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Ces Le Mhyte

Tonada que no canta


Vaciamiento.

Un ejercicio que viene a contraponer el peso de la promesa bíblica de una paz trinitaria, comunitaria, y, por ende, en carne viva. Sin embargo, ese temblor sobre la herida trascendental, sobre las nervaduras del habla, esculpe una religiosidad muda.


Sólo queda lo sagrado al desnudo.

Si la fuerza de Pasolini radica en extraer poesía de aquéllo que no se quiere decir, no lo es menos la obra de Alejandro Cesario: lo desértico como otro modo de ser que aparece en ciertos films del célebre poeta y cineasta italiano (Medea o El evangelio según San Mateo, lo atestiguan), aquí lo desértico aparece como otra zona de resistencia. Resistencia idiomática, acentuada, tonal.

Y que, además, viene a reivindicar la ars poética como contracara del mandato.


En este sentido, y por los párrafos anteriores, la obra no podía denominarse más que Tonada que no canta (Ediciones La yunta, Buenos Aires, 2020).


La palabra vuelve a su fuente trágica, no exenta de ternura y aporías, como el regreso del hijo pródigo. Pero esta vez ejecuta una exégesis, una arqueología del lenguaje, que viene a decirle a la muerte que está muerta.


En El hijo del acordeonista (Alfaguara, Buenos Aires, 2004), novela polifónica del español Bernardo Atxaga, se transita por una reivindicación de la lengua vasca, una defensa de la identidad, una persistencia de acero dentro del territorio de la convencionalidad lingüística, representativa y, por ende, histórica.

Una lucha poética con el olvido, sin dudas, pero sujeto a un andamiaje narrativo un poco rígido, vacío de ojos aventureros, sin cambios de marcha.


La obra de Cesario, en contraposición, logra una vuelta de tuerca, una dinámica que se fortalece en la múltiple sonoridad de la palabra poética para indagar en la recuperación de la voz perdida y de la voz que vive en las regiones más postergadas. Labor que, de por sí, lo lleva a captar sentidos de la representación.


Peregrinaje del sufrimiento y del abandono, pero también de la ternura y la esperanza, que se reconoce en el espejo de la naturaleza humana y que, vaya sorpresa, puede dar cuenta con mayor fuerza de una coparticipación en lo sagrado del habla.


Mapa y territorio, Uno y lo múltiple.

Tonada que persiste en las estepas de la lengua.


Toda realidad implica una lengua, y toda lengua implica una cultura.

Como en El bruto muro de la casa propia, su anterior poemario, otra vez aparece la cultura como descubrimiento, que se da minuto a minuto en las regiones de las que menos se quiere hablar.


Así, con una visión panorámica pero íntima, nos trae fragmentos de aquéllas voces portadoras de una realidad idiomática hilvanada con absoluta belleza. Fragmentos, brevedades, que se identifican con la poética de Cesario, tan rica en signos y significados, realzando el brillo de los frutos que nacen en cada tonada.


Excursus vía kénosis y alétheia, camino impensado, derrotero espontáneo.

Una jugada triangular que toma un ritmo diferente. Movimiento que pone en jaque al propio canon argentino, latinoamericano, respecto del uso y abuso de la cultura.


Y por si fuera poco, hablando de aporías y otras yerbas, constituye una orestíada argentina, una resistencia heroica, una filigrana entre los dedos de Alejandro Cesario.-



César Cejas (Ces le Mhyte)

Buenos Aires, 2020.



Nana


Todo lo que pidan en la oración con fe,

lo alcanzarán.

Evangelio de Mateo 21:22


Sentadita perpetuada

a su lado.


Mustia,

tartajea una nana.


Breza,

asequible al milagro.



Camposanto isleño


Nevisca.


Plegarias

que aluzan

sobre los fosales y turbas.


Buscan y rebuscan

en los hoyos.


Esencia


Zancada de tero.

Pechitos magros.


Farfulla.


Coplita que machaca y machaca.


No hay luz eléctrica.


El ropaje

se estriega en el arroyo.



Ermitaño de la estepa


¡El que tiene oídos, que oiga!

Evangelio de Mateo 13:9


Él

husmea hacia acullá


por encima del cogollo.


Quizá el viento le devuelva

al vástago ausente.


Los antiguos


En la mecedora,


el crujir de la leña,

esparce endecha.


Aúna la ausencia.


Rijozas y cachazas manos.


Agujas que van y vienen

en medio del tejido,


hacia la vasta nada.



Incondicionalidad


Ya sin latidos.


En el sigilo del desespero

la mamita le susurra.


-Haz un lugar, hijito, para que yo entre.



Rumbo a la cosecha


Esperanza, desesperanza.


Calladas.

Cholas menguas.


Banastas que se mecen.

Sol y borras,

sol y borras.


Faenan,

transidas en labrantío ajeno.


Recolección


Tiempo estuoso,

de siega.


Pisan las pochas.


Manitos

que llenan los cuévanos.


Tonada

que no canta.



Alejandro Cesario

Tonada que no canta, ediciones La yunta, Buenos Aires, 2020.

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