Mónica Hasenberg
- 31 dic 2020

Por los caminos de la carencia

Otra Navidad, otro dar a luz la posibilidad de una conciencia más comprometida con el sufrimiento, el dolor, la esclavitud, el abandono, el desarraigo, el desamor, del que son víctimas millones de personas en el mundo.

Hoy más que nunca, en plena época de una pandemia que azota cada rincón de la tierra, es necesario volver a indagar sobre la naturaleza humana, el poder y el mal elemental.

Y desde una visión no sólo espiritual, sino también intercultural, puede decirse que no es sólo la dura tarea de identificar restos y deshechos de la memoria sino incluso el compromiso por hallar el sentido genuino del derecho humano a la libertad.

No se puede hablar de libertad sin justicia, sin justicia no se puede hablar de dignidad, y sin dignidad no es posible hallar la corona de la paz.

La estructura de la pobreza es una llaga en carne viva que las tiranías económicas y políticas del mundo suelen agrandar.

Un proceso de interioridad, individual y colectiva, es lo que se necesita para poner en marcha un camino hacia los derechos humanos.

En este templo de aire y fonema, ya no más soplos inciertos.

Y será la tierra más allá de la piel que se habita.