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María Gabriela Micolaucich

Otra forma del Eros

Futuro


Piso los cristales. No puedo evitar que los pasos al futuro me hieran, que esta selva sin maleza se haya llevado lo salvaje de mi naturaleza, la melena, las garras, y la mirada que todo lo acechaba. Ahora piso y duele el presente a cada paso, y temo que adelante el dolor abra la herida y todo sangre, hasta llevarse en cada latido los recuerdos y como inevitable, el futuro temido.



Purgatorio


Quererte es buscarte en otras manos, donde sólo me hiero, donde no quiero entregarme, y desnuda deambulo en un mundo desconocido y oscuro. Me tocan, me agarran, y casi ilusa cierro los ojos para olvidarte, pero desconocen las caricias de tus manos, y no saben el susurro de tu voz. Te busco, camino entre sombras, y siento como muere poco a poco el amor en mis penas, y a veces quisiera entregarme, pero tu imagen revive mis fuerzas, para seguir. ¿Dónde estás cuando mis fantasmas flaquean, cuando me falta el aire? ¿Dónde? cuando necesito tu abrazo y me aferro a cualquiera. Entonces descubro que de amor he muerto hace tiempo, que no hallaré vivos en este submundo donde estoy a prueba, donde hay llanto, pecadores y almas en pena, esperando que le asignen: subir o bajar la escalera.


Tres verdades y dos mentiras para un amor


Créeme…- , le dijo bajando la mirada, y ya nada fue igual, en sus labios era la mentira la que hablaba, sus manos sujetaban los dedos de ambas, para que no escape la verdad, para no perderla para siempre, una vez más…

El silencio, el de ambos, la mirada inquisidora desbordando de palabras, que la impotencia le dio forma de lágrimas, que él miró adivinando cada una, queriendo besarla, y ahogarse en la sal de su dolor, pero no halló para sí mismo el valor de su propio perdón, y sólo suspiros entrecortados, silenciaban la tarde, y el frío de un adiós…

Dos mentiras, pero sólo una por amor, la segunda nadie supo, quien la dijo, quien la calló, y cada uno llevó sus verdades en nombre del amor, el único que nunca le mintió al corazón, que se hizo latidos en cada abrazo, que aún le duele a los dos…



La habitación de al lado


La habitación de al lado, ahí estoy, aunque el tiempo pase, yo sigo leyendo como aquella tarde cuando el tiempo se detuvo en mi reloj, en el nuestro, cuando las sirenas llegaban a buscarnos, llevándose los cuerpos, pero vos y yo nos quedamos dentro de aquél libro y en su historia, la que seguimos releyendo cada día a la misma hora, para no olvidarnos, mientras las almas habitan en las sombras del mismo cuarto, cuando los recuerdos murmuran en la habitación, la habitación de al lado.


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María Gabriela Micolaucich es poeta y escritora.

Ha participado del Festival Internacional de Poesía y el Festival Internacional de Cuentos Breves, ambos organizados por la editorial El mono armado, Buenos Aires, Argentina.

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