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Eduardo Espósito

Ayer fuimos más que Dios

Clase Turista


Porque no estamos hechos

de carne ni de sangre como pretendemos

aunque alguno que otro traje parezca desmentirlo

Porque la humedad bisiesta de este pueblo

arropa formas innombrables y mezquinas

Y nuestras lenguas de trapo

achican dos talles en invierno

Y porque el sur también existe

en un afiche al menos

Porque soplamos semillas de amargón cada verano

para que alguien se eleve liviano en sus muñones

así enmohezcan los planos inclinados

Porque rezamos desnudos en las playas

y nadamos vestidos en nuestras sofocadas camas

y vacacionamos de oído

y hacemos de la fiesta una fanfarria

y porque sí

y porque el mar y la montaña

y estas ganas de ser otro

bajo una luna parecida.


A Robert F. Young



Toda la carne es hierba


Un despertar como de pájaro

en la jaula equivocada

y colas en el super

a la hora en que derrapan

la fiebre y su museo

La casa dada vuelta

uncida a los recuerdos

(un Poseidón henchido de naufragios)


Con el día crujiendo en el rescoldo

Algo en la causalidad cambia de mano

Prolijas/ tempraneras

las hormigas del patio del vecino

me acercan sus carritos

(en furtiva procesión la Reinas Magas)


El bamboleo de la existencia continúa

Como Tarzán en las lianas

Nosotros en los pasamanos

Las culpas repartidas con cada amanecer.


A Clifford D. Simak



Calidoscopio


Me voy cayendo al sol

Todos parecen darse cuenta

La hierba es fina

Mis manos transpiran soledad

ingravidez

La grave-edad desacelera para mí

con su manojo de arrugas

No hay cremas paliativas

para el cansancio de los materiales

Mi cuerpo es un satélite en desuso

Me voy cayendo al sol

como ellos

que encremados de espanto

reparten Pancután y botiquines

Ayer fuimos más que Dios

hoy somos pasto

Mis manos queman cromo

La hierba es inasible

Y el destino amarillo.


A Ray Bradbury



Platea baja


Los relámpagos queman la noche

La tonsuran

Sentados solos

en la sala de estrenos de Dios Padre

unos ojos palpitan la función


Dios aspira y unos nacen

Dios expira y otros mueren

Dios retiene su aliento

para batir un récord Guinness

y ocurren la resurrección y los aplausos


Lejos de la divinidad y las butacas

un niño juega al avioncito con su sombra

Le da vueltas al sol

como si el día todavía existiese.


A John Wyndham



La luna es una cruel amante


La luna se aleja de la tierra a 38 milímetros por año

3 metros cada siglo y

qué esperamos Amor para dejar las matemáticas y

el Word

y así salir a acariciarnos

Para untar nuestros dedos en la brillantina

Para abrir nuevos agujeros de gusano

en su cárcel tormentosa hecha de tiempo

No hay arrugas que curar

El miedo nos va tiñendo el pelo

Nos va haciendo parecidos

Esa vieja redonda

guarda un luto de grullas por nosotros

un milagro blando algunas noches

y el sexo carcomido

como un rayo secuestrado en dos espejos

No nos va a esperar

Vendrá a buscarnos la ladrona

y antes de retirarse a su molienda de huesos

ya estaremos deshidratados y en letargo

Casi hermanos de su prueba de exilio.


A Robert Heinlein



(De “Las Puertas de Tannhäuser”, 2011)




Anciano que mira su futuro y tiembla


No son las hojas del té

No es la borra del café

No son vísceras de aves

Es –eso sí-

una torcaza que agoniza

a un costado del asfalto

Un aleteo que ignora

su destino de espejo.



Humo


Está escribiendo

el poema perfectito

El poema huero

por añadidura

Ahí

parado sobre sus

propios pies

como un agua discutible

Está escribiendo

(pergeñando)

un poema de llanura

Su vaguedad es ley

Acusa sinos de impermeable

Un poema para terceros

todo silicio

todo anzuelo

todo humo.



Vivisección


A Cristina


A pecho abierto

masajeaba el corazón

de los batracios

Quería vislumbrar

los intersticios de la vida

detener la creación

en el instante supremo

del destete

Añoraba el bisturí perfecto

que la llevara

de vuelta

al caldo primigenio

Necesitaba de esas muertes

para seguir viviendo

Ella quería

-a pecho abierto-

ordenar las rutinas de su sexo

vengarse de las células

foráneas

arrasar cualquier vestigio

de posibles fiebres

entre la culpa y el perdón

Ella quería

un mundo sin fisuras

salvo

las de su propio corazón

Su propio sapo.



Sentencia


Rey de los rincones

Príncipe

de los ángulos rectos

le propinaron

un último castigo

En un centro

sin bordes ni paredes

mirar la vida

hasta disiparse.



Decime Dios


Qué es

este jadeo a cielo abierto

este aleteo como el

de un enorme colobrí

alrededor de tu imagen

privando para siempre

al mundo

de su noche más fiera?



(De “Hartó”, 2018)


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Eduardo Espósito (Buenos Aires, 1956)

Poeta. Gestor Cultural. Ha publicado. El niño que jugaba a ser Rayo, 1992; Violín en bolsa, 1995. Una novia para King Kong, 2005, Quilombario, 2008. Las Puertas de Tannhäuser, 2011. Poesía Completa, 2018. Hartó, 2018.

Participó en varias antologías, destacándose entre ellas Poesía en el subte, 1999. Antes que venga Ella, 2003. Italiani d’ Altrove, 2010. Nada de poesía, 2017.

Traducido parcialmente al inglés, italiano y bengalí.

Fotografía: Julieta Bugacoff




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