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Raquel Jaduszliwer

Ángel de la enunciación


Porque es noche cerrada

y negarás tres veces

para que deba amanecer

así te ves ahora

desnudo

bañado en luminosidad

y esperarás lo que depare el día

ese animal se tragará las sombras

que podrían ofrecerte cobijo.

¿Has visto los árboles de vidrio? allá es en el invierno

llegaron otra vez los pájaros de hielo

a trizar una canción en tu garganta

el oído se acopla dispuesto al corazón, ya estás llorando

es tan irremediable la voz de aquella música, es el viento

y es la última hora, antes del anochecer.

Tomarás un manojo de ceniza

lo arrojarás al aire como un ramo de novia

será tu gesto grávido, tu señal de la cruz

cada gramo de nada que se eleva y se cae

será de tu semilla

simiente dispersada de lo que creías tuyo

y no será de nadie

oscurece

todo aquello descenderá en tu nombre.

Los jardines colgantes en el sueño

tenían reminiscencias de una selva

a la que grandes animales volvían de su infancia

cautelosos los párpados pesados del soñante

se abrían y cerraban como valvas

bajo el sol incendiado de la media tarde.

Y era como si hablara en lenguas; no, era más bien

como si hablara en una lengua muerta

una lengua olvidada que se habla a sí misma

o como se le habla a un huérfano

o quien sabe

como si nada aconteciera entre palabras

sino lejos de ellas, en el mundo de las cosas lejanas

las perdidas galaxias

la sombra de los existentes.

Teatro de sombras:

en un rincón

Jacob lucha con aquél que le ha enviado Dios

hacia el costado

Abraham levanta su cuchillo

pende sobre la silueta del hijo, el bienamado

Abel aún sigue vivo

mientras la zarza ardiente no termina de decidirse a ser ceniza

Booz observa a Rut a la distancia

ella declina de tal forma sobre las espigas

que pareciera ser parte de la suavísima ondulación

/que anuncia su momento

transcurre entonces algo así como un instante de templanza

pero he aquí que la mujer de Lot ya está girando la cabeza

se balancea el arca, se juegan las especies sus destinos

y las aguas se parten

y aquí estamos; buscamos en el tiempo y por el claroscuro

David lanza su piedra, nos demuestra

que también es posible ver caer al gigante

en el principio sigue siendo el Verbo

sobrevuela sobre todas las cosas

el ángel de la enunciación.

Se anuncian

son los últimos días

no llega el mensajero

no hay heraldo

no hay profeta que anuncie

son los últimos días

urna y ceniza

¿qué es lo que trae el viento?

no es el soplo de dios

son las voces que faltan

reverberan

caen en la maleza como flores cortadas.

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Estos poemas integran la última obra publicada por Raquel Jaduszliwer, Ángel de la enunciación, editorial Barnacle, Buenos Aires, 2020.

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