestaron en una primavera,

nací en el hospital Rivadavia

en el invierno porteño,

me bautizaron un verano

en Los Carmelos de la calle Charcas,

sus calles Austria, French, Ecuador

y el pasaje Bollini, tan cercanas y lejanas

con su avenida Santa Fe,

Pueyrredón, donde mi padre

tenía el taller de calzado frente

al hospital germánico y Las Heras

de trolebús y tranvías,

replican en mi memoria

junto al brillo de la plaza

de las calles Larreta y Pacheco De Melo,

con su calesita interminable

de costado a la casa gótica

después de la triste guardería.

Recuerdos de fotos borrosas

mezclados con la imaginación

de lo bueno y lo intangible

de un infante que junto

a sus padres recorre

el barrio que lo vio nacer

y partir en el 101 cartel blanco

para nunca más volver a vivir.

Parque Chacabuco

Eras el pulmón verde

del barrio de Flores,

el viejo tambo,

el polvorín que voló por los aires,

el parque de los años veinte

que funcionó hasta los sesenta,

el natatorio para todos,

la colonia de los años felices,

su gimnasio olímpico destruido,

la pista de atletismo y sus gradas,

la calesita de Tatín,

los sapitos y el puma.

Enrique Gaudino el autor del tango

San José de Flores vivía en tu esquina sur,

cantado por Morán, Maure y Floreal

que caminaron los senderos que se bifurcan,

eras de Flores y la dictadura del sesenta

te robó para ser un barrio que

soñaba con ser Caballito

de gente linda y de bien,

los grandes edificios taparon tus frentes,

otro dictador te cortó por la mitad

con su autopista ruidosa y molesta,

se perdieron las pequeñas aves coloridas

y las mariposas que embellecían tus primaveras,

te edificaron más escuelas, más construcciones,

el cemento avanzó sobre el verde,

tus árboles fueron cayendo de pie.

La democracia te volvió a ser parte de Flores

con la comuna siete pero ya no eras el mismo.

Sólo el recuerdo de la gloriosa Batalla de la

Cuesta de Chacabuco por el Santo de la Espada.

Leyland

Largo infinito

de color gris plomo

con la banda celeste

con piso de madera

tapizado verde inglés

distribución de sus asientos

para comodidad del pasajero

timbre tirado de cuerda

puerta en el medio automática

caja de cambio en forma de zigzag

numerada cambio por cambio

detalle de maderas ventanas a dos vidrios

detalle británico que recorría el camino

rompías las veredas, decían las viejas

de mi infancia y adolescencia.

De Constitución al Bajo Flores,

qué emoción verte

en la parada de emergencia

de Castañares y Bonorino,

ése era nuestro 83.

Fuiste uno de los desaparecidos

por la dictadura militar de los setenta.

En la larga espera de la larga madrugada

del invierno del setenta y ocho

en que el de las 7:15

NO apareció en la loma de Zacarello,

nadie supo qué pasó,

nadie preguntó ni respondió,

porque en esa época el silencio era salud.

Te volví a ver en Montevideo a todo color

y hoy te veo en color verde en los trolebuses

de Valparaíso, pero no te veo subiendo

la cuesta de Avelino Díaz.

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Estos poemas integran la obra de Eduardo Monte Jopia, Monte Jopia por Jopia, edición bilingüe, traducción de Aátar Abdellah, editorial Tres más uno, Buenos Aires, 2019.

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