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  • Ces Le Mhyte

La angustia en Parque Rivadavia


El camino de la aventura está signado por el asombro, el peligro, el vértigo, la extrañeza y la magia de encontrarse con lo inaudito a cada paso.


Engranaje que ya es marca registrada del entrañable Parque Rivadavia.


Es allí donde Bárbara me citó.

Para atestiguar la dura tarea de abrir otras zonas de realidad, también se hizo presente Mónica Hasenberg y, por supuesto, su imponente Nikon D 90.


En el nuevo sendero, que costea los puestos de los libreros de siempre, nutrido por jóvenes que buscan algún refugio genuino a través de los vitrales del lenguaje escrito, visual y sonoro que suelen pintar los buenos libros. transitado por algunos niños y por algunas niñas que salen del colegio casi pegado al parque, ante una tarde vestida de oro, nos topamos con una hilera infinita de réplicas en piedra, en tamaño extra large, de casquetes de bala, ubicados de punta, con vista hacia un cielo mudo.

Hace más de veinte años que trabajo aquí, dice Barbie.

Para luego agregar, Pero desde que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo jefe de gabinete porteño es Horacio Rodríguez Larreta, ordenó la remodelación de nuestros puestos, no tenemos luz ni agua.


_Me imagino que los reclamos de ustedes fueron continuos, dije no sin estupor.


_Pero no sirvieron de nada. Vinieron dos veces los inspectores y tomaron nota de nuestra situación. Nos dijeron que a la brevedad nos darían una respuesta concreta. Todavía la estamos esperando.

Igual, no nos quedamos de brazos cruzados. Porque, en forma de protesta, realizamos un semaforazo en plena Avenida Rivadavia, un festival de música, en el parque, lecturas de poesía al aire libre, torneos de ajedrez, entre otras actividades.



_¿La gente cómo reaccionó?, pregunté sin rodeos.


_Bastante bien. Hay de todo, pero, en líneas generales, no se molesta con las actividades; algunos se copan y participan de las mismas.


De pie sobre las baldosas rústicas de cemento, ubicados en Atena Libros, puesto número 24 que le asignaron a Bárbara, nos dimos cuenta de que El fuir de la vida no es sólo el título de un cuento perturbador, shockeante, casi absurdo.


A pocos metros de nosotros, Mónica apuntó la mirada hacia la naturaleza de las cosas, y construyó la poética de la imagen a través de los disparos que ejecuta entre sus dedos ese oscuro artefacto arrebatador de los movimientos del tiempo.


Los pergoleros se dieron cita sobre los escaparates, el viento primaveral hizo de agorero de turno.


_Te voy a presentar a Ana, quien es la delegada de nuestro gremio.

Ella te puede explicar mejor algunas cuestiones, dice Barbie.

Con una mirada que transmite firmeza y docilidad, la voz de Ana fluyó como un río sereno pero siempre atento a las variaciones de la luz.


Hace más de 40 años que trabajo de librera en el Parque, me revela ella.


Y continúa:


Recuerdo que varios compañeros empezaron sin tener un puesto, colocando sus revistas, historietas infantiles y libros escolares en el suelo. Viví muchas etapas, con diversos climas políticos, pero es la primera vez que no tenemos no sólo luz y agua, sino incluso no tenemos baños.


Esta situación es desde que volvimos a ocupar el sector, ahora remodelado, que es tradicional para los libreros y para la gente que se acerca. Hicimos múltiples denuncias pero la indiferencia de los funcionarios públicos de la Ciudad es muy notoria.


Si bien no pagamos impuesto alguno por la venta de libros, sentimos nuestros derechos básicos laborales en peligro. Una clara muestra de esto fue con el intento de reubicación de los puestos: allí, durante dos meses, la venta mermó considerablemente ya que era poco transitado.


Nos permitieron regresar a este sector, pero, como te decía anteriormente, las condiciones empeoraron.

Confesiones.

Dilemas a la hora de hablar.

Esa mudez que dobla las hojas del árbol.



Hay algo que siempre la luz nos oculta, hay algo que siempre perdura en las nervaduras del habla. Y aunque se nos escape una y otra vez, en su poder nos atrapa.


No estoy seguro de que Hasenberg admire o recuerde seguido a Rembrandt, pero de lo que sí lo estoy es que su mano captura lo inconfesable.


Luego, me quedé sumido en una serie de inquietudes éticas, políticas, filosóficas, acerca de la dignidad humana, la justicia, el reconocimiento, la discriminación y el desprecio.


No hay poesía en los ojos del abandono. Y, vaya paradoja, quizás por ello mismo exista su clamor, su denuncia siempre al acecho.


Ana y yo nos despedimos con una sonrisa fraterna, repleta de esperanza.


Seguime que te presento a Leticia, dice Barbie.

_Buenas!, saludé con incomprensible energía.

Me gustaría escuchar lo que tenés para decir, proseguí con delicadeza.


_Yo también hace muchos años que estoy acá, con decirte que a Bárbara la conozco desde cuando recién comenzó, era re chiquita.

(Risas de los tres)


La verdad, con el calor que hace en esta época se hace muy difícil

estar en el puesto. Pero es mi única fuente de ingreso. Estoy más de ocho horas todos los días.


_Me estuvo diciendo Bárbara que realizaron diversas actividades para visibilizar su reclamo, hasta un semaforazo en plena calle.

¿Cómo reaccionó la gente? ¿Vos sentís que los respaldan?


_MIrá, hay de todo. En general yo no siento que nos respalden, tampoco es que nos rechacen. Digamos que son muy indiferentes. La gente de Caballito es muy particular, está en su propio mundo y sólo se preocupa por él.


_Como suele decirse, la República de Caballito.


_Ponele. Hay que conocerlos bien, no es fácil tratar con gente así. Se quejan, se fastidian, pero vienen a comprar a los puesteros. Cuando realizamos actividades al aire libre, no dicen nada pero tampoco son de respaldar abiertamente. Muchos siguen de largo, algunos se quedan y participan.

_¿Cómo hacés para estar sin luz ni agua ni baños?

_Yo también me lo pregunto. Es inhumano. Ellos (Por los inspectores del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) quisieron poner dos baños químicos: un baño pegado a los dos puestos lindantes, el otro en igual situación pero en la otra punta del Parque.


¿Cómo pueden tener una idea semejante? A nosotros nos pareció una total falta de respeto y de sensibilidad. Antes que nada, somos personas. ¡Por favor, somos personas!

Aberraciones.

Y los frutos del abandono a cada paso.

Elegí tras el desahogo de Leticia, ubicada en el puesto 72, que pueda recobrar el aliento para seguir vendiendo. En esos momentos en que recomienda, asesora, guía a las lectoras y a los lectores, constituye, al fin y al cabo, una forma de escapar de la angustia.


Nuevamente, una sonrisa a pleno da la señal de un Hasta luego.

El Oso es una figura amigable.

Su puesto número 41 tiene una panorámica singular.

El horizonte de la representación adquiere otro cáliz.


Fui hasta su guarida acompañado por Barbie y por Mónica.

Allí se nos presentó con el cálido reflejo de los humildes.


Tocamos los mismos temas que Bárbara, Ana y Leticia tocaron antes. Transitamos por similares desconciertos, por similares laberintos.

Pero El Oso agrega otra verdad irrefutable:


_De este lado de los puestos, de la parte de atrás, donde no hay asientos y mesitas de cemento, donde no hay juegos, lo que abunda es el agua.


Cada vez que llueve, los puestos se nos inundan. Porque los pisos están rotos, y en otros sectores están mal arreglados. La peor situación la viven los puestos que están cerca de la calesita, hay un bache enorme.Y lo que abundan son fotos y vídeos que lo atestiguan.

Además, los techos de los puestos, que fue lo único que remodelaron, nos imposibilita cerrar por completo los toldos como corresponde. Por ende, nos entra agua. Una vergüenza.



De golpe, comencé a pensar en políticas culturales, modos de producción, fuerzas productivas, derechos adquiridos. Lo pensé con tal intensidad que, para mi sorpresa, luego exclamé: ¡Son trabajores de la cultura!


_Sí, coincido con vos!, Me contestó él.


Luego agregó:


_Siento que somos parte del ámbito cultural. Aquí también se forman lectores. Y tratamos de tener precios acordes con las necesidades de la gente.


_Las únicas dos veces que desde el Gobierno de la Ciudad mandaron a inspeccionar cómo son nuestras actividades, lo hicieron enviando a la Gendarmería, intervino Bárbara.

Tanto ella como yo, coincidimos en una frase que se nos escapó de los labios: La cultura representa, para cierta ideología, un peligro constante.

Un soplo incierto permitió el mutis necesario para considerar el recuerdo diario de volver a casa.

Mónica, antes de irse, prepara la toma de algunas fotos más.

Con un apretón de manos y con un brillo intenso en las miradas, nos despedimos de El Oso.

La piel que se habita.

Horadar los nombres.

Jerbos en la noche.

No recuerdo cuándo fue la primera vez que le dije Barbie.

Ella trabaja todo el día, todos los días. Más de doce horas. Aún así, el dinero que ingresa apenas le alcanza para cubrir todos los gastos que conlleva mantener una casa, alimentar, cuidar y educar a su hija. Lo hace con felicidad, con ternura, con una entrega y fortaleza extraordinarias.


Le pregunto qué es lo que más le piden en su puesto.


_Sin dudas, las novelas históricas. Me responde casi riéndose.

También los libros escolares pero no es durante todo el año, agrega.


La sonrisa se le dibuja en el rostro. Un poco de distensión no viene mal.


_¿Te cuento una anécdota? Finalmente ella dice.


_ Dale, contesté yo.


_Una vuelta se acercó un señor, grande, entrado en años, revisó varios libros y luego de un rato me pregunta: ¿Tenés Putita golosa?


Yo quedé muda, y pensé inmediatamente: este tipo es un baboso.

Demoré en responderle, porque agarré el celu y me puse a googlear el libro por las dudas.

¿Y sabés qué? El libro existe, un libro viejo. Yo me quería morir.

Así que le respondí: Esa no la tengo.


Bárbara y yo no paramos de reírnos, a grandes carcajadas.

El viento fresco de la tarde hacía bailar a las copas de los árboles, y acallaba por un instante el bramido de los autos sobre la Avenida Rivadavia.


Como una paz ancestral, mitológica, que logra imponerse sobre la crueldad de la naturaleza humana, así logramos peregrinar este último pasaje. La promesa del mañana, se manifestó ávidamente en un abrazo exento de mezquindades.

La luz y su cuerpo intacto.

Las hojas de un árbol retan su poder.

Las moras caen.

Los pergoleros faltan a la cita.

Las nubes ciegas acorralan los vestigios de un fuego.

El viento sostiene la ira.

Puro oleaje.

La brisa llega tarde.

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Crónica y entrevista: César Cejas (Ces Le Mhyte)

Fotografía: Mónica Hasenberg

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